La historia poco difundida del diplomático mexicano que con sus acciones y su apego a la función diplomática, dio muestra al mundo de un auténtico compromiso con la misión encomendada por el Gobierno de México, apegada en todo momento a un auténtico modelo político humanista, en tiempos de la mayor amenaza registrada para la especie humana, por causas de la más reciente conflagración universal, que fue la Segunda Guerra Mundial, provocada por Adolfo Hitler e impulsada por sus aliados, Benito Mussolini, Francisco Franco e Hirohito.
Redacción MX Político.- En el obnubilado escenario de la historias contadas por los vencedores y cantadas con soberbia por los ejércitos “invencibles”, siempre hay auténticas crónicas de valor, compromiso, amor al prójimo y patriotismo que quedan al margen de la parafernalia de aquellos que no satisfechos con ganar, con su soberbia exterminadora, no vuelven fácilmente al camino de la prudencia y la sensatez mínimas como necesarias, para sostener la paz con el que antes se sostuvo una guerra… con el enemigo ya vencido y sometido pues.
Quizá por eso –por ejemplo- se sobrepongan en las modas del cine, la música, la prensa del espectáculo, solo las historias donde el que ganó, nunca tuvo dificultades y se perfiló –con soberbia y certidumbre- directo al triunfo.
No.. la victoria nunca fue tan fácil; ni siquiera al contarse.
Las múltiples historias contadas sobre la Segunda Guerra Mundial y su contexto, a veces son sintetizadas erróneamente con simples imágenes; como la del beso del marino estadounidense besando arrebatadamente a su novia en un puerto americano o bailando swing… o con la imagen del inmisericorde “bombazo” a las ciudades de Hiroshima y Nagasaki y antes, con el ataque japonés a Pearl Harbour.
Pocas, muy pocas veces se cuenta la historia completa, puntual, justa, de lo que fue la lucha de todo un frente de países –con todas sus limitaciones de por medio- contra una cuarteta de tiranos que amenazaron al mundo ejerciendo el genocidio y poniendo en riesgo, la subsistencia de la especie humana, motivados por el odio racial y la falsa idea de una supremacía mal interpretada por la filosofía eurocentrista.
México participó como aliado, en contra del eje Roma-Berlín-Tokio-Madrid y lo hizo, más allá de los tradicionales relatos del heróico ‘Escuadrón 201’… lo hizo con hazañas sublimes, mundialmente reconocidas como la del diplomático y ser humano excepcional, Don Gilberto Bosques Saldívar, gran poblano y mexicano ejemplar.
Un patriota revolucionario, congresista, educador, escritor, poeta, diplomático y humanista. Fue profunda la historia que dejó en la historia mexicana.
Debido a su naturaleza humilde y modesta, gran parte de su trabajo no es muy conocido.
Siendo Cónsul General de México en Francia, durante la Segunda Guerra Mundial, Gilberto Bosques ayudó a que refugiados sobrevivieran a la guerra en Europa. Con su ayuda, muchos de éstos escaparon a México, donde hicieron importantes contribuciones a la vida mexicana.
Desde su nombramiento, hecho por el presidente Lázaro Cárdenas, la tarea de Bosques Saldívar consistía en reportar las condiciones de guerra en Francia y Europa.
Bosques salió de París cuando la ciudad estaba a punto de ser tomada por los alemanes en junio de 1940. Con amplias instrucciones para establecer el consulado donde le conviniera, viajó primero al sur y después a la costa norte. Restableció el consulado general primero en Bayona, pero cuando los alemanes ocuparon la zona se trasladó con su familia y el consulado entero a Marsella, en el Mediterráneo, dentro de la zona del Gobierno francés de Vichy, nominalmente independiente de los alemanes.
Se dio a la tarea de defender a los mexicanos residentes en la Francia no ocupada, pero pronto protegió también a otros grupos.
Apoyó a libaneses con pasaporte mexicano y a refugiados españoles que buscaban huir de los nazis, e incluso se cree que fue él quien convenció al presidente Lázaro Cárdenas de abrir las puertas de México a los republicanos españoles.
Fue tal la afluencia de refugiados que buscaban una visa mexicana, que el cónsul Bosques alquiló dos castillos (el de Reynarde y el de Montgrand) para convertirlos en centros de asilo mientras se arreglaba su salida hacia México. Entre 800 u 850 fueron alojados en uno de los castillos, mientras que en el otro quedaron 500 niños y mujeres. Poco a poco fueron saliendo los exiliados, a los cuales el Gobierno mexicano les ofreció la nacionalidad mexicana de inmediato en caso de que quisieran adoptarla.
Por lo que el embajador mexicano también tuvo que hacer frente al hostigamiento de las autoridades hostiles, del eje alemán, al espionaje de la Gestapo, del gobierno de Franco y de la representación diplomática japonesa, que tenía sus oficinas en el mismo edificio de la Legación mexicana.
Además, el cónsul Bosques no quedó satisfecho; amplió su apoyo a los refugiados antinazis y antifascistas. Al concedérseles visas mexicanas, las autoridades francesas los dejaban salir del país porque consideraban que ya no serían un problema político para ellas. Más complicado fue el caso de los judíos. El consulado ocultó, documentó y les dio visas a numerosos judíos, pero era mucho más difícil sacarlos de Francia. Se sabe que hasta un megáfono compró y con él en su mano derecha convocaba en las calles cercanas a la Representación Mexicana, para invitar a que los perseguidos opasaran a recibir respaldo y la visa mexicana. Esas acciones le ocasionaron reprimendas y hasta su encarcelamiento.
