C O N T R A P O D E R
JUAN ANTONIO TORRES
Los comicios constitucionales para renovar la gubernatura de Chihuahua, los 67 municipios, el poder legislativo y las 9 diputaciones federales, están a poco más de tres meses y medio de llevarse a efecto y no son pocos los que se preguntan si el Partido Revolucionario Institucional-PRI- volverá a ser protagonista de la próxima batalla electoral, llevando por primera vez a una mujer, como abanderada a la gubernatura, a la ex secretaria de gobierno, Graciela Ortiz González.
Hoy la vasta entidad norteña, está teñida de azul, desde que el panista, Javier Corral Jurado, echara a patadas, del palacio de gobierno, a su acérrimo rival, el parralense innombrable, César Duarte Jáques, ahora recluido en una prisión de Miami, Florida, desde el pasado 8 de julio, por las 21 órdenes de aprehensión que pesan en su contra por las múltiples fechorías que cometió al amparo del poder durante el régimen pasado.
Graciela Ortiz González, tiene frente a si, el mayúsculo desafío de rescatar a la otrora aplanadora electoral, de las cenizas en las que está convertido el tricolor en Chihuahua, por los innumerables atracos cometidos por Duarte Jáques, y su gavilla de ex colaboradores, los que hoy, algunos de ellos están en prisión, mientras otros han puesto sus pies en polvorosa huida.
En ese contexto de podredumbre, que dejó convertida la pasada administración estatal, hay que reconocerlo sin rodeos, que la ahora candidata a gobernadora por el Revolucionario Institucional, puede presumir que no tiene mácula alguna en contra de su persona, durante el tiempo que fungió como la número dos de la pasada nomenclatura estatal.
Y eso, hay que subrayarlo con todas sus letras.
En los tiempos que corren, cuando muchos ex funcionarios del sexenio duartista, han resultados más que salpicados de la enorme cloaca, que se respiraba en todas y cada una de las secretarias del sexenio pasado.
“Al más pelón le colgaba el pelo”, o, “el más chimuelo masticaba fierros”, así se las gastaban los “servidores públicos” del ex mandatario priista, César Duarte.
Graciela Ortiz González, sin duda, reúne otras fortalezas, las cuales no pueden presumir, los otros candidatos a gobernador por Morena, Movimiento Ciudadano y obvio el PAN.
¿Cuáles son estas?
Sin duda, experiencia y trayectoria.
Ortiz González, en el sexenio de Patricio Martínez, fue ungida secretaria de Fomento Social, también de Educación y Cultura y culminó su caminar, al frente del PRI estatal.
También ha ocupado encargos importantes en la dirigencia del CEN del PRI, donde asumió retos importantes que sacó con buenos resultados, en tiempo y forma.
Y desde luego la secretaria de gobierno, en la administración duartista en la primera parte del sexenio.
Improvisada, no es en lo absoluto.
También hay derrotas electorales en su haber, no reconocerlas, sería no ver las dos caras de una misma moneda.
Sus falencias, como las tiene todo ser mortal.
La candidata priista a gobernadora, en la actual circunstancia político-electoral, se encuentra en una coyuntura que tal vez ni ella misma se hubiera imaginado.
¿A que nos referimos?
Sin duda, al esquema de confrontación en el cual están involucrados, el actual jefe político de la entidad, Javier Corral Jurado y la alcaldesa con licencia, la virtual candidata a gobernadora por el PAN, María Eugenia Campos Galván, quien ha sido acusada en voz alta y en todos los foros donde se ha parado el mandatario estatal, por los turbios vínculos que tejieron ella y el secretario del ayuntamiento, César Jáuregui Moreno, cuando ambos eran los que partían y repartían el pastel, en su calidad de diputados del PAN, tanto así que recibieron apoyos millonarios del putrefacto parralense, pero también muchas atenciones de todo tipo.
Los desencuentros que han protagonizado ambos personeros desde hace rato, tanto Corral Jurado como Campos Galván en sus enfrentamientos mediáticos, es un hecho contundente que dejaran daños colaterales, a la feligresía blanquiazul, ya no digamos solo a los simpatizantes, sino también a los propios abanderados a los puestos de elección popular, entre los cuales destaca, en un primer término, la misma candidata a gobernadora, sin duda.
Si logra el gobernador y el fiscal general, César Augusto Peniche, vincular a proceso en los próximos días a su némesis, María Eugenia Campos, es decir, descarrilarla de su legítima aspiración de ser la contendiente de facto y de derecho al gobierno de Chihuahua, y por ende, de hacer proselitismo partidista a partir del venidero 4 de abril, cuando arrancan formalmente las campañas, sin lugar a dudas, le hará un enorme daño al PAN, un boquete mayúsculo de consecuencias imprevisibles.
