José Luis Parra
El nuevo IEPS viene con bisturí y sin anestesia.
Con 351 votos a favor, Morena y sus aliados se aventaron el clásico “es por tu bien” y aumentaron los impuestos a los refrescos, al tabaco, a los juegos con apuestas, a los videojuegos violentos y, por si fuera poco, también a los sueros orales no medicinales. Es decir: a todo lo que entretiene, endulza, relaja o hidrata.
Pocas veces el Estado mexicano había sido tan sincero con su modelo de recaudación: sangrar al pueblo para curar sus males, aunque sin curarlo. Y en medio de esta cirugía fiscal, lo que menos hubo fue ética médica. El bisturí entró por las tripas y lo que salpicó fue politiquería, hipocresía y un tufo a cabildeo mal escondido.
En tribuna se armó el sainete. Morena acusó al PAN de estar en nómina de la Coca-Cola. El PAN respondió que quien se reunió con los cabilderos fue Ricardo Monreal. Que no eran cabilderos, corrigió él, sino empresarios de bien. Ya ni el diccionario se respeta cuando se trata de defender el doble discurso.
El IEPS, nos dicen, servirá para mejorar la salud pública. El discurso es impecable: México encabeza el consumo per cápita de refrescos en el mundo, la diabetes arrasa, las amputaciones se multiplican, y el sistema de salud está colapsado. ¿Y la solución? Cobrar más.
Pero cobrarle al consumidor, claro, no a las refresqueras.
El argumento oficial es noble: se espera reducir el consumo en un 7% y recaudar 41 mil millones de pesos. Según esto, cada peso irá derechito a programas de salud. ¿Y si no va? ¿Y si se evapora como tantos otros pesos públicos? No hay etiquetado obligatorio, ni candado de uso. Sólo promesas, como siempre.
Lo irónico es que todo esto ocurre mientras en algunas regiones se desangran por causas mucho más letales que la Coca-Cola. Pero ahí no hay IEPS que valga. No hay impuesto al crimen organizado, ni gravamen por huachicol fiscal real. A esos les mandamos abrazos. A los consumidores comunes, les mandamos la cuenta.
Movimiento Ciudadano lo resumió con brutal honestidad: están vendiendo el IEPS como medicina, cuando es un castigo. Y el PAN, por su parte, bautizó el nuevo impuesto como “el IEPS del huachicol fiscal de Morena”. Si no fuera tan trágico, daría risa.
Claro que el Estado necesita ingresos. Pero ¿de verdad este es el camino? ¿Exprimir al consumidor en lugar de cerrar las llaves del contrabando, el fraude, la evasión fiscal de empresas fantasma, y el saqueo presupuestal?
La 4T sigue usando al pueblo como cajero automático. Insertar tarjeta, marcar PIN, retirar dignidad.
¿Quién gana con este nuevo IEPS? Las arcas vacías del gobierno, los burócratas que lo administran, los diputados que lo aplauden. ¿Quién pierde? El ciudadano que se toma un suero para el calor, que fuma para el estrés, que juega para evadirse o que bebe por costumbre, genética o necesidad.
¿De verdad creen que con este impuesto bajará el consumo de azúcar, tabaco o violencia digital? No lo creen ni ellos. Pero da votos decirlo. Y mientras la caja registradora suena, la narrativa oficial se llena la boca con palabras como “salud”, “prevención”, “bienestar”.
No se engañen: esto no es una reforma de salud. Es una política fiscal con disfraz de humanismo. Un bisturí sin anestesia. Y la herida, otra vez, la carga el pueblo.