Ese es el auténtico modelo político humanista, al que en estos días, por decreto, se nos quiere vender como “novedoso y de manufactura populista”.
La estatura del político, periodista y diplomático poblano (nació en Chiautla de Tapia), Gilberto Bosques Saldívar, fue tal que compartió desde sus inicios de su militancia, mucho antes de 1938, la idea de un Estado con igualdad social, política y económica. Y la compartía con líderes políticos del tamaño del General Lázaro Cárdenas, antes de su arribo a la Presidencia de la República.
Fue congruente con su idea hasta su muerte, en 1995, a la edad de 102 años, pero antes, abrazó la causa de la Revolución Mexicana junto con los hermanos Serdán, en Puebla, donde fue diputado local y federal.
Ayer, por fin se hizo justicia con este héroe de la diplomacia mexicana y mundial.
En una emotiva sesión solemne en la Cámara de Diputados, se rindió el sincero y merecido homenaje al ilustre mexicano, que desde hace muchos años se había pedido para Don Gilberto Bosques. Más de diez oradores ponderaron su figura, desde el diputado poblano Mario Riestra (PAN), pasando por la diputada priísta Blanca Alcalá, también poblana y cerrando la ceremonia solemne con las palabras del Presidente de la Cámara de Diputados, Santiago Creel Miranda. Riestra, fue el promotor de esta iniciativa que logró su concresión con la aprobación del pleno, tras sacar “del congelador parlamentario” una iniciativa similar del también parlamentario sinaloense Heriberto Galindo Quiñones, propuesta en la 62 Legilsatura, ante el entonces presidente de la Cámara, Ricardo Anaya.
Fue develado en el muro de honor y en letras de oro de ese recinto, el nombre del diplomático de origen poblano, que puso en alto el nombre de México y su diplomacia, gracias a sus acciones congruentes y a su compromiso con el genuino “humanismo mexicano” de los años 30 y 40.
Y es que por lo menos desde el año 2014, existen antecedentes de que desde el Congreso Federal mexicano, algunas voces preocupadas por reivindicar en su justa dimensión la figura de Gilberto Bosques, ya habían interpuesto la iniciativa legislativa de colocar su nombre en el muro de honor del recinto parlamentario y realizar un digno homenaje, pero no se había logrado.
El exembajador de México en Cuba y excónsul General en Chicago, Heriberto Galindo Quiñones, aclara que hay archivos diplomárticos, hechas por centros de investigación europeos, que estiman en más de 40 mil el número de personas salvadas de caer prisioneras –y quizá pudieron ser exterminadas- por las fuerzas de Adolfo Hitler o Mussolini. Coincidentalmente, Don Gilberto Bosques, también fue Embajador de México en Cuba, precisamente cuando triunfó la Revolución Cubana y él, alquiló, la Residencia que desde entonces ocupa la Representación Mexicana en La Habana; osea que, en ella vivió Bosques Saldívar y todos los embajadores mexicanos que le sucedieron.
Galindo Quiñones, también exdiputado federal y exsenador de la República, relata que Gilberto Bosques cayó preso en Bad Godesberg ante las fuerzas alemanas, junto a un numeroso grupo de mexicanos, pero fue su actitud digna y valiente, la que le valió que en poco tiempo, prisioneros mexicanos fueran canjeados por soldados alemanes capturados, gracias a la determinación firme del presidente Lázaro Cárdenas.
Cabe destacar que el acto de ayer fue un acto de justicia rotundo, pues el presidente de la Mesa Directiva, diputado Santiago Creel Miranda, durante el homenaje, hizo un reconocimiento a numerosos actores políticos y de la sociedad civil que desde hace años habrían venido pronunciándose por el homenaje y reconocimiento al diplomático Gilberto Bosques, como el propio Heriberto Galindo quien, en su condición de diputado federal, desde 2014 interpuso la iniciativa legislativa para incluir en el muro de honor a Bosques Saldívar.
También lo reconoció en su discurso, el diputado federal Mario Riestra, poblano, quien junto con la diputada Blanca Alcalá, habló en nombre de los habitantes de su entidad. El hecho de que Riestra y Creel, destacados legisladores panistas de esta legislatura, le hayan reconocido a Galindo Quiñones su mérito, habla muy bien de los legisladores panistas al reconocer a un destacado priísta.
Afortunadamente, hasta esta Legislatura y en la Presidencia de la Mesa de Santiago Creel Miranda, se pudo concretar este esperado y justo homenaje, para el cual, por supuesto que tuvo mucho qué ver, la Junta de Coordinación Política, integrada por los líderes parlamentarios de todas las fracciones ahí representadas, en la que los diputados Ignacio Mier y Rubén Moreira tuvieron mucho qué ver.
Porque Gilberto Bosques, salvó no solo a un conglomerado de diferentes nacionalidades; con su actitud, ese mexicano salvó en alguna medida a una parte importante de la humanidad de aquel entonces, de las garras del odio y la intolerancia.
hch