Jorge Miguel Ramírez Pérez
Hace unos días los vándalos de Antifa quisieron destruir la estatua de Winston Churchill en Londres. Con el lema “importan la vida de los negros”, usaban como pretexto la muerte que causó un policía irresponsable, al delincuente George Floyd, para descargar su ira contra un símbolo histórico del conservadurismo y de las glorias nacionales de Inglaterra; así como de la cultura occidental de todos los tiempos.
Sobresale la simpatía encubierta de tolerancia, hacia esas agresiones, de parte del alcalde londinense Sadiq Khan, hijo de migrantes paquistaníes; quien se dice experto en derechos humanos; político de izquierdas, musulmán, que refleja la composición del electorado de la capital británica.
Coincidente con los manifestantes, a Sadiq Khan lo satura un discurso de odio y rencor, pero pronunciado con la propiedad de un hombre letrado. Su propuesta está dirigida a no proponer nada, porque en verdad, lo que quiere, como otros políticos de sus tendencias, es implantar califatos islamistas; a él, le toca la parte del derrumbamiento de la cultura europea por dentro, incluso utilizando las ambigüedades y la confusión que priva en la Unión Europea, por eso quiere echar abajo el Brexit.
Hay desesperación de parte de esa coalición amorfa: izquierda radical-vandalismo-políticas de género-terrorismo islamista; que en el pasado inmediato, con Barack Obama y Hillary Clinton; era subvencionada con dinero de los contribuyentes estadounidenses, por medio de ONG´s, como la Open Society, de George Soros, el magnate que dice estar en contra de la injusticia social; porque los ricos como él, son cada vez más ricos y los pobres, son más, y mas pobres. Falsos profetas.
Están tan molestos, que el dinero no fluya, que arremeten contra la estatua de Churchill: ¡ay nanita, no vaya a resucitar!
Y aquí en México, se reproducen esos papeles, pero a lo burdo, porque hay asuntos que no encajan como en las sociedades anglosajonas. Cualquiera entiende por acá que el mundo con George Floyd no era mejor.
Pero aquí, el discurso ataca a los neoliberales y a los conservadores. Es una cantaleta que se repite. Sencillamente son palabras para designar enemigos, una pantalla. Sirve para imponer una tiranía, como en los países del Caribe que la padecen. Un fantasma que no tiene pies ni cabeza y por eso, un Peña Nieto, un Calderón o uno, como Fox; les endilgan la denominación de neoliberales o conservadores, cuando están muy lejos esos sujetos, como los de ahora, de tener una ideología o siquiera un plan medianamente coherente; que se entienda y que tenga visos de cumplirse.
Los líderes, antes y ahora, generalmente son iletrados y renuentes a leer, ni unas tarjetitas aguantan; y no le entienden a la política de conceptos, nada más a las marrullerías. Para ellos, es la maña, lo que entienden por política. Así que, decirles cualquier calificativo ideológico, es un honor inmerecido para ellos, porque no saben como se come eso. Ya lo dijo Luis Echeverría: “no somos de izquierda ni de derecha, sino todo lo contrario”.
Lo neoliberal, era la política certera de Margaret Thatcher. ¿qué hizo ella, para saber si los que han gobernado México siguieron esa política? En principio, sacó a Inglaterra de la bancarrota, del desastre económico. Ningún presidente mexicano ha sacado a México de ningún socavón, seguimos en el hoyo, con o sin seguir los acuerdos internacionales del Banco Mundial o del FMI, que no sirven sino para apuntalar a las élites estatistas de los países.
La Thatcher se enfrentó a los sindicatos de las minas de carbón, propiedad del estado, ¡les aguantó una huelga de un año! ¡Les ganó! y se liberó el trabajo controlado por los sindicatos. Aquí jamás, ningún gobierno ha sometido a los intereses de la nación, a ningún sindicato, ni a petroleros, ni a los electricistas, tampoco al del seguro social o al de los maestros; todos esos, sindicatos de la estructura del Estado, que medran por encima de las instituciones, devorando sus activos, con contratos abusivos, desde renta de plazas, hasta actos vandálicos. Les tienen miedo. El oportunista de Salinas solo le quitó el poder a un grupo de ellos, pero no hizo mas, dejó que los funcionarios y el sindicato se zamparan a Pemex, como antes y como ahora. No son neoliberales.
La Thatcher vendió las minas del gobierno, la supuesta fuente de la energía de Inglaterra, una falsedad que les salía carísima. ¿Cuándo alguno de los presidentes de antes o de ahora se atreven a vender esos barriles sin fondo de CFE o de Pemex?: Nunca. No pueden deshacerse de esos muertos que tienen que pagar los contribuyentes.
El primer ministro de Inglaterra, catapultó la City de Londres como un centro para hacer negocios mundiales, la sacó del sótano del interés de los inversionistas; ampliando la participación en el mercado de valores y se consolidó como la bolsa mas importante del continente, desde entonces hasta ahora. Aquí todos los presidentes han tenido yerros, unos inflando a Pemex; y hoy, haciendo esfuerzos para afectar negativamente la calificación de inversión del país. Definitivamente ninguno ha sido exitoso en lo financiero.
Y finalmente la señora Thatcher combatió el endeudamiento. Ningún presidente de México desde Luis Echeverría hasta la fecha, no ha hecho otra cosa que financiarse con deuda y cada vez más alta, encadenando a niños y a jóvenes a no tener futuro, ni libertad económica. El de ahora, lleva cinco préstamos al hilo del Banco Mundial y se quiere apropiar de las Afores que son 4 billones. No son neoliberales. Ni de lejos. Son estatistas que no saben manejar un país, menos su economía.
Tampoco son conservadores, porque ser conservador, es cambiar solo lo que es necesario estrictamente de cambiar y en sus tiempos. Hasta un panegirista del régimen actual como Federico Arreola, dice que éste, va muy rápido y que los cambios no van a tener efecto. Es cierto. Lo acelerado sale mal. Todos los presidentes de México, piden prestado, porque les urge hacer sus cambios y dejan a la Constitución mutilada e ineficaz. Son acelerados a lo loco.
Así que mi estimado lector, cuando oigas que son neoliberales o conservadores, ríete porque no son ni lo uno, ni lo otro, seríamos una potencia de primer orden y no una nación de líderes quejumbrosos.