FRANCISCO RODRÍGUEZ
Está palmariamente demostrado ante todas las leyes del sentido común, de la lógica y de la razón que Morena no ganó en el 2018 por haber formado un trabuco imparable de partido, ni por la inspiración de los iluminados que manejaron como mapaches las redes sociales ni los padrones ubérrimos de beneficiarios de los programas sociales.
Es por demás contundente la afirmación de que no ganó por manejar un discurso ideológico de primer nivel, ni por presentar un programa de gobierno que hasta la fecha no existe, ni porque el líder carismático haya sorprendido por sus embrujos al sistema, ni por haber dado buenas cuentas del manejo de CDMX.
No ganó porque su candidato haya recorrido sesenta veces o las que él diga en visitas superficiales de turista el territorio del que no aprendió ni papa, ni siquiera por gorrear todos los caldos, cocidos y menjurjes en los comales de la nación.
No ganó por presentar al electorado listas de candidatos a gubernaturas, diputaciones, senadurías y alcaldías que resultaron, como se esperaba, ser una caterva de farsantes, prevaricadores y aprovechados, que fueron seleccionados no por sus capacidades, sino por ser los más arrastrados y aparecer mañosamente ubicados en las tómbolas. Un insulto para el país.
Sólo 12 ó 13 millones de votos para quien presuma ser de izquierda
Morena no ganó por contar con un padrón de militantes y simpatizantes adheridos, ni por su experiencia en gobierno alguno, ni por haber demostrado eficiencia y rapidez en la solución de lo urgente e importante en la coyuntura de la Nación.
No ganó por tener una estructura electoral para vigilar las casillas, toda vez que ese trabajo lo hicieron los maestros, mismos que inmediatamente después del triunfo fueron vituperados por el candidato ganador.
No ganó porque sus brigadistas, hoy portadores y vacunadores de dosis inexistentes, hubieran hecho un gran trabajo de penetración y movilización electoral que sacara a la gente de sus casas para conducirlos a votar.
No ganó por los raquíticos doce o trece millones de votos duros que históricamente se han decantado por cualquier candidato que presuma en las plazas públicas ser de izquierda, algo tan vago que es el momento en que en México no se sabe con qué se come.
Ricardo Anaya sí estaba comprometido a enjuiciar a Peña Nieto
No ganó porque su candidato hubiera sido arropado por las siglas interesadas del Movimiento Ciudadano, o las del Partido del Trabajo o los del Verde o por los farsantes evangelistas del partido del impostor Eric Flores, que nunca han servido ni para sacar a un perro de la milpa.
No ganó por hacer una campaña inteligente de medios, a los que sólo ha recurrido para comprarlos y someterlos vergonzosamente. Cuatro meses antes de la elección, el panismo estaba 17 puntos porcentuales por encima de Morena. Tuvo que hacerse una campaña sucia de acoso extrajudicial y mediático contra Ricardo Anaya, ése sí, comprometido a enjuiciar a Peña Nieto por todos sus desmanes. Lo destrozaron en las encuestas.
No hubiera ganado de no ser porque el candidato del partido oficial, José Antonio Meade, fue tirado a mitad del arroyo por Luis Videgaray y su pelele Peña Nieto, tratando de buscar la protección de Morena contra cualquier persecución penal. Pero, bueno, si Morena llega a la elección con sus doce o trece millones de votos históricos, hubiera quedado en tercero o cuarto lugar, muy lejos de los dos primeros.
En 2018, 15 millones de votos de castigo a los atracomulcas de EPN
Está comprobado que Morena ganó gracias al hartazgo de los miembros de la clase media ilustrada, aliados tradicionales del PRI, del PAN y del PRD hacia sus candidatos y por la decisión que tomaron en solitario de castigar los abusos del peñanietismo de Atracomulco que llevó al país al límite de la indignación y la desvergüenza.
