-Victor Roccas.
Don Andrea Emanuelle Lupino Lavoratore se encontraba muy molesto esa mañana, durante toda una vida había trabajado arduamente para limpiar el pasado tortuoso de su familia incluso desaparecer de la memoria pública su inequívoco origen, la cosa nostra era un lastre para su futuro y que ahora como presente a base de verborrea, labia y promesas se había vuelto a labrar como un hombre honesto y cabal, por tanto rabiaba al tener que reconocer no solo su pasado sino el recurrir a su encuentro inevitablemente como aquellas costumbres que ensombrecían ese futuro.
La tarde anterior el compromiso matrimonial de uno de sus ahijados más queridos fue un evento altamente reservado, toda precaución se planeó con esmero, incluso se realizó en terreno seguro, territorio neutral facilitado por otro poderoso Padrino del sur que supuestamente había garantizado la confidencialidad y la tranquilidad para la boda, pero sobre todo para encubrir una significativa reunión de capos menores e inversionistas al estilo de aquellas reuniones en la Havana de los años 50´s.
El momento no podía ser más importante y los detalles meticulosamente acordados, Andrea Emanuelle Lupino Lavoratore, a quien respetuosamente llamaban el “Pejedrino” habría por la mañana de presentarse en uno de los foros más importantes de mundo, literalmente era su momento de ingresar en aquel círculo exclusivo y durante mucho tiempo excluyente de personajes oscuros como el mismo “Pejedrino”, por fin Andrea Emanuelle les demostraría a aquellos pezonovantes quien era, sus logros y de lo que era capaz para obtener prestigio mundial, incluso por fin renegar de su pasado un tanto rústico entrando a la liga internacional de la corrupción con bombo y platillo, justo como el soñaba, como aquellas aves que cruzan el pantano y no manchan su plumaje, solo para arribar a un pantano más grande, uno más pestilente, más oscuro pero a la par de aves más esplendorosas, más ágiles, más escurridizas, más ladinas… Contaba además con el aval de Lord Charles Smiles, Conde de Exemlet y de Lord Charles Salesburg I, Duque de Allhere con quienes existía una relación tan estrecha como turbia, e igualmente a Sir Richard Sales Plantagenet, Marqués de Freverdebt de quien era acreedor de una deuda impagable pero condicionante para apoyar la membresía del “Pejedrino” en el Club de los Oligarcas.
El Don había fundado su propia familia conocida como Morone pero sus lazos con la familia Prione eran indisolubles.
Empero en toda familia el ansia de poder no era una singularidad, los hijos e ahijados de Don Andrea Emanuelle habían heredado y asumido con más denuedo esa característica tan impresionante del mismo jefe de la familia.
Uno de ellos, Santino Natini, era el encargado de parte de las finanzas de la familia, ahijado predilecto había sido parte de la familia Panini pero Santino supo, como buen abogado, convencer al mismo “Pejedrino” de su lealtad a la familia Morone, la realidad era que sus filias seguían al servicio del mejor postor y sus particulares intereses.
Santino Natini logró de facto elucubrar e imponer la ley de la omerta al mismísimo consiglieri del Don, el antes poderosísimo Juliano Eschere a la postre desterrado de la familia y del apreció del “Pejedrino”.
Ahora Natini se disponía a forjar su propio trono, otra de las familias, los Mouve Cittadini, le habrían dispensado la oferta para formar su propio clan a través del mismísimo Don Donatello Delgatto, un personaje siniestro, poderoso y rencoroso.
Por otro lado la oferta no era gratuita, Don Delgatto exigía una fuerte cuota a modo de tributo y Nietini lo sabía, lo aceptaba, así funcionaban todas las familias y los Morone no eran excepción, el mismo Don Andrea Emanuelle Lupino Lavoratore era experto en concertar los tributos y había logrado su poder mediante tal estrategia amén de jamás haber manejado personalmente alguna transacción, pues era legendaria la lealtad de sus capos menores dispuestos a cargar con la responsabilidad a nombre del “Pejedrino”.
Por ello para el “Pejedrino” el compromiso celebrado en terreno neutral ofrecido por la familia Giammattei significaba sencillamente un acto recaudatorio de tributos a la familia Morone, para Nietini era clara la oportunidad de procurarse lealtades y medios financieros no solo para el tributo a Don Delgatto sino también para rodearse de otros pequeños inversores que blindaran su peligrosa intentona ante la furia segura de Don Andrea Emanuelle.
A pesar de su sagacidad legendaria Santino no podía controlar todo, ni a todos, su otra enemistad era con el capo mayor de la familia Morone, Alessandro Mareno quien era un hombre violento, de muchos recursos, pero muy experimentado, apodado “Le fiscale”, el signore Alessandro Mareno era un personaje además calculador y truculento teniendo a buen resguardo su venganza en contra de Santino Nietini, conocía perfectamente lo veleidoso del temperamento del Don pero igualmente sabía de su aprecio temporal por Santino Nietini y no sería Mareno quien contraviniera los deseos y empatías pasajeras del “Pejedrino”, aún así Alessandro Mareno conocía muy bien las debilidades de la familia Morone, hacia tiempo que bajo la mirada impasible de Don Lupino Lavoratore, su esposa, Doña Beatriche Mulero se había dedicado a impulsar sus propios intereses en un supuesto acto de colaboración y protección a la familia, sin embargo el ejercicio de Doña Beatriche estaba peligrosamente cercano a dividir más la de por si poca armonía entre los Morone, pero el “Pejedrino” tal vez por un estúpido valor conocido como amor había permitido a Doña Beatriche empoderarse más allá de lo recomendable.
Doña Beatriche provenía de una extirpe sino acaudalada si muy refinada al igual que su enemigo jurado, el signorino Marcelino, Marcelino Eberardo era un personaje fino, pomposo pero culto, carismático, afable, de capacidades elocuentes y diplomáticas extraordinarias, y sobre todo ambicioso, podría haber llegado a ser un Padrino y formado su propia familia pero en su momento la familia Pérdere prefirió apoyar al entonces capo refugiado de los Prione, el mismísimo Andrea Emanuelle Lupino Lavoratore, de hecho el signorino Marcelino pasó a ser un capo secundón teniendo que aceptar sumisión y servicio ante el nuevo capo y futuro “Pejedrino”.
Por ello Marcelino Eberardo planificó igualmente su propio ascenso en la familia Morone, a base de sus buenos oficios logró que Don Lupino Lavoratore fuera incluso digno de mención entre los pezonovantes del norte y ante la “Administrazione di la Mafia Internazionale”