Palabra de Antígona
Sara Lovera*
El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, ya dio por cerrado su sexenio. Únicamente hace campaña para su sucesión. Pero dejó de lado asuntos fundamentales: la seguridad nacional, el sistema de salud, la impunidad, el ofrecimiento de justicia transicional, los crímenes contra las mujeres, el ingreso vital de las familias y el sistema educativo nacional.
Nadie le pidió que hiciera milagros. Lo dichoso hubiera sido que en este país se empezaran a resolver añejos y tremendos problemas. Ofreció y no lo hizo; ahora ya no tiene tiempo ni interés.
Todo lo sustantivo está peor que antes. La administración desbarrancó programas y políticas. Nunca fueron las mejores, pero tenemos que dolernos de la desaparición de la política de género y el desastre en el sistema de salud.
Según Máximo Ernesto Jaramillo-Molina, la consigna “Primero los pobres” fue un fracaso. Los programas sociales de este gobierno crecieron, pero son más regresivos que en el pasado. El 30 de mayo, en un artículo, el especialista sostiene que la transferencia de recursos —algo que siempre hicieron para las y los pobres los regímenes del PRI—, hoy benefician a quienes tenían más.
Aunque aumentó el alcance de los programas sociales, comparando con sexenios pasados, un menor porcentaje de los hogares más pobres en México los recibe. En 2012 llegaban a 63 % de los hogares más pobres, en 2016, a 68 %, y en 2023, nada más a 54 por ciento; principalmente, porque se cambió el diseño.
La transferencia de recursos es de mil 525 mil millones de pesos, equivalente al 5 % del PIB, cuando en 2014 llegó a 5.3 %.
El gobierno de la 4T no va con las y los pobres. Tampoco tenemos un sistema de salud avanzado; criminal resulta la vacunación universal, solo llegó al 36 % de la infancia menor a 18 meses de edad. Antes se vacunó al 80 por ciento. Había corrupción, sin duda, pero no ofreció nada a cambio.
En cinco años nunca tocó el pelo a un solo gran capitalista. El mejor ejemplo fue lo sucedido en la extracción de oro en Caborca —con más de una década de resistencia—, 67 sentencias del Tribunal Agrario, tres asesinatos y una persona desaparecida, del ejido El Bajío, Sonora. Se ganaron los juicios contra la minera Penmont, del empresario Alberto Baillères ―dueño de El Palacio de Hierro y GNP Seguros―, amigo del presidente. Sin embargo, los campesinos no consiguieron la restitución de tierras, y este gobierno rompió negociaciones, apenas en mayo.
Las promesas de justicia transicional que hiciera Olga Sánchez Cordero, como secretaria de Gobernación, al comienzo del sexenio, quedaron cortísimas. Por eso siguen protestando los padres de los 43 estudiantes de Ayotzinapa. Las mujeres de San Salvador Atenco afirman que no se cumplen acuerdos, igualito que lo de la minera Penmont. Sigue la impunidad.
AMLO nos deja un mal sabor de boca respecto de asesinatos a periodistas y mujeres. El caso más escandaloso es el de María del Sol Cruz Jarquín, un feminicidio con cinco años de impunidad, por arreglos y corrupción política en Oaxaca. El doble discurso y moral a la orden del día.
Recuerdo que el 30 de septiembre de 2022, desde Santa María Huatulco, Oaxaca, AMLO anunció que le haría un homenaje a Alejandro Murat, por su desempeño de gobernador; ahí, donde la violencia contra las mujeres y la impunidad crece y crece. Qué vergüenza.
Los militares no volvieron a los cuarteles. Las obras de la 4T declaradas “seguridad nacional”. Se ahogan las protestas, como antes; hoy, militares las vigilan.
Todo lo que se deseó como gobierno no existe. Y sí litigios judiciales que heredará alguna corcholata que esta semana arrancaron para 2024. Me pregunto qué fue la cuatrote. Dudas, vacíos, desesperanza y desencanto para las y los demócratas que comenzaron una transición en 1988. Veremos…
*Periodista. Directora del portal informativo http://www.semmexico.mx