El sonido y la furia
Martín Casillas de Alba
Entender el nuevo lenguaje corporal.
Ciudad de México, sábado 20 de marzo, 2021. – Todavía no me han vacunado y ya estoy extrañando el confinamiento, esa soledad compartida con la pareja, sazonada con un poco de nostalgia y con el tiempo que hemos tenido para estar con uno mismo, como ha sucedido desde el equinoccio de la primavera del año pasado.
Hemos desarrollado un nuevo el lenguaje corporal ahora que nos vestimos con cubre bocas, que se expresa a través de las cejas, los ojos y el ceño con los que conocemos el ánimo del otro, tal como lo propuso Charles Le Brun en el XVII que, desde entonces, lo usan los pintores. Hay que hablar más fuerte, vocalizar mejor y, si se puede, completar con algunas señas, pues quien leía los labios, ya no puede hacerlo.
Hacerse de unos buenos audífonos porque, eso de volver a una sala de conciertos donde el público aprovecha las pausas para toser, estornudar y carraspear sin taparse la boca, estemos o no vacunados, es una amenaza, así que, mejor verlos virtualmente con unos buenos audífonos.
Lo notable, por ejemplo, es que el Concierto para piano No. 21 de Mozart con Yeol Eum Son, una joven coreana que nadie conocía, finalista del Premio Internacional Tchaikovski 2011 lleva, a la fecha, 19 millones de visualizaciones.
Si hubiese un monedero virtual, un “Pocket Money” con unidades de $20 pesos con el que podríamos descargar una de esas unidades cada vez que visualizáramos un concierto en YouTube y que ese dinero se repartiera entre los músicos, el director y el solista, en nuestro ejemplo, les tocaría a cada uno una millonada de pesos: un chorro de agua caído del cielo. Las sinfonías de Mahler con orquestas de doscientos interpretes o Mil, como lo pide la Sinfonía No. 8, tienen en promedio un millón de visualizaciones, así que, también ellos podría llenar su buche de granito en granito, felices de la vida.
Participé de una de las tantas funciones de Dream, con la Royal Shakespeare Company para ver una escena del Sueño de una noche de verano en donde Puck y las cuatro hadas (Chicharito, Mostaza, Telaraña y Polilla) se mueven un bosque creado como realidad virtual: ese día asistimos 7 mil personas que c/u donamos £6.5 libras, es decir, $176 pesos: bueno, pues en esa función recabaron nada menos que $1.19 millones de pesos.
Pero… –¡ah!, el famoso “pero…” que tanto le chocaba a Cleopatra–, la mosca en la sopa del confinamiento son los niños que no han podido socializar, ni jugar futbol, ni agarrarle la mano a la niña que les gusta, ni caminar con los brazos en los hombros, ni jugar a las escondidas, aunque conozco a uno que toma clases de natación y con eso parece que la libró.
Las salas de cine seguirán semi vacías. Hemos visto películas y series –que le están comiendo el mercado– en la pantalla de la TV en casa con sorround: las vemos a la hora que queremos, con las pausas necesarias, aunque, ni hablar, extrañamos esto que decía Jomí García Ascot:
Quiero ir al cine con mi mujer,
dejarme en vago bulto por lo oscuro
y vivir juntos
el lugar hechizado de otras sombras…
¿Transportarse? ¿Qué es eso? Home Office llegó para quedarse en aquellos casos que no es necesaria su presencia. Los edificios de oficinas están tratando de remodelarlos para que funcionen como depa-habitación, pues, en la CDMX perdíamos una hora y media de ida y otro tanto de vuelta, mucho mejor trabajar en casa y nos queda tiempo para hacer la cama, cocinar el desayuno, regar las plantas, sembrar perejil, romero, hinojo y ruda para que Ofelia las reparta cuando Hamlet se presente en Teatrix.
Viajaremos a Palermo y Donnafugata con El Gatopardo de Visconti; Vigata con el Comisario Montalbano; Aosta con Rocco Schiavone y París con Lupin.
¡Ah!, pero eso sí, cuando estemos doblemente vacunados, respiramos hondo y saldremos volando al mar, pues “de tanto pensar en él, sabe a sal mi pensamiento”, parafraseando al maestro Gorostiza.