CUENTO
Era sábado, y al siguiente día cumpliría 75 años. Sentado ahí -en el balcón de su casa en la playa, sin más compañía que la luz de la luna-, no dejaba de traer a su memoria los segundos años de su juventud. Una y otra vez detenía su mente, como si estuviese viendo una cinta de video, cada vez que daba con uno de sus recuerdos.
Hacía mucho tiempo que él los había catalogado a éstos por géneros, porque había descubierto que así se le haría más fácil a la hora de tener que buscarlos. Pero ahora el problema que tenía es que no sabía a cuál de ellos necesitaba, porque no estaba seguro de cómo se sentía.
Muchas veces cuando se sentía triste buscaba dentro de lo opuesto, es decir dentro del género de “recuerdos alegres”. Pero ahora no era tristeza ni alegría lo que sentía, sino que algo distinto, y tratar de averiguarlo le resultaba muy difícil. Después de estar un rato con la mirada fija sobre las olas que rompían en la playa, se dio cuenta de que hacía mucho tiempo que venía evitando un género de sus recuerdos, el del sufrimiento.
-No. ¡No quiero recordarlo! -se dijo con todas sus fuerzas, mientras hacía todo lo posible por sacudirse su melancolía. Pero ya no había nada que hacer, porque entonces su mente ya se había detenido justamente sobre aquel recuerdo muy doloroso.
-¡Sigue! ¡No te detengas aquí! -le dijo una voz interior, pero él no le obedeció. Pasados unos segundos ya estaba reviviendo otra vez esa escena de su vida.
-¿Cómo puedes estar diciéndome esto? -le preguntó a ella. Y la mujer le contestó:
-¡Ya no te puedo mentir más! ¡Es la verdad! Ya no te amo…
-¡Pero si mañana es nuestra boda…!
-¡Eso ya lo sé! Por eso es que esta noche he venido a decírtelo, antes de que sea demasiado tarde.
-No. ¡No puedes estar hablando en serio! Estás bromeando, ¿verdad? Por favor, ya dime que solo me quieres dar un susto.
-No, John. No estoy bromeando. Me duele mucho decírtelo, pero hay otro hombre en mi vida.
-¡Estás mintiendo! -explotó él-. Dime, ¿cuándo fue que lo conociste?
-Un día en que tú y yo fuimos a la playa.
-¿Por qué? ¡Por qué no me lo dijiste entonces!
-¡Porque entonces lo no supe! -dijo ella, exasperada-. Creí, ¡creí que solamente sería una aventura momentánea que después pasaría!, hasta que estuve con él…
-¿Y después qué? -quiso saber John.
-Pues… ¡pues no lo sé! Algo dentro de mí surgió y…
-¡Ya no digas más, por favor! -lo interrumpió él. Después de calmarse un poco preguntó:
-¿Lo amas?
-Sí…, y él a mí.
-Pues entonces vete con él.
-Yo… empezó por decir la mujer, pero John la calló.
-No. ¡Ya no me digas nada, por favor!
-¡Pero es que…!
-¡Pero es que nada! Apártate ya de mi vista, que ya no soporto verte… -John tenía el rostro descompuesto y los puños apretados muy fuertemente; sentía muchas ganas de llorar. No podía dar crédito de lo que está viviendo. La mujer a la que amaba y con la cual se iba a casar, había venido para darle la peor noticia de su vida: ya no lo amaba.
Esa noche, después que ella se fue, no pudo dormir para nada. Acostado en la oscuridad de su cuarto, mientras lloraba por el amor de su vida, se prometió y juró que nunca más le volvería a suceder lo mismo. Nunca más iba a enamorarse, porque ella le había matado por completo su corazón. Y desde entonces se quedó soltero.
FIN.
ANTHONY SMART
Julio/11/2017