DE FRENTE Y DE PERFIL
RAMÓN ZURITA SAHAGÚN
Hay quienes consideran que para ganar unos comicios se requieren solamente dos cosas, dinero y un candidato carismático, aunque hay otros que abonan otras situaciones.
Desde que los procesos electorales mexicanos empezaron su escalada democrática, han sido variados los factores que incidieron para inclinar la balanza en favor de uno de los candidatos.
En ninguna forma son semejantes unos a otros y las diferencias son amplias, aunque existan pequeñas coincidencias.
La elección que catapultó a México hacia procesos electorales menos viciados fue la de 1988, cuando se alzaron voces de diversos lados que consideraban como un fraude el cometido el 6 de julio de 1988.
Y no es que en México no se hubiesen alzado voces en diferentes elecciones presidenciales, pero simplemente en los anteriores al 88 se usaron, además de la mordaza, la represión para acallarlos como fue en los casos de 1940 y 52, en menor medida el de 1946.
Decenas de seguidores de Juan Andreu Almazán (1940) y de Miguel Henríquez Guzmán (1952), fueron acallados por las balas, otros más encarcelados y los disturbios silenciados.
También Ezequiel Padilla argumentó fraude, aunque no hubo muchos que creyeron esa versión.
Lo de 1988 sí provocó gran inconformidad, sin que prosperaran las protestas. La realidad es que Carlos Salinas de Gortari ganó montado en el aparato diseñado desde la Presidencia de la República, que contó con la complicidad del entonces secretario de Gobernación, Manuel Bartlett Díaz.
Para 1994, no hubo necesidad de crear grandes esquemas, ya el pueblo voto, acicateado por el llamado voto del miedo que le dio el triunfo a Ernesto Zedillo Ponce de León. El motor de los electores fue el recuerdo del asesinato del primer candidato presidencial del PRI, Luis Donaldo Colosio Murrieta y el levantamiento de los zapatistas, que fundamentó el temor de los ciudadanos para no apartarse de la línea del tricolor.
En el año dos mil, un enjundioso y atrabancado candidato (Vicente Fox Quesada) despertó las simpatías de los votantes, ya que entre sus muchos dichos llegaba para sacar al PRI a patadas de Los Pinos (hoy inexistente) y contó con el auxilio de un candidato menor propuesto por el priismo (Francisco Labastida Ochoa), cuya principal argumentación eran los ataques que le lanzaba el candidato panista en su contra: me dijo la vestida, me llamó chaparro, mandilón, expresaba desencajado el tricolor y la mayoría optó por el hombre de las botas y sus dichos de víboras prietas, tepocatas y otras más.
Para 2006, Andrés Manuel López Obrador representaba la esperanza de muchos, ante el fracaso del Presidente Fox Quesada y los electores parecían optar por el primer Presidente de izquierda en México. AMLO creyó firmemente que la victoria le correspondería bajó la guardia, despreció el primer debate, fue altanero y arrogante con grupos que querían sumarse a su campaña y terminó apuñalado por la espalda por una daga que le asestaron los publicistas españoles que diseñaron el lema “AMLO es un peligro para México”, lo que finalmente inclinó la balanza en su contra, según las cifras oficiales.
Enrique Peña Nieto fue un candidato que duró siete años en campaña y que forjó una sólida estructura desde el acaudalado presupuesto mexiquense. La ciudadanía ya había probado con el priismo y doce años de panismo y decidió regresar al malo conocido, que al bueno por conocer y dejó sin votar mayoritariamente a Andrés Manuel López Obrador.
El sexenio de Peña Nieto fue uno de los más corruptos de la historia (algunos lo califican como el más) y finalmente los votantes decidieron experimentar con Andrés Manuel López Obrador, quien caminó solo al triunfo, con una copiosa votación.
El resultado de sus casi seis años de gobierno no convence a todos, por lo que la disputa es ahora entre dos mujeres, una de ellas será la primera Presidenta de México, aunque también compite un candidato testimonial, Jorge Álvarez Máynez.
Después del dos de junio podremos analizar cuáles fueron los factores que llevaron al triunfo a la ganadora.
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Las madres buscadoras y las familias que tienen algún pariente desaparecido debieron respirar tranquilos con la noticia proporcionada por la eficiente secretaria de Gobernación, Luis María Alcalde, ya no son 120 mil personas las desaparecidas, son solamente 90 mil, uf, que alivio.
Email: ramonzurita44@hotmail.com
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