Por Leopoldo Díaz Pérez
Cinco siglos han pasado desde la globalización provocada por el bloqueo de las rutas comerciales y ahora se intentan romper nuevamente las cadenas logísticas.
Y sí, la toma de Constantinopla por los turcos en 1453 dejó la capital del Imperio romano de Oriente en poder del islam, bloquearon los puertos del Mediterráneo oriental y consecuentemente las vías marítimas que los cristianos navegaban para comerciar con el prospero imperio Chino donde se originaban las Rutas de la Seda. Las mercancías dejaron de fluir por tierra y por mar.
El sultán quería estrangular a la cristiandad, conquistar Roma y culminar la conquista del islam sobre Europa. Tenía todo para lograrlo; la economía Europea dependía en gran medida del comercio, que dependía de los puertos y mares…, y del contacto con Oriente. Juan Miguel Zunzunegui.
Y sucedió una dinámica histórica maravillosa; impulsado por una indomable energía creativa, audacia, valor, ciencia y tecnología occidente en la búsqueda de nuevas rutas descubrió América, expandió el comercio globalmente y fincó los cimientos de la poderosa Europa sobre la decadencia del Imperio Otomano. Expandió el mundo hasta los últimos límites de su geografía, se dio el advenimiento del capitalismo, la riqueza y el liberalismo, y más.
Justo ahora cuando los Estados Unidos elevan un muro de proteccionismo y diques a las corrientes migratorias que son el fundamento de su cosmopolita sociedad, pareciera que la fuerza de la historia se invierte al tratar de estrangular a China y debilitar a Rusia en un afán de conquistar Eurasia y el corazón de la Tierra, para dominar el mundo, como lo visualizó Halford Mackinder.
Si Occidente logra bloquear las cadenas logísticas de Oriente en su afán de conquistar Eurasia cuna de antiguas civilizaciones y dominar el mundo, quizás este fincando igual, los cimientos de su decadencia. Los signos y síntomas se perciben en un mundo que empequeñeció y que acelera el acontecer histórico; el progreso científico y los fulgurantes reflejos de una sociedad oriental que nada envidia a la bella época fruto del colonialismo salvaje.
En 1971 Henry Kissinger con un pensamiento pragmático y de cooperación se reunió con los lideres chinos -primer ministro chino Zhou Enlai- y acordaron normalizar las relaciones bilaterales. China experimentaba entonces un escenario inestable con la revolución cultural, en el marco de la Guerra Fría y el conflicto en Vietnam.
A la fecha, los resultados todos los conocemos, el ascenso de China como potencia económica vía inversiones manufactureras de occidente y la reconstrucción de su economía, sorprendente infraestructura, progreso científico y técnico. Destacando algo paradójico; no impulsó empresas bélicas allende sus fronteras.
La estrategia de Henry Kissinger llevaba una traza de mercantilismo; utilizar la mano de obra China, abundante y barata, error que condujo al desmantelamiento de parte importante de la planta productiva estadounidense, aunado a la acumulación de capital especulativo; el dólar cegado por el dólar.
La política exterior China deja claro que como su emblemática muralla, mantiene vigente el desarrollo y fortalecimiento interno, que cual ave fénix remonta el sello del Siglo de la Humillación marcado por las Guerras del Opio y que su pragmatismo económico es inamovible como irreductible su voluntad de sostener la libertad de comercio y la defensa de su entorno geopolítico, no obstante que Occidente avanza cerrando el estado de sitio con la OTAN y las escaladas bélicas después de la Guerra Fría en: Irak, Kuwait, Somalia, Bosnia, Sudan, Afganistán, Yugoeslavia, Yemen, Pakistán, Siria, Irán, Ucrania, a lo que se suma el conflicto árabe israelí .
En dicho esquema se enmarca Taiwán, otrora considerado bajo el principio de “una sola China” por la diplomacia de los Estados Unidos y que ha devenido en importante posición bélica de Occidente para completar el cerco geopolítico.
No en vano sentenció Wang Yi con claridad meridiana la diplomacia china:
“El desarrollo de China tiene una fuerte dinámica endógena y una lógica histórica inevitable. Es imposible tratar de transformar China, y es aún más imposible rodearla y contenerla.”
Queda claro que el espacio geopolítico se agotó y lo que hace cinco siglos significó el Nuevo Mundo; cuasi nueva creación que separó los mares de la tierra para dar cabida a medio milenio de libertad, renacimiento, industrialización y esperanza para la humanidad, tornó en asfixiante ámbito global, con riesgo de una implosión demencial. Es impensable repetir la barbarie de violencia del siglo XX. Nuestra civilización merece entendimiento y paz.
Gano la soberbia del dólar, perdió el imperio industrial manufacturero, que busca afanosamente “Make America Great Again”.
@Leopoldiazperez