En el Museo de la Ciudad de Cuernavaca se encuentra instalada desde el sábado pasado, una extraordinaria exposición que rinde homenaje al gran fotógrafo mexicano Rodrigo Moya, artista referente de su generación. La muestra “Rodrigo Moya-Kijano. Los claroscuros del color y la palabra”, es iniciativa del pintor mexicano de prestigio internacional, Carlos Maciel, precisamente para reconocer el trabajo del ilustre maestro de la lente.
La exposición, inaugurada recientemente con la asistencia del propio Rodrigo Moya, Maciel, intelectuales y artistas mexicanos y extranjeros, se compone de 29 imágenes de Moya acompañadas de la pintura de Kijano y la poesía de Alejandra Atala, Jean-Clarence Lambert, Ángela García, José Ángel Leyva y Lasse Soderberg. La curaduría de la obra fotográfica estuvo bajo la responsabilidad de Susan Flaherty, y el diseño del catálogo y de los elementos museográficos a Alejandro Mojica.
“Maestro Rodrigo Moya –dijo Elmer Mendoza en su emotivo discurso en la inauguración de la muestra- apenas veo tus fotos y ya estás en mis recuerdos. Tu universo visual tiene esa fuerza, esa suavidad de piélago que logra que tus imágenes pasen rápidamente a formar parte de uno, de esa doblez oscura que todos ocultamos, o de esa erupción de duendes que nos hace luminosos y creyentes…”
A Moya, quien nació en 1934, le gusta, ilustra Elmer Mendoza, la redondez del mundo; se detiene en sus semejantes descubriendo los gestos y las manos y los deja que vuelen como pájaros Hitchcok.
En tanto, el escritor y crítico de arte chileno, Raymundo Ernst, en un texto enviado de Cartagena, Chile, asienta, con relación a esta exposición que por nada debe perderse de admirar: “Dentro de las artes representativas o miméticas pocas son tan claras o evidentes como la fotografía. Cuando hablamos de la realidad, o lo que al menos nos lo parece, en ese instante, lo real se disipa.
“El concepto de realismo conlleva un alto grado de relatividad. Partamos de la premisa de que toda creación artística se sitúa entre los polos conceptuales extremos de realidad y abstracción, o bien de naturaleza e idealidad. La obra de Rodrigo Moya, desde sus inicios como versátil reportero gráfico, ya daba cuenta de esto, y en su obra más poética y culterana hizo lo suyo. Por su parte, Kijano se refocila en lo que mejor sabe hacer: akijanar el mundo. Pero en esta ocasión con un guiño muy recatado y respetuoso frente a las imágenes del maestro y amigo que no sólo lo agigantan como pintor, sino que lo engrandecen en su rebeldía de quien ha sabido imponerse con un lenguaje que ya para todos es familiar. Por eso decimos que la magia y la perfección del imaginario visual de Moya son el aliciente para pensar el arte desde el propio arte…”
Ernst postula: “La obra de Rodrigo Moya en apariencia clásica, se presenta como una forma artística sintética, probablemente de las más apasionantes y al mismo tiempo difíciles de asimilar, al formular una protesta crítica contra la naturalidad que implica el deleite sensorial. Los géneros tradicionales en el arte parecieran haberse anquilosado, sin embargo, presentan aún un potencial utópico si nos dejamos seducir por la combinación innovadora de materiales y formas”.