Palabra de Antígona
Sara Lovera*
La idea de dinamitar al Instituto Nacional Electoral (INE) está cada día más confrontada con la realidad. Los resultados hablan de su labor y credibilidad y se confía en que los votos cuentan. La jornada del domingo pasado así lo demostró. Se avanzó en la representación de las mujeres: dos nuevas gobernadoras se sumarán a la geografía política; no obstante, siguen las resistencias.
Fue un proceso sin víctimas mortales, pero de las 85 agresiones reportadas de septiembre a mayo, el 33 por ciento fue contra mujeres. Sólo 11 de esos ataques fue contra precandidaturas y candidaturas (nueve mujeres y dos hombres).
La resistencia machista fue sorteada en el INE y los órganos electorales de los estados. Hubo medidas preventivas sobre violencia política contra las mujeres. También reuniones, foros y espacios de reflexión sobre la igualdad. Está abierto el registro de hechos y agravios que habrán de discutirse en tribunales. Según la consultora Etellek, el resto de las agresiones fue a mujeres de equipos o familiares.
La confrontación y las amenazas violentas durante la jornada de votación dieron como resultado altos porcentajes de abstención. En Quintana Roo, donde Mara Lezama ganó y se eligieron 15 congresistas, la votación fue del 30 por ciento; en Aguascalientes, donde ganó Tere Jiménez, no llegó al 46 por ciento.
Vemos que se recupera la normalidad política, donde la participación de las mujeres debería vivirse como natural, no como excepción. Este año, gobernarán simultáneamente nueve entidades del país, donde viven 26.5 millones de habitantes. Eso significa que el 20 por ciento de las y los mexicanos serán gobernados por mujeres. Un avance numérico indiscutible.
La gran pregunta es si eso significa que las que llegan al poder gobiernan distinto a los hombres y si tienen una visión transformadora feminista. Hoy, la mayoría de ellas proviene del partido oficial (Morena), corriendo el riesgo de convertirse en discurso y acción en réplicas del presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador.
El golpe contra el órgano electoral de la capital del país, donde desaparece la Unidad de Género, entre otras cosas, fue tejido por la jefa de gobierno, Claudia Sheinbaum Pardo, quien día con día se disciplina, sin chistar, a lo que se dice y se manda en Palacio Nacional. No es extraño. Sucedía sistemáticamente en los años de dominación priista. La subordinación, el “¡Sí, señor presidente!” son propios de hombres y mujeres en la cultura de la política nacional. En todos los partidos y en los tres órdenes de gobierno.
La pregunta es si mantenemos la ilusión de suponer que por generación espontánea las mujeres gobernarán de otra manera, con otra visión. Me dirán que es cosa de tiempo y que sí, hay algunas.
Pero pienso en los silencios y la inacción de muchas de ellas frente a la crisis humanitaria del feminicidio, la desaparición y la trata y sobre los políticos violentadores, además del cinismo frente a cifras de violaciones y acosos, la tendencia punitivista, el desprecio al diálogo con las feministas, los ajustes presupuestarios y el discurso demagógico de “Primero los pobres” y “Todos iguales”; entonces, me asusto.
Lo frio y cierto es que desde hace 69 años en que logramos el voto ciudadano, 15 mujeres han llegado a gobernar 11 entidades, incluidas las dos del domingo. Repitieron en las dos más pequeñas del país: Tlaxcala y Colima, y en Yucatán y la Ciudad de México, pero todavía no logran que cambie la política. En los estados donde hubo elecciones este 5 de junio, se concentran 13% de los feminicidios, 8% de homicidios dolosos y 17% de homicidios culposos contra las mujeres. ¿Qué harán al respecto las y los ungidos? Veremos…
*Periodista, directora del portal informativo SemMéxico.mx