Norma Meraz
Marxistas, laicos y cristianos fueron gobernados por un hombre que nació para luchar por la democracia.
Fue líder estudiantil, médico cirujano, político socialista, luchador social y Presidente de la República de Chile del 3 de noviembre de 1970 al 11 de septiembre de 1973. Su nombre: Salvador Guillermo Allende Gossens.
Además de senador, fue cuatro veces candidato a la Presidencia de su país, representando a una alianza firmada por socialistas y comunistas.
A 46 años del golpe militar que derrocó al Presidente Salvador Allende, mi memoria guarda con gran emoción las vivencias de cuando conocí a ese personaje irrepetible en la Universidad de Guadalajara, Jalisco.
Era el 2 de diciembre de 1972, alrededor de dos mil asistentes entre estudiantes, maestros y periodistas esperábamos la llegada del Presidente Allende quien dictaría una conferencia a los ansiosos ahí reunidos.
De pronto lo vemos entrar vestido con traje claro y camisa negra sin corbata y pararse frente a un atril con micrófono.
Su voz fuerte y clara retumba en el aire: “Hay jóvenes viejos y viejos jóvenes, en esos me ubico yo”. Y así comenzó su alocución. Una pieza de oratoria que cimbró las emociones de aquellos que frente a él aplaudíamos sin parar.
Allende ejercía un gran magnetismo hacia las masas.
Ese día, en la Universidad de Guadalajara habló de la realidad que vivían los países latinoamericanos en cuanto a su pobreza y desigualdad, a la falta de servicios de salud y ausencia de mejores oportunidades para los trabajadores, hombres y mujeres de la ciudad y del campo.
El Presidente Allende concluye con un ¡Viva México, Viva Chile, Viva América Latina toda!
“Gracias México; amigo de mi Patria”.
Al año siguiente, el 9 de septiembre de 1973, conocí a Doña Hortensia Bussi de Allende e Isabel Allende, esposa e hija de Presidente de Chile. Habían sido invitadas a México por Doña María Esther Zuno de Echeverria –quién me presentó con ellas–, y tuve la oportunidad de acompañarlas a una gira por el Valle del Mezquital, en Hidalgo, y a Irapuato, Guanajuato, que había sufrido una inundación.
Doña Tencha, como le llamaban de cariño, e Isabel me invitaron a festejar el 15 de septiembre en Santiago de Chile y por supuesto que acepté de inmediato. El regreso a Chile estaba programado para el día 13. El golpe militar, adelantó el viaje y yo me quedé aquí.
Los jefes militares que habían jurado lealtad al Presidente Allende el día 10, bombardearon y asaltaron el Palacio de La Moneda, recinto oficial del gobierno, el día 11 de septiembre.
El Presidente Allende nunca abandonó su despacho, tenía un arma AK 47 a la mano y dirigiéndose a su personal de seguridad les dijo: “salgan y salven su vida”, a lo que no contestaron y permanecieron junto a él.
Casi de inmediato, el Presidente Salvador Allende dirigió un mensaje en vivo, a través de Radio Magallanes.
Citaré sólo algunas frases de ese último discurso que duró casi 7 minutos y dirigió a Chile antes de quitarse la vida.
“Está es la última oportunidad de dirigirme a ustedes… mis palabras no tienen amargura sino decepción… colocado en un tránsito histórico, pagaré con mi vida la lealtad del pueblo… Y les digo que tengo la certeza de que los procesos no se detienen ni con crimen ni con la fuerza…
“Agradezco a los trabajadores de mi Patria la lealtad y confianza que depositaron en un hombre que sólo fue intérprete de grandes anhelos de justicia… que empeñó su palabra de respetar la Constitución y así lo hizo…
“Me dirijo a la modesta mujer, a la campesina, a la obrera a la madre de familia, a los profesionistas patriotas, a la juventud, a aquellos que con su alegría cantaron y entregaron su alegría y su espíritu de lucha…
“Al hombre de Chile, al obrero, al campesino, al intelectual, a aquellos que serán perseguidos porque en nuestro país el fascismo ya ha estado muchas horas presente…
“Seguro la radio Magallanes será acallada y el timbre tranquilo de mi voz no llegará a ustedes. No importa, siempre estaré junto a ustedes… El pueblo debe defenderse pero no sacrificarse, el pueblo no debe dejarse avasallar ni acribillar pero tampoco puede humillarse…
“¡Viva Chile, Viva el pueblo, los trabajadores! Estas son mis últimas palabras, tengo la certeza de que mi sacrificio no será en vano, que será por lo menos una lección moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición”.
Así se despidió ese líder socialista que luchó siempre por la democracia, mientras seguían los bombardeos al Palacio de La Moneda.
¡Digamos la Verdad!