DE LINDES
Desde hace algún tiempo, las calles de Francia se han llenado de distintas manifestaciones, tanto por el tema de las pensiones, como por las políticas económicas, pero ninguna de esas manifestaciones que si bien habían evidenciado el nivel de tensión y de descontento que se está viviendo en dicho país, había llegado al punto en donde la frase “Guerra civil” se pusiera sobre la mesa. Y es que el pasado martes 27, la policía de tránsito detuvo a Nahel N., un joven de tan solo 17 años que al pretender fugarse de la escena recibió un disparo por parte de la policía, que terminaría con su vida y daría inicio a una de las peores revueltas sociales en el país europeo, en los últimos tiempos.
Es que en cuánto se dio a conocer la noticia, las acusaciones de racismo y brutalidad policiaca comenzaron a elevar el tono al grado que cientos de miles de protestantes salieron a las calles de diversas ciudades francesas, primero de forma “moderadamente controlada” y poco a poco la violencia fue en aumento y el país entró en un caos sin precedentes, que hasta hoy sigue sin ser controlado, pero no solo eso, sino que aparentemente se ha comenzado a dispersar a naciones vecinas como Bélgica y Suiza, en dónde también se han llevado a cabo saqueos y protestas por parte de un sector de la población, en su mayoría inmigrantes que exigen un trato justo y se reconozca que el racismo es un tema real que debe de ser resuelto.
Sin embargo, la realidad es que si bien muchos protestan por la muerte del joven, muchos otros se han sumado a los saqueos, ataques y más con el mero propósito de desestabilizar aún más a un gobierno que desde que llegó hace 6 años no ha logrado encontrar la fórmula correcta para dar certeza y tranquilidad a sus ciudadanos, quienes constantemente se encuentran en medio de reclamos en contra de Macron, por considerar que su gobierno suele tomar decisiones de forma completamente unilateral y sin tener una base sólida para ello, por esa misma razón es que hoy las imágenes de Francia parecen las de una zona de guerra y no las de una de las naciones más poderosas del mundo.
Pero lo más grave es que el gobierno no ha comprendido que su mayor reto es la mezcla intercultural que se ha dado en los últimos tiempos, y por esa razón voces de izquierda, de derecha, musulmanes, católicos, empresarios y trabajadores, se enfrentan constantemente en dimes y diretes, mientras que el gobierno no encuentra la manera de albergar en una misma nación tantas ideas diversas, por lo que no han habido diálogos, negociaciones ni nada más, lo que ha provocado este caos que parece no terminará pronto, porque hoy el nombre de Nahel para muchos es solo una excusa para imponer sus ideas, porque como en su momento dijo Nelson Mandela; “Un gobierno que emplea la fuerza para imponer su dominio, enseña a los oprimidos a usar la fuerza para oponerse a él”.
JESSICA WOOLRICH