En días pasados, se llevaron a cabo las ceremonias de graduación y apertura de cursos en el sistema educativo militar, en el marco del Bicentenario del Heroico Colegio Militar, se graduaron 582 cadetes, 447 hombres y 95 mujeres. De ellos 363 hombres y 35 mujeres engrosaran como subtenientes y licenciados en administración militar las unidades del ejército y 114 hombres y 60 mujeres como licenciados en seguridad pública y suboficiales de la Guardia Nacional. A estos guardias nacionales se añaden 10 mujeres que realizaron el curso intensivo de un año, cumpliendo el requisito previo de ser sargentos primeros de la policía militar.
Esta antigüedad de guardias nacionales, la primera de egresados del bicentenario plantel, no solo da cuenta de su formación académica y ética a la par de sus compañeros del ejército, y de la vocación de una fuerza de su naturaleza como una rama más de las fuerzas armadas, tal como ocurre con cuerpos similares en Francia, Italia o España, sino que refrenda la trayectoria de la Guardia Nacional como una institución republicana y ligada con los momentos decisivos en la consolidación de México y de su soberanía.
A partir de ahí, es importante tener en consideración que la Guardia Nacional no es un invento nuevo y que está contemplada en la Constitución, no en vano Diego Fernández de Cevallos en su candidatura presidencial de 1994, propuso su rehabilitación. Los antecedentes de la Guardia Nacional se remontan a las milicias del Ejército Virreinal, aquellos cuerpos formados para la defensa exterior e interior de la Nueva España, ante la falta de tropas regulares españolas.
A lo largo de la guerra de Independencia, virreyes como Calleja echaron mano de estas fuerzas para combatir a los insurgentes, no en vano muchos destacados militares mexicanos de la primera mitad del siglo XIX, provinieron de estos cuerpos. Tras la consumación de la Independencia, Iturbide ordenó que se formaran milicias haciendo hincapié en la obligación de los ciudadanos para coadyuvar en la defensa del imperio. Los gobiernos centralistas no fomentaron la creación de milicias por ser dependientes de los estados y autoridades locales y es hasta 1846, ante la amenaza de la invasión norteamericana cuando propiamente nace de manera formal la Guardia Nacional.
La Guardia Nacional complementó y auxilió al ejército en las labores de defensa del territorio y seguridad interior al patrullar sus zonas de influencia, pero fue costeada por gobernadores y autoridades locales, aun así, se sometió a la ordenanza castrense y se le dotó del mismo armamento que las tropas regulares. Su carácter fue genuinamente ciudadano, incluso tal vez tuvo el primer ejercicio democrático en México, pues sus efectivos elegían mediante el voto directo a sus mandos.
La Guardia Nacional se batió con valor frente los norteamericanos, se distinguieron concretamente en las acciones de Churubusco y Molino del Rey. Sus batallones definieron su origen: El Victoria con comerciantes, el Hidalgo con empleados, el Independencia con artesanos, el Bravos con tabaqueros, el afamado Batallón Mina del Coronel Balderas fue también una unidad de guardias nacionales. El origen común abonó a un sólido espíritu de cuerpo.
Al estallar la Guerra de Reforma, el grueso del ejército regular se unió al bando conservador, por ende, el ejército republicano de Juárez nutrió sus tropas con las unidades de Guardia Nacional, de formación eminentemente federalista. Estas fuerzas se foguearon sobre el campo de batalla y tras los reveses iniciales pavimentaron el camino hasta la victoria final el 22 de diciembre de 1860 en Calpulalpan.
Al igual que en 1847, al estallar la intervención francesa, la Guardia Nacional estuvo a la altura de las circunstancias, combatiendo a enemigos y traidores. Para la historia ha quedado su valor en la épica batalla del 5 de mayo de 1862, cuando el 6 Batallón de la Guardia Nacional de Puebla, sostuvo la línea de defensa entre los fuertes de Loreto y Guadalupe peleando hombro con hombro con los hombres del Ejército de Oriente. Este batallón estuvo compuesto por indígenas de Tetela de Ocampo, Xochiapulco y Zacapoaxtla mandados por Méndez, Bonilla y Lucas, los famosos “Tres Juanes de la Sierra”. Con la profesionalización del Ejército Federal en el porfiriato la Guardia Nacional desapareció, pero como ya se mencionó fue considerada en la constitución de 1917.
Hoy los jóvenes guardias nacionales, tienen un enorme compromiso ante los retos que enfrentan, su tarea no será fácil, sin embargo, cuentan con viento a su favor gracias a la preparación que, en todos los sentidos, les dará el ser hijos del Heroico Colegio Militar, pero también al orgullo de ser depositarios del legado histórico de sus antecesores que se destacaron en las cruentas jornadas del siglo XIX.