Si todos los indicadores apuntaban hacia el encontronazo con un iceberg financiero, en el verano del 2008 se produjo la catástrofe para la política independiente de Latinoamérica. Se impusieron el desconcierto y los tumbos a troche y moche.
El Mercosur había demostrado a los cachorros del Imperio que los yanquis nos utilizaban como parapeto de oscuras intenciones para adueñarse de todas las riquezas del Continente y que esa historia maldita se podía revertir.
Doce millones de mexicanos atendían en territorio estadounidense —con trato de esclavos—el sector agropecuario y lo estaban haciendo el más productivo del planeta, mientras los bancos anglosajones destruían lo que tocaban.
Los wasp ya habían quebrado las industrias electrónica, aeronáutica, satelital, financiera, la asistencia social, la educación y todo lo imaginable. Los Bush habían convertido a los Estados Unidos en un país bananero, con traspatios corrompidos.
La revolución social era un hecho
Por otro lado, el Mercosur abría –en base a las amplísimas posibilidades petroleras venezolanas y brasileñas– canales financieros novedosos para impulsar nuevos proyectos comunitarios.
Se celebró con júbilo que ese verano del 2008, después de 15 años de investigación científica, Brasil descubrió una reserva probable de 70 mil millones de barriles de crudo, frente a las costas del país verde-amarelo.
La revolución social era un hecho en el sur del Continente, hasta mediados de ese año. Coincidentemente, Bush II hizo una visita a Chichén Itzá y le impuso a los panistas en el poder un programa salvífico llamado “Iniciativa Merida”… por el cual el beodo Felipe Calderón recibió millonario “moche” en dólares.
Ahí empezó el desorden. La famosa Iniciativa era una mascarada para cubrir las verdaderas intenciones de un “Plan México”, con todas las características del que tenía 40 años fracasando en Colombia. Un programa imaginado por mentes febriles del Pentágono que así pretendía acabar de tajo con los rebeldes y quedarse con la droga de los trasegadores que comerciaban con las FARC de Tirofijo Marulanda para poder conseguir salida a los alucinógenos e introducirlos en Estados Unidos.
A partir de allí, la lucha contra el narcotráfico es sinónimo del sometimiento de los ejércitos latinoamericanos a un orden estadounidense de “seguridad hemisférica”. Es el emblema del desmantelamiento del Estado en materia de seguridad nacional.
Narcos se impusieron usando tácticas guerrilleras
Con una respuesta similar a la apuntada por Robert Taber en el clásico La guerra de la pulga, los comandos mexicanos del narco, esparcidos por todo el territorio nacional, se impusieron utilizando una estrategia de guerrilla.
En sólo 24 meses, vencieron y atemorizaron a las bases verde-olivo. Durante 2006 y 2007, se registraron más de cien mil deserciones en el Ejército regular mexicano, derrotado en toda la línea, menos en el culo de la botella de licor de Felipe Calderón. ¿No lo supo la dama que muerde los rebozos?
Efectivamente, el triunfo del narco empezó por la desmoralización del adversario. El descontento nacional –provocado por un gobierno carente de base social, respaldo legítimo y credibilidad internacional– era de una magnitud como el colombiano, ya que los analistas se preguntaban con insistencia en todos los rotativos del mundo, si el enfrentamiento del Ejército era contra las bandas de narcos o contra grupos populares armados.
Vía “Iniciativa Mérida”, los panistas aceptaron infiltración
En el verano del 2008 nos preguntábamos cómo podríamos vencer la vergüenza internacional de tener el 30% de las tierras cultivables en manos del narco, sólo el 9% de causantes cautivos –el 91%, exentos–, Fox erigiéndose desde el rancho de su mamá en líder de la democracia latinoamericana y el ridículo de Zedillo pretendiendo el apoyo de sus “patrones” para dirigir el Banco Mundial.
A través de la “Iniciativa Mérida”, los panistas aceptaron las indignas condiciones del ASPAN (Comando Norte) para, por unos cuantos millones de dólares, infiltrar nuestros cuerpos de seguridad, los procedimientos y hasta imponer a los responsables, capataces de una “guerra contra el narco”, cara e inservible.
Los mandarines mexicanos se paseaban por todo el país – con uniformes militares guangos, de fajina– disfrazados de generales de cinco estrellas, todo para constatar, desde la plataforma de vehículos y helicópteros de labor, una degollina de decenas de miles de muertos civiles y militares, en su gran mayoría mutilados, en medio de una escenografía bochornosa.
Distracciones, como el submarino azul en Oaxaca
Como en los filmes de James Bond, un día apareció frente a las costas oaxaqueñas un submarino azul, que transportaba cinco kilos de cocaína, coincidiendo “espontáneamente” con una reunión del Comando Norte, ya instalado en México a sus anchas.
