José Luis Parra
Antes decían que el sector ganadero era el más chillón. Hoy, las cosas no han cambiado mucho… salvo que ahora chillan con resultados. El Gobierno federal acaba de anunciar una inversión de 700 millones de pesos para ganaderos de Durango, Coahuila y Sonora. ¿El motivo? Que no pueden exportar a Estados Unidos por culpa del gusano barrenador, esa plaga que ha cerrado la frontera más veces de las que uno puede contar sin enojarse.
Y mientras tanto, el precio de la carne de res sigue por las nubes. Ni con las restricciones sanitarias ni con la supuesta sobreoferta de ganado en el país, la carne ha bajado de precio para el consumidor. Todo lo contrario: en agosto pasado, el kilo de carne en canal se disparó 18% respecto al año anterior, llegando a los 114 pesos, según datos del Grupo Consultor de Mercados Agrícolas.
Pero el llanto ganadero sí tuvo premio. Van 700 millones en apoyos, y eso que estamos en temporada de lluvias, cuando al menos el pasto no escasea. ¿Qué incluye el paquete? Sementales, fondos para la engorda y centros de producción de carne “de la mejor calidad”. Todo dentro del llamado Plan México, que busca fortalecer la producción nacional y, eventualmente, volver a exportar.
El problema es que esto no resuelve nada para el consumidor, que sigue pagando más por cada kilo de carne sin ver un solo beneficio. No hay créditos, no hay subsidios y mucho menos centros de distribución “de calidad”. Lo que sí hay es un aprendizaje amargo: el que no chilla, no mama.
Quizás los consumidores deberíamos aprender algo del sector ganadero. Organización, presión y exigencia. Pero no, el pueblo está demasiado desorganizado para un boicot y demasiado resignado para chillar. Así que mientras los productores reciben millones, nosotros seguiremos pagando los platos rotos… o, mejor dicho, los bisteces caros.
Quién fuera vaca flaca, pero con sindicato.