En concreto, el voto de castigo de los hastiados de los partidos tradicionales significó quince millones de sufragios que, sumados a los trece de la izquierda más los dos del PT, MC, y Verde, hicieron los treinta millones de votos que el “caudillo” nos echa en cara cada vez que protestamos contra los errores de su gobierno de corruptos e improvisados.
Nadie los llevó a las casillas. Salieron de sus casas aquél infausto domingo movidos por un impulso primario de cambio, confiando en que el hombrecillo de Tepetitán era diferente que los demás. Triunfaron a manos libres, peso muerto y sin tocar tierra.
Nunca se imaginaron el tipo de bodrio que eligieron. Hasta que empezaron a saber que se trataba de un engaño monumental: el electo acudió de inmediato a la Torre Trump de Nueva York a firmar de puño y letra un pacto de impunidad que dejaba fuera de la persecución no sólo a Peña Nieto y a Videgaray, sino a todos los delincuentes mayores de la patria, estuvieran adonde estuvieran.
Del miedo a que Donald Trump lo diera a conocer a tiempo de ser barrido por las evidencias de la elección norteamericana, se deriva el pánico a felicitar el triunfo de Joe Biden y las consecuencias que tendrá el haberse complicitado con el golpista de la Casa Blanca. Así de sencillo. Así de funesto.
Esos 15 millones volverán a salir de sus casas para cobrar desquites
Debido a la infranqueable ley física de la impenetrabilidad, el vacío dejado por esos quince millones de hastiados que hicieron la gran diferencia depende el rumbo de la elección intermedia del próximo mes de junio. El voto de castigo está en sus manos. Nadie los puede convencer de lo contrario. Saldrán de sus casas para tomar el plato frio de la venganza, del desquite. En política todo se paga.
Son datos duros que nadie puede desmentir, que nadie puede manipular, que ningún brigadista de Morena podrá remontar. Que ningún Mitofsky puede destruir, alegando que sus resultados inflados obedecen a que entre la oposición no hay una figura mediática que le haga sombra al hombrecillo de Tepetitán. ¡Hágame usted el refabrón cavor!
Ni los narcos ni el Ejército se prestarán a participar en el fraude electoral
Aunque la desesperación lleve a Juan Trun a querer utilizar los oficios cómplices de la narcoviolencia para que los resultados en casillas electorales se ajusten a sus caprichos, es demasiado para un sujeto tan solito. Los narcos son seres violentos, asesinos, pero no tragan lumbre. Ellos saben lo que no les conviene. Hasta una plaza muy caliente la desairarán. Eso no es lo suyo.
La oficialidad regular del ejército no beneficiada por los embutes a tres o cuatro generalitos corruptos, también se negará en redondo al fraude electoral. El voto de castigo ya casi es una cosa juzgada.
Lo que queda es que el esquizofrénico Juan Trun, apoyado por sus últimos chairos, queme San Lázaro. No faltará quien le diga que su horno no está para esos bollos.
¿No cree usted?
Índice Flamígero: Mis condolencias personales y familiares a la familia Beltrones Sánchez por el sensible fallecimiento de doña Silvia Sánchez de Beltrones. Que en paz descanse. + + + Apenas el más reciente fin de semana el Presidente Andrés Manuel López Obrador aseguró que él y los 32 gobernadores cerrarán filas para que no se cometa un fraude en las elecciones 2021, pues como nunca antes se tiene el compromiso de que en México haya una verdadera democracia. “Como nunca, tenemos ese compromiso de que haya una auténtica, una verdadera democracia en Sinaloa y en todo el país”. Al encabezar el evento de la ampliación y construcción de las plantas de tratamiento Urías I y Urías II en el estado de Sinaloa, AMLO señaló que la democracia todavía es una asignatura pendiente en el país; sin embargo, destacó que su gobierno tiene la intención de que esto cambie y sean los ciudadanos quienes elijan a sus representantes mediante el voto libre. Y sí, como dice una cosa, hace otra cosa.
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