En El Valor de Educar, Fernando Savater contempla que una de las grandes pérdidas en el proceso educativo ha sido aquel que daban los abuelos y que los nuevos estilos de vida tan acelerados no permiten que los niños reciban. Si bien los abuelos nos adentraban en las cosas de la vida que la escuela no podía enseñar, con ellos aprendíamos las costumbres propias de la cultura donde la familia se desarrollaba.
Quizás las más importantes de las enseñanzas de los abuelos era la moral. Dejando a un lado la lucha entre Hegel y Kant, con ellos se recibían las primeras lecciones de ética y moral que regirían el resto de nuestras vida. El siguiente proceso se recibía en la educación media superior para terminar durante el proceso universitario.
Al suprimir las clases de ética, moral o filosofía en los programas educativos y no tener la oportunidad de crianza con los abuelos, se inicia una descomposición que permea en todas las áreas y que hace que las nuevas generaciones no solo cuestionen su valor práctico, sino que incluso las desconozcan por completo.
Por eso, un hecho tan significativo -como la solicitud de juicio a ex presidentes de México por actos de corrupción y faltas a la investidura que representan- no es un acto contundente para muchos.
En cualquier sociedad o país con los valores morales o éticos medianamente vigentes, el simple hecho sería suficiente para que dichos personajes fueran repudiados.
No es así en México. En un Estado tan agraviado y tan descompuesto en todos sus procesos educativos (por años), un juicio a ex presidentes no le llama la atención a nadie. No hace que dichos personajes salga a la luz pública a ofrecer disculpas por el solo gesto de que sus gobernados tengan la simple duda de que realizaron un mal trabajo.
Que el Pueblo al que gobernaron esté solicitando llevarlos a juicio debería ser suficiente para sentir la peor de las vergüenzas. No la tienen y encima demuestran un cinismo vergonzante, razón suficiente para que no merezcan ningún gesto de simpatía hacía sus personas. En varios países estaríamos quizás ante un terremoto político que hubiera cimbrado todas las estructuras del país.
Aquí no; aquí los noticieros, los periódicos y los “analistas oficiales” encontraron más interesante irse sobre la yugular de los ministros de la corte que dieron entrada a la encuesta para saber si el Pueblo quiere llevar a juicio a dichos personajes.
Como si no fuera suficiente el enojo de la gente ante tanta miseria, inseguridad y violencia generada por más de 30 años, creen que con cuestionar el proceso legal del proyecto será suficiente para desalentar la sed de justicia general.
Si bien muchos esperamos que el proceso lleve a alguno de los traidores a la patria a la cárcel, la simple vergüenza que estos personajes están viviendo ya va siendo castigo suficiente para los que reconocen un poco de la ética y moral.
Y a los extraterrestres, primero investiguen, después opinan.