Norma Meraz
¡Ni tarde tranquila, ni noche serena, ni amanecer brillante!
¿A quién le importan los 90 mil muertos por la pandemia, la negligencia y la insensatez?
¿A quién le importan las masacres diarias en Michoacán, Chihuahua o cualquier rincón del país?
¿A quién le importan los innumerables desaparecidos que nadie busca?
¿A quién le importa que los campesinos no tengan créditos, semillas que sembrar y agua con que regar?
¿A quién le importa que sigan muriendo enfermer@s, doctor@s y camiller@s por falta de equipo médico?
¿A quién le importa que las cocinas económicas, los restaurantes, los talleres mecánicos y las tienditas de la esquina cierren?
¿A quién le importa que los huracanes, los temblores, las tormentas arrasen con los pueblos si ya no hay dinero para atender los daños por desastres naturales, porque todo se fue al cochinito para las campañas políticas del partido en el gobierno?
¿A quién le importa la seguridad de los ciudadanos
¿A quién le importa la investigación científica?
¿A quién le importa que haya más feminicidios?
¿A quién le importa que México florezca?
¿A quién le importa la rifa de un avión que mejor debería ser convertido en cafetería?
¿A quién le importa que se construya un campo de beisbol en lugar de poner techo a las escuelas rurales?
¿A quién le importa que no haya medicamentos para los niños con cáncer?
¿A quién le importa que Austria regrese a México un penacho de plumas que ni siquiera era de Moctezuma?
¿A quién le importa que España nos pida perdón por habernos conquistado y hecho Nación?
¿A quién le importa que El Vaticano además de pedir perdón, nos regrese unos códices que ya nadie estudiará porque ya no hay presupuesto para investigadores?
¿A quién le importa que se desintegre la República mientras los “políticos” del régimen se entretienen en pleitos callejeros y el Jefe del Ejecutivo polariza al país para concretar aquello de “divide y vencerás”?
¿A quién le importa si al general Salvador Cienfuegos lo condenan en Estados Unidos a purgar una pena por algo que quizá no hizo?
¿Acaso al gobierno mexicano ya se le olvidó que este militar comandó por seis años al Ejército que ha honrado a México?
Todos estos y otros cuestionamientos más me los planteaba hace apenas unos días un hombre que se enlistó en el Ejército el primer día de noviembre de 1935, como soldado de arma, en el 40/ Batallón de Infantería.
Nació en Durango, Durango –mi tierra querida– el 27 de octubre de 1920.
En enero de 1939, tuvo su primer ascenso a Sargento 2o.; en 1940, a Sargento 1o.; luego, Subteniente en 1942; Teniente en 1946; Capitán 2o.en 1951, Capitán 1o. en 1957, Mayor en 1961, Teniente Coronel en 1967, Coronel en 1972 y General Brigadier en 1977.
Su carrera la hizo en la especialidad de Transmisiones y se desempeñó en distintas Unidades y Dependencias de la Secretaría de la Defensa Nacional.
Con una hoja de servicios impecable, bordada de conceptos y condecoraciones por parte de sus superiores, el General Brigadier Federico Mendoza Hernández, lúcido y con claridad meridiana, pone sobre la mesa tantas preguntas como velas tiene el pastel –que frente a él– porta un número muy especial: el 100.
¡El General Mendoza cumplió una centuria de edad!
Y comenta: “¡México tiene frente a sí, un futuro incierto!”
¡Qué privilegio, nacer y servir a México!,
¡Que tristeza por tantas preguntas sin respuesta!
¡Qué orgullo para mi familia!
¡Felicidades, tío Federico!
¡Digamos la Verdad!