Michael Chertoff, el zar antidrogas gabacho, salió a hacer la pomposa declaración que, gracias a la “Iniciativa Mérida” había sido posible la captura del enigmático submarino. Al mismo tiempo, se sabía que centenares de toneladas cruzaban la frontera norte, convertida en queso gruyere.
Había sido su aparato de distracción –con el eco acostumbrado en los medios de rigor. Sólo faltó que el submarino fuera amarillo, para acompañar el gran descubrimiento con música de fondo de The Beatles. En ese tiempo, tal era el tamaño de las ruedas de molino que nos hacían deglutir.
El escándalo internacional que causó la liberación de la ex candidata a la presidencia de Colombia, Ingrid Betancourt, llenó las pantallas televisivas: “al fin habían doblegado a las FARC y a la intermediación voluntaria de ese peligro continental llamado Hugo Chávez”.
Nadie habló jamás que la famosa Ingrid, alejada por propia voluntad de su hogar conyugal, había pasado los mejores seis años de su vida en un cautiverio amazónico que le proporcionó un verdadero buffet de viriles guerrilleros, que la dejaron estragada, pero no por hambre, sino por golosa.
Torres Gemelas: latinoamericanos la mayoría de muertos
Pero el 26 de julio del 2008, aniversario del asalto al Cuartel Moncada, Latinoamérica se despertó con la noticia más amarga de las últimas décadas: Hugo Chávez, sin decir agua va, de regreso de Bielorrusia, llegó a España, a ofrecer de su ronco pecho los 40 mil millones de barriles de la reserva probada de las costas del Orinoco, para saciar la sed de la comercializadora — sin petróleo– Repsol y garantizarle a España petróleo para cien años.
El suceso se daba a unos meses de que el Rey Juan Carlos le había gritado a Chávez en la última Cumbre Iberoamericana: “¿Por qué no te callas?”, en el momento en que el venezolano defendía tesis independentistas contestando a los vulgares improperios del derechista Aznar.
Hasta los comentaristas de la “prensa rosa” española se atrevieron a festejar en público, junto con el Rey —durante el paseíllo veraniego del monarca en su yate de Mallorca—que éste “había toreado al impertinente Chávez”. Ese 26 de julio se dio el gran viraje de la política continental.
Desde ahí, se perdió el empuje de la formación de gobiernos de izquierda en el que fue conocido como “el arco del Atlántico” (Venezuela, Brasil, Bolivia, Argentina, etc.). Como corolario, estalló con toda su virulencia la “crisis de las hipotecas subprime y se recrudecieron las medidas terroristas tomadas por los republicanos para hacer frente al auto atentado de las Torres Gemelas, en el que la gran mayoría de muertos fue latinoamericana.
Perdidos, el sentido de la vida, dignidad e integridad
Hoy, en México, con políticas aún más conservadoras que las del infeliz dipsómano Felipe Calderón y su parejita del rebozo, no sólo el 30% de las tierras cultivables del país están en manos del narco, sino todo el territorio nacional.
En un escenario de esperpentos y mamarrachos, toda la población se encuentra en el filo de la navaja y en la boca de la metralla, expuesta al más infame despojo de su patrimonio, como no ha sido visto por ninguna generación anterior de mexicanos.
La lucha por la evolución y el progreso ha sido derrotada, sin que alguna conciencia lúcida pueda tomar el mando, porque “no la dejan pasar” (?) los políticos de buenas intenciones, aquéllos que se atreven a hablar de izquierdas moderadas y políticas sociales son vituperados en coro por medios de “comunicación social ” que atizan el encono y la soberbia de los poquitos poderosos, frente a una población hambrienta y desesperada.
El mequetrefe sucesor de Chávez se encarga de echar más leña a la hoguera, define en su ignorancia los umbrales de la derrota. El sucesor de Calderón se ufana de que hay países todavía más jodidos que el nuestro, lo que le da a “entender” que todo marcha sobre rieles. Música para los oídos de los voraces y rastacueros.
Ya pueden nuestros muertos levantarse de sus tumbas y erigirles monumentos a sus verdugos. Hemos perdido el sentido de la vida, de la dignidad y de la integridad. Hemos perdido el hilo de la historia humana.
Índice Flamígero: Hoy es todavía más lastimoso ver a Felipe Calderón pasando la charola en apoyo a candidatos del PAN. En una reciente colecta, en Quintana Roo, fue abucheado y (bien) llamado “parásito”. El detractor también le gritó: “Los 68 mil muertos de tu sexenio, los desaparecidos de tu sexenio”, acusó el ciudadano quien sólo obtuvo como respuesta la rechifla de otros asistentes. “¡Parásito! Vives de nuestros impuestos”, continuó pese a ello. El hombre acusó haberse quedado sin trabajo por culpa del entonces llamado “Presidente del Empleo”. El esposo de Margarita Zavala llamó a la calma para poder platicar con el manifestante, sin embargo el sujeto fue expulsado de la charla pese a que pagó 680 pesos, costo de la conferencia por persona.
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