Durante su conferencia de prensa del pasado lunes 17 de agosto, el gobernador Javier Duarte de Ochoa justificó la deuda del estado manifestando, entre otras cosas, que la había heredado de la anterior administración y que a él le había tocado renegociarla. Más que un argumento, se trató de un sofisma.
Duarte de Ochoa no puede evadir su responsabilidad en las acciones y decisiones de ese gobierno de ninguna manera, pues él formó parte de esa administración. Y no sólo eso. Él fue el secretario de Finanzas y Planeación la mayor parte de ese sexenio, el responsable de operaciones como la bursatilización de la tenencia vehicular –que nos ha costado una fortuna a los contribuyentes-, y de la situación financiera de la entidad en su totalidad.
Pero lo que sí es verdad es que el actual gobernante no es el único responsable de la debacle económica, política, social, de seguridad y hasta moral del estado de Veracruz. Hay otro gran culpable. Y se llama Fidel Herrera Beltrán.
Durante el sexenio anterior, se vivió una enorme borrachera de despilfarro de los recursos económicos del estado: dinero a manos llenas para medios de comunicación, la mayoría con tirajes ínfimos, para endiosar al gobernador en turno. Viajes al extranjero, con grandes comitivas, sin justificación. Escapadas al norte, centro y sur del estado en aeronaves oficiales para visitas “amorosas”. Obras faraónicas –y con precios inflados- con la correspondiente “mochada” del 20 por ciento para el “número uno”. Derroche de fajos de billetes para el lucimiento del mandatario entre las clases marginadas durante sus giras.
También comenzó en ese periodo el horror en materia de inseguridad. Durante el sexenio de Fidel Herrera Beltrán, las bandas del crimen organizado se apoderaron de territorios completos y comenzaron a sembrar el terror entre la población. La matanza de Villarín marcó el inició de la escalada de violencia criminal que alcanzaría su punto más álgido entre 2011 y 2012, y que se reedita de manera peligrosa en la actualidad.
Ya es de antología y legendaria la anécdota del empresario que le llamó por teléfono al entonces gobernador Herrera Beltrán para alertar que lo estaban extorsionando y suplicar auxilio gubernamental, a lo cual el mandatario, en el tono cínico que lo caracteriza, le habría respondido, palabras más, palabras menos: “pero si tienes el dinero. Págales”.
La resaca de aquella juerga sexenal la padecemos ahora. La entidad se encuentra en bancarrota, hundida en la violencia, sin expectativas de crecimiento, sin respeto al Estado de Derecho, sin empleos dignos, con brutales niveles de pobreza y con un gobierno con niveles de desprestigio y repudio como nunca antes en la historia moderna de Veracruz.
Un gobierno, hay que dejarlo claro, que llegó al poder gracias a una imposición del propio Fidel Herrera Beltrán y en el que han participado sus más “aventajados” –en malas mañas, se entiende- alumnos, quienes salieron todavía más voraces –aunque mucho menos inteligentes- que el “gober fogoso” y terminaron de saquear las arcas del erario público estatal.
Fidel Herrera Beltrán es tan culpable como Javier Duarte de Ochoa de la postración en la que Veracruz vive. Y como su delfín, debería ser enjuiciado y pagar por ello.
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