José Luis Parra
Chávez Jr. no fue capturado en México. Fue detenido por los gringos.
¿Y la FGR? ¿Y las órdenes judiciales mexicanas? Bien, gracias.
El hijo de la Leyenda se paseó por territorio nacional con una orden de aprehensión vigente. En dos ocasiones. Entró, salió, comió pavo en Año Nuevo, se tomó fotos con sus hijos, y volvió a cruzar la frontera como si fuera un turista más con visa B2. Sin prisas, sin miedo, sin que nadie lo molestara.
México, tierra donde ser hijo de alguien poderoso es garantía de impunidad.
Ni su padre —el gran ídolo del boxeo mexicano, aliado público de Claudia Sheinbaum— ni sus vínculos con personajes cercanos al Cártel de Sinaloa fueron suficientes para que nuestras autoridades lo molestaran. Más bien, fueron útiles para que no lo tocaran.
¿Hasta dónde se extiende la protección que da la fama?
Chávez Jr. no solo es boxeador —de carrera decadente y episodios de rehabilitación eternos—, es también un símbolo: del hijo intocable, del México donde la ley se negocia, del sistema que se hace de la vista gorda cuando el apellido pesa más que el delito.
Porque no se trata solo de posesión de armas. Ni de una pelea más por rating. No. Se trata de vínculos con el narco, con el Cártel de Sinaloa, a través de su pareja actual, que antes fue pareja de Édgar Guzmán, hijo del Chapo. Conexiones que prenden alarmas de seguridad nacional en cualquier otro país, pero que aquí apenas provocan un bostezo institucional.
Ahora que ICE lo detuvo en California, ya todos se acuerdan de su orden de arresto. La FGR corre a explicar que lo quisieron detener muchas veces, pero que no estaba en su poder. Casi como si Chávez Jr. fuera un Pokémon legendario: imposible de atrapar, aunque aparezca en tus narices.
El fiscal Gertz incluso culpa a Estados Unidos por no hacer caso. Pero, a ver, ¿quién dejó que entrara y saliera de México como Pedro por su casa? ¿Quién toleró sus visitas familiares, sus selfies de Año Nuevo? ¿Quién fingió demencia?
Y mientras tanto, su padre sigue posando para las cámaras al lado de la presidenta, con la camiseta de “Leyenda Viva” bien puesta. Porque aquí la política necesita de figuras públicas con apellidos pesados. Aunque estén embarrados de lodo.
Chávez Jr. noqueó al sistema. Pero no por fuerza, sino por omisión. México perdió por abandono.
Ahora su defensa mete amparos por adelantado, para evitar su detención cuando regrese al país. Los niegan, claro. Pero el solo hecho de que los presenten demuestra el nivel de confianza que aún tienen en sus redes de protección.
¿Quién ganará esta pelea?
No importa. Chávez Jr. ya ganó los primeros rounds por incomparecencia del rival.