La insoslayable brevedad
Javier Roldán Dávila
Se va el año en que respirar y socializar podían ser causa de muerte
Inevitable, 2021 fue el año marcado por la pandemia, aún más que el lapso previo, como nunca, tuvimos certeza de que la enfermedad existe, que no era un invento gubernamental, un ardid para controlarnos, como los amantes del pensamiento mágico vociferan.
Así pues, a los retos de siempre, el trabajo, la escuela, la familia, la salud, la seguridad, en fin, lo cotidiano, añadimos la preocupación por la enfermedad que azotó por igual al pobre, al rico, al poderoso, al famoso, al niño, al viejo y al menesteroso.
Claro está que está que, la forma de enfrentar el contagio, ha dependido de los recursos con los que se cuente, eso fue lo que marcó la asimetría entre ciudadanos y países.
Por lo tanto, el día a día implicó una recurrencia constante a la resiliencia, ora basada en la fe, ora sustentada en la autoestima, en cualquier sentido, requerimos de gran templanza.
No está de más insistir: la lucha se dio en el plano individual y colectivo.
Con todo, la inteligencia radica en haber obtenido un aprendizaje que nos permita enfrentar los desafíos con determinación y astucia suficientes, para superarlos en términos civilizatorios, el mezquino Yo, debe quedar en segundo plano.
Como dijo el pragmático será cosa de cada quien, sin embargo, habrá que darle mérito al Predicador que siempre, con infinita sabiduría, nos recuerda: “Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora” (Ec-3:1).
Por lo tanto, lo que debemos agradecer infinitamente, parafraseando al Predicador, es: que nuestra memoria no fue puesta en olvido, que nuestro amor y envida no han fenecido, que seguimos tomando parte en lo que se hace debajo del sol ¡estamos vivos pues!
Nos vemos luego 2021.