Horizonte de los eventos.
De cuatro décadas a la fecha, en Europa, igual que en México, es innegable que el Régimen de Partidos asfixió a la ciudadanía.
Allá, el poderoso avance de la “partitocracia” monopolizó toda representación política, siendo interlocutor entre los ciudadanos y el Estado, traduciendo las demandas de unos y del Otro, como lo hizo el traductor de Cortés y Cuauhtémoc, cuando le quemaban los pies: el Emperador mexicano decía el lugar donde estaba el tesoro y el traductor decía al español, “dice que nunca te lo dirá”.
Al igual en México, se desbordó un proceso en que los partidos políticos, en el seno legislativo, tomaron las demandas de unos y del Otro, mandando a comisiones aquellas iniciativas que no consideraban rentables ni negociables. Y las que sí impulsaban -e impulsan-, cuidaron de conservar para sí, las facultades de integración de los órganos independientes y del Poder Judicial, las facultades de control político y presupuestario, así como las de supervisión de los mismos.
No se diga, al tratarse de propuestas que podrían abrir espacios de participación ciudadana con capacidad decisoria. Siendo el caso más destacado, el de los Consejeros Ciudadanos del Instituto Electoral, que al ser los partidos los que los proponían y votaban, no dejaban libre la participación ciudadana -motivo de su creación-, sino al contrario, la sofocaron tanto, que durante más de 30 años, no apareció en México ningún nuevo liderazgo.
Salvo la consolidación nacional del liderazgo de nuestro actual Presidente, que no podemos considerar un nuevo liderazgo, pues aunque menor, su presencia y consistencia nacional, ya era reconocida y parte del concierto en la década de los 90’tas.
Lo cierto es que la sobredimensión y excesivo protagonismo de los Partidos, fue oscureciendo cada vez más la participación de los ciudadanos.
En algunos estados de la República, eran los partidos los que ofrecían a cualquier candidato y el poderoso control en los ámbitos de Poder, especialmente en los organismos electorales, bien se sabía qué partido y qué candidato, en consecuencia, ganaría, y con cuántos votos, aproximadamente. Así fue durante cinco, siete, y hasta más elecciones.
A nivel nacional, sí se evidenció una riña feroz, entre los partidos y al interior de ellos, pero igual la participación ciudadana era una manipulación en la que era inútil tratar de incidir si no se ostentaba cargo de dirigencia o cercanía a estos estamentos, que hasta la fecha, conservan entre muchos otros monopolios, el de la postulación de candidatos.
El mismo triunfo de Andrés Manuel tuvo una semilla de rebeldía ciudadana, que votó por un candidato de un partido que no era Partido, y sí, en cambio, por un candidato que había luchado a lo largo de más de 30 años como candidato a distintos cargos de elección popular, por más de tres partidos o movimientos.
Acaso en la parte substancial del voto opositor que lo llevó a la Presidencia, subyacía el repudio al régimen de Partidos y la ciudadanía voto también, por aquel que cambió de Partido, quizá cinco veces su sello, lo que implica un enorme desprecio por esas Instituciones -de orden público, dice la Constitución- que no merecen lealtad… porque en síntesis, eso es ¿O no?
Cuando México es capaz de dar un paso que lo lleva hasta el mismo lugar donde anda la evolución de las sociedades más avanzadas -las más antiguas, también-, entonces es cuando cobra vigor nuestra formación madre olmeca. Cuando nuestra madurez de identidad nacional, es tan maestra como cualquiera, es cuando hay que celebrar que vamos por el mejor camino de la Civilización Humana y particularmente, a la punta de nuestra Tradición judeo-cristiana:
Es el caso de tres rostros que aparecen en el escenario nacional, inesperadamente irrumpen. Validos de sus ganas y del conocimiento y manejo de las nuevas herramientas políticas de comunicación, con el carisma adecuado para “la Nueva Ciudadanía” que en ellos ve, el motivo detonante de confianza, esperanza cierta y expresión.
Nuevos liderazgos que condensan la renovación del sistema de representación, de una nueva y renovada legitimación, que los hizo crecer muy por encima de lo programando por la “ciencia” de las encuestas y sus metodologías y viejos indicadores que no alcanzaron a registrar esta nueva realidad, que tiene nombres:
La presencia de Karen Castrejón, no ha sido evaluada debidamente. El único rostro del Verde, a ojos del ciudadano común, generó tal confianza, que aumentó casi al doble la presencia parlamentaria de su Partido: ella.
Samuel encontró equilibrio y Luis Donaldo selló la aparición de un equipito de miedo. Están convocados a las siguientes sucesiones presidenciales, mientras tengamos vida, prácticamente, todos los lectores.
Dos elementos que emergen a la escena nacional, de pronto, con arraigo y posicionamiento en todo México.
En el caso del gobernador electo, pese a su discurso “estatalista” -una vez recuperado del tufo segrecionista y separatista- que pese a lo chocante para los no neoleoneses, nos obligó a la reflexión del todo nacional y las responsabilidades comunes de los estados y las regiones. Y triunfó por voluntad popular.
El caso de Luis Donaldo, es punto y aparte. No pretenderé ahora, definir lo que su presencia, por demás firme, pujante, novedosa, común y extraordinario, al mismo tiempo, y mucho más, despierta en el pueblo de México.
Enhorabuena: Como si nuestro destino, tuviera más de una oportunidad.