Javier Peñalosa Castro
A dos años de los comicios para elegir Presidente, Peña Nieto y su camarilla no pueden presumir un solo logro relevante en los asuntos de mayor relevancia para México y los mexicanos.
Las famosas reformas estructurales que nos llevarían al Primer Mundo en un plazo máximo de 20 años, no han rendido fruto alguno ni se vislumbra algún avance significativo en campos como la macroeconomía, la educación, la industria energética, el sistema tributario o el sector laboral, sólo por citar algunos.
En lo que concierne a la economía, ni siquiera los llamados indicadores macroeconómicos, de cuya estabilidad se presumía hasta hace poco, muestran signos alentadores. Si no fuera algo tan grave, movería a risa el ajuste constante a la baja del pronóstico de crecimiento anual del PIB.
El tipo de cambio, mientras tanto, ha tenido una caída de alrededor del 50 por ciento y nada parece frenar su desplome.
¿Y la reforma educativa?
En tanto, la deuda pública sigue creciendo sin que se vea beneficio tangible como resultado.
En educación vamos de mal en peor. El relevo de Emilio Chuayffet por Aurelio, El Niño, Nuño, sólo ha servido para profundizar las diferencias, cerrar toda posibilidad al diálogo y tratar de convertir a la SEP en un trampolín para la candidatura presidencial. En tanto, el Politécnico está paralizado y las posibilidades de solucionar el conflicto se ven cada vez más lejana. La cacareada reforma educativa continúa pendiente.
Al finalizar la semana, al más puro estilo de Vicente Fox, Nuño dijo ante la comunidad académica de la Universidad Panamericana, alma mater de Peña Nieto manejada por el Opus Dei, que el conflicto en el Poli incumbe sólo a la SEP, y no a Peña Nieto (habría que ver cuales asuntos incumben al Presidente).
Los trabajadores, peor que en el porfiriato
En lo laboral, los únicos que tienen seguros sus magníficos salarios y prestaciones son los burócratas de altos vuelos, diputados, senadores y miembros del poder judicial, así como de lo que queda del desmantelado sector paraestatal, en lo que concierne al gobierno; y los gerentes y directivos de bancos y empresas privadas, nacionales y extranjeros.
Al común de los mortales, la contratación “por honorarios” sin generar derechos o a través de empresas pantalla, malamente llamadas de tercerización o outsoutcing, los deja al margen de toda prestación y derecho.
Las pensiones prácticamente han desaparecido. En su lugar, se obliga al trabajador a destinar parte de su sueldo a una opción poco clara de jubilación, ligada a la especulación en fondos de inversión y sometida a la sangría que representan las jugosas comisiones cobradas por los concesionarios del manejo de estos fondos.
Inútil, el desmantelamiento del sector energético paraestatal
La cacareada reforma energética, llevada a cabo sin el menor pudor o salvaguarda del interés nacional, no ha traído beneficio alguno al País ni a sus habitantes.
La ambición por las jugosas comisiones que podría dejarles la eventual inyección de inversión extranjera hizo que quienes nos mal gobiernan pasaran por alto la coyuntura actual de precios en mínimos históricos. Sólo los que recibirán verdaderos regalos participaron en las subastas del sector petrolero, y de éstos, buena parte han reculado.
Afortunadamente para el país, aparentemente este entorno negativo para la industria amortiguará la intención de Peña y su corte de los milagros de rematar lo que De la Madrid, Salinas, Zedillo, Fox y Calderón dejaron del patrimonio nacional.
¿Y las finanzas públicas?
Otra de las promesas incumplidas del peñismo es la de poner orden en las finanzas públicas. Lejos de ello, los miembros de este clan, desde el propio Presidente y su Secretario de Hacienda hasta el último de sus miembros, han sido acusados de enriquecimiento ilícito, o cuando menos inexplicable. La respuesta estuvo lejos de transparentar el quehacer público. Se resucitó a la Secretaría de la Función Pública, con el propósito más burdo: exonerar, ante la opinión pública dispuesta a creerlo, a los políticos dueños de mansiones, adquiridas a sus contratistas consentidos en condiciones que no aceptan el más tenue escrutinio.
En tanto, ante la baja del petróleo y la voracidad sin límite de quienes detentan el poder en México, Peña y sus incondicionales han seguido la receta tradicional de los recortes “dolorosos, pero necesarios”, que implican el recorte de inversiones productivas y del presupuesto para rubros fundamentales, como la educación, el fomento de la cultura y el desarrollo científico y tecnológico.
Más de lo mismo
Infortunadamente, lo expuesto en estas líneas pudo haberse dicho hace un año, dos o tres. Sin embargo, lo grave es que, tal como se vislumbra el panorama, podrá ser vigente dentro de un año o dos. El único interés verdadero de este grupito parece ser el de “resolver su situación económica”… y la de sus hijos, nietos y varias generaciones más.
¿Cuánto tiempo más seremos capaces los mexicanos de padecer a este hatajo de cleptócratas e ineptos?