La insoslayable brevedad
Javier Roldán Dávila
En los predestinados el instinto es ciencia
El pasado sábado, mi gran, gran amigo, Rafael Cruz Tronco, dejó este plano y entró en pausa, duerme en el Seol.
Humano, fue contradictorio, un ser total, me quedo con el modo más notable: su generosidad, existe múltiple evidencia de ello.
Intrépido, fu falta de formación profesional no lo limitó, la perseverancia y su profunda Fe en Dios, lo llevaron a sobresalir. Testificar devoción fue causa.
Franco, esgrimió su negritud como baluarte, no cayó en la auto victimización, a las cosas por su nombre.
Bailarín, dicharachero, era un hombre harto divertido, no obstante, como a todos, la ira lo visitaba, pero, no lo dominaba, un: oye nene, ya no estés enojado, daba fin al conflicto.
La política, el periodismo, eran sus terrenales pasiones. A su manera, conservó las convicciones, fue priista y nunca abdicó, lo cual es destacable. Si Fidel lo hubiese escuchado, otra sería la historia.
Faltan cosas. Admito, lo describo con fraternal aprecio, por lo tanto, me acuno en la fundacional máxima hebraica: “ex abundantia cordis os loquitur”.
Cierro este comentario, en su nombre, como él hubiera querido hacerlo ¡va por ti, mi ‘Negro’!: “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no solo a mí, sino también a todos los que aman su venida”. (2 Timoteo, 4:7-8)