Joel Hernández Santiago
Pues nada, que el sábado 27 de noviembre se comenzaron a reunir políticos de viejo y nuevo cuño opositores al gobierno de la 4-T y provenientes de distintos partidos políticos e incluso sin partido. Todos para formalizar un Frente Cívico Nacional (FCN) que busca competir en la elección de 2024 con un candidato único surgido de una elección primaria interna.
Que la oposición se organice para hacer frente a la que para muchos es la aplanadora política en las próximas elecciones, el Movimiento de Regeneración Nacional –Morena-, está bien, conviene a todos, incluso al partido del gobierno, para garantizar el juego democrático y no repetir aquella historia del candidato sin oposición, como ocurrió en la elección de José López Portillo (PRI) en 1976.
Ya se sabe que la participación ciudadana en la elección de gobierno surge mediante procesos democráticos; y esos procesos democráticos incluyen a distintas formas de pensamiento, de ideal de gobierno, de ideal de país o nación, de doctrina y todo eso que le da particularidad a cada uno; todos ellos organizados en partidos políticos de distinto color y calado.
Pero se da el caso de que en México, de un tiempo a esta parte, el ideal clásico de sistema de partidos en los que cada uno demuestra esa particularidad, su distinción y su proyecto de gobierno se diluye en formas burocráticas que luego se transforman en la lucha de todos contra todos y todos en uno: sin color ni bandera.
Por ejemplo, el partido Morena está integrado por los remanentes del Partido de la Revolución Democrática (PRD) que luego de ser el gran partido “de izquierda” en México pasó a ser una sombra fatal de sí mismo. Integrantes directivos, militantes, simpatizantes se trasladaron solícitamente al partido que llevaba las de ganar, y participaron para esa ganancia electoral: Morena.
También están ahí aquellos priistas desahuciados que dejaron al clásico PRI, indignados porque no fueron beneficiarios de puestos o nombramientos o candidaturas. Muchos de ellos, incluso, están en el gobierno de Morena en puestos relevantes, a pesar de su pasado tenebroso y a los que se les disfrazó de Morenos, aunque llevan en su gen su partido de origen.
Panistas, petistas, verdistas e incluso la ultra derecha como ha sido el Partido Encuentro Social, hoy transformado en ‘Solidario’, son Morena.
Y defienden a capa y espada a Morena. Son de Morena en tanto Morena siga en el gobierno y esté dispuesto a repartir beneficios, puestos, canonjías políticas, nombramientos, candidaturas al más viejo estilo priista de compra de voluntades políticas. Aun cuando esas voluntades políticas sean tan frágiles como entonces y ahora mismo.
Luego, la oposición que se expresa en distintos partidos políticos como el Partido Acción Nacional (PAN), el Partido Revolucionario Institucional (PRI), el Partido de la Revolución Democrática (PRD). Pero ha estado “como ausente”:
Sin propuestas concretas de gobierno o proyecto de Nación para distinguirse de Morena. Sin fortaleza. Sin unidad interna. Sin ideales. Sin alternativas. Sin enjundia. Sin coraje democrático. Sin opción ciudadana. Apenas enfrascados en una lucha cuerpo a cuerpo con la 4-T sin llegar a nada.
Y lo peor, están sumergidos en el conflicto cotidiano de subsistir como oposición y confrontados en lo interno, lo que los hace frágiles y desconfiables. Esto es: hay en México una oposición frágil, desdibujada y sin la pasión que hace que, incluso la oposición, tenga un peso específico en las decisiones de gobierno.
Morena no es un partido de izquierda. No se le ve ese tono por ningún lado si somos rigurosos y serios. Tampoco los partidos de oposición garantizan distintas formas ideológicas para asumir al gobierno, a su administración y sus metas. Nada. Así que los mexicanos navegamos en “el corazón de las tinieblas”. En todo caso se confirma que estamos ante el fin de las ideologías, según escrituró Francis Fukuyama y hasta Samuel P. Huntington.
Lo que sí hay son intereses políticos desde las cúpulas de gobierno y de partido hasta quienes fervientemente defienden a la 4-T. Los hay también quienes se mantienen fieles a los distintos partidos de oposición pero cuyos dirigentes están en un tris de entregar el alma a su opositor, como es el caso de Alejandro Moreno “Alito” y Moreira Valdez (PRI).
Con todo, ahí está la oportunidad para la oposición organizada la que, incluso al modo de Morena, se integre en ese FCN con políticos, empresarios, artistas de distinta coloratura: todos para ganar las elecciones de 2024. ¿Les alcanzará la fuerza?
Falta que el FCN le diga a los mexicanos ¿por qué habría que votarse por ellos? ¿Qué los particulariza? ¿Cuáles son sus propuestas de solución a la inconformidad social que cada día es más evidente frente a las decisiones de gobierno de la 4-T? ¿Por qué habría que confiar en ellos?
Al momento sus propuestas son vagas y sin asidero firme. “Abrazar causas sociales: migración, feminismo, desaparecidos campo; candidatura de unidad con un candidato surgido de primarias; así como un plan alternativo de gobierno y gobierno de coalición.”, no dice mucho… casi nada…
En México hace falta una oposición seria y formal, rigurosa y cargada de propuestas de solución a los grandes problemas nacionales de hoy.
Una opción para el ciudadano. Mientras no sea así, Morena seguirá en caballo de hacienda y podría obtener el triunfo electoral en 2024. Está bien si la mayoría así lo decide; estará mal porque la oposición no brindó alternativas o simple y sencillamente no fue oposición a la altura de la democracia que queremos.