Un triunfo político del gobernador, desde luego, a costa de una correligionaria de su mismo establo.
Obvio, que también a muchos de los candidatos a alcaldes, diputados federales y locales, que traen el fierro de Maru y su mecenas protector, Marko Cortes, el líder del CEN del PAN, les van a cobrar factura más temprano que tarde, por el efecto domino, que pudiera cundir entre las hordas blanquiazules, al calor de las campañas con aroma electoral.
La misma película que vimos hace casi 5 años, cuando César Duarte se encargaba de sepultar al PRI, por sus innumerables trapacerías y latrocinios, apadrinado por Enrique Peña Nieto, y por si fuera poco, por imponer a su monigote, como candidato a sucederlo, al ex edil de Ciudad Juárez, Enrique Serrano Escobar, quien literalmente no pelaba un chango a mordidas, por decirlo de una manera jocosa.
El PRI, se estaba cayendo a pedazos, sus artífices despachaban en Los Pinos, el otro en palacio de gobierno.
Uno copetón y el otro, pelón, al compás de la cítara, destruían al otrora partidazo.
Hoy dos protagonistas del PAN, con nombre y apellido, están trenzados en una encarnizada lucha de poder.
Este enfrentamiento, cargado de encono, de visceralidad, que dejará muchos damnificados en las filas del panismo, debe ser capitalizado por el tricolor, y obvio, por la misma candidata gobernadora del PRI, Graciela Ortiz González y desde luego, los aspirantes a ediles, diputados federales y locales.
Graciela, debe reinventarse, redimirse, de lo que hizo en el pasado, sobre todo, reconocer y admitir sus errores, que desde luego, los ha cometido a lo largo de su trayectoria, en su quehacer político y administrativo.
¿Quién no los ha tenido a lo largo de su vida?
Desde mi muy personal óptica, Ortiz González, no es una mujer carismática, pero le sobra carácter, tiene sustancia.
La ahora abanderada del PRI, tiene en su periplo partidario, todo por ganar nada que perder, porqué el PRI, está en la lona, así pues, si Graciela Ortiz González, pretende en convertirse en una líder política, si entendemos por antonomasia que los lideres deben inspirar a muchas otras.
Por liderazgo, debemos entender como lo cita, Peter Senge, en su libro, La Quinta Disciplina, define a los líderes como las personas que respiran vida para inyectarla a personas, lugares y proyectos…
Bajo esta óptica, de erigirse en una auténtica líder, no debe dejar que la egolatría, la convierta en una rehén, como sucede muy seguido. Para decirlo en una forma llana y lisa: bajarse de la nube, pisar la tierra con los dos pies.
Graciela, ha desarrollado un alto perfil político, es una realidad, que lo tiene, no le debe impedir acercarse a la gente de a pie. Caminar la milla, quemar la suela de sus zapatos, generar sinergia. Saludar y sonreír, incluso a los que no la acepten.
Por qué, por una falsa percepción se enmascara a los abanderados a privilegiados puestos de elección popular en personajes arrogantes y altivos.
Graciela Ortiz González, ya está instalada en el arrancadero en la pista por la gubernatura de Chihuahua para el 6 de junio del 2021, tiene el enorme reto ante tirios y troyanos en convertirse en una líder, si entendemos que “un líder es alguien con el poder de proyectar luz o sombras sobre alguna parte del mundo y en las vidas de las personas que ahí viven, un líder da forma al entorno, un carácter distintivo dentro del cual otros tienen que vivir. Ese entorno – ethos- puede estar lleno de luz como el cielo, o tan sombreado como el infierno.
Para resumirlo, bastaría decir que “un buen líder está intensamente atento al juego entre la sombra y la luz internas, de tal forma que el acto de liderar no provoque más daño, que bien”.
Graciela Ortiz, sabe sin duda alguna en que convirtió César Duarte a Chihuahua en un sexenio. Pero también como lo está dejando su sucesor, Javier Corral…
Solo oscuridad. Nada de luz de los dos.
Uno por su galopante corrupción, el otro, por su ineptitud. Tan malo el tricolor, como El Talegas.
¿Cómo querrá trascender la primera mujer que postula el PRI, a la Primera Magistratura del estado de Chihuahua?..
Ella debe valorar y sabe que “los triunfadores son los que escriben la historia”, no solo en Chihuahua, sino en todo el Mundo.
Se catapulta su nombre en el espectro nacional, o se hunde en el ostracismo.
Solo el destino y Dios saben lo que habrá de sucederle en los próximos meses.