Javier Peñalosa Castro
Cuando parecía que nunca volveríamos a verlo en la escena política mexicana, ayer deambuló por el palacio del antiguo ayuntamiento, que es ocupado por el jefe de gobierno de la Ciudad de México, Miguel Ángel Mancera, el infame encargado de la seguridad nacional y la policía federal en la época negra del mínimo Felipe Calderón, Genaro García Luna, a quien se recuerda de manera muy especial por el montaje televisivo de la supuesta captura de una banda de secuestradores a la que aparentemente pertenecía la ciudadana francesa Florence Cassez, quien fue liberada precisamente gracias al resquicio legal que ofreció a sus abogados la escenificación ordenada por García Luna, casi tan burda como los videos en los que Eva Cadena supuestamente acepta dinero en nombre del dirigente nacional de Morena, y que han reeditado intentos de linchamiento como los que en su momento provocó con un recurso un poco menos burdo el empresario argentino Carlos Ahumada, en connivencia con Rosario Robles, Diego Fernández de Cevallos y, por supuesto, El Chupacabras Carlos Salinas de Gortari.
No resulta concebible que Mancera haya recibido a tan nefando personaje, así fuera por curiosidad, y en su calidad de presidente de la Conferencia Nacional de Gobernadores, sobre todo si se tiene en cuenta que ha sido señalado como violador consuetudinario de los derechos humanos y porque existen indicios de que tiene vínculos con el crimen organizado.
El pretexto, la presentación de un “índice”
Entrevistado sobre el motivo de la visita de uno de los más cuestionados colaboradores de Calderón, el jefe de Gobierno de la Ciudad de México dijo que García Luna presentaría a funcionarios capitalinos el Índice GLAC, que evalúa aspectos político sociales, económico financieros y de seguridad y justicia, el cual presentó hace algunas semanas en el Instituto Tecnológico Autónomo de México, alma mater de los principales defensores del llamado neoliberalismo económico que ha depredado a al País desde hace más de tres décadas.
En ese foro, el Hércules Poirot de Calderón dio a conocer que los índices de seguridad y, supuestamente, de bienestar de la Capital ya fueron evaluados por la empresa de García Luna. Tal vez de ahí la curiosidad de conocer un poco más del trabajo de este improbable académico y su equipo de trabajo, pese a la notoria mala fama de la que goza este siniestro personaje.
Excélsior reporta que la llegada del ex director de la Agencia Federal de Investigaciones y exsecretario de Seguridad Pública durante el calderonato llegó por la puerta lateral del edificio, a pesar de lo cual su presencia en el inmueble fue detectada y divulgada a través de los medios casi de inmediato.
Al correrse la noticia, los reporteros cuestionaron a Mancera sobre el motivo de la visita de García Luna, a lo que respondió que presentaría su famoso índice.
¡Mucho cuidado!
Resultará interesante llegar a conocer si este personaje logrará aprovechar la coyuntura que plantea el cambio de dirigencia en la Conago y la proximidad del relevo presidencial en México.
Resulta ingenuo —por decir lo menos— por parte de García Luna pensar que la opinión pública ha olvidado sus dislates, su desaseo y su ineficiencia, y que podrá colarse de nueva cuenta en posiciones políticas de importancia aprovechando el río revuelto que representa el escenario de corrupción, violencia desbordada y desencanto hacia la democracia por parte de los electores mexicanos, porque en caso paradigmáticos —para mal— como el suyo, la sociedad tiene memoria y resultará por demás improbable que tolere el regreso de este tipo al escenario nacional.
Seguramente el tiempo no ha curado la megalomanía del policía de Calderón en estos años, quien, por una parte se siente con autoridad profesional para opinar sobre un tema en el que su incapacidad fue mucho más que manifiesta y, por otra, para tratar de vender sus servicios de “consultoría” a precio de oro, como en su momento lo hizo Rudolph Giulliani con Marcelo Ebrard.
La recomendación al jefe de gobierno es que no preste oído a sus lisonjas y embustes y mucho menos caiga en la tentación de contratar los “servicios” de su empresa, por más que tenga nombre en inglés y funcione en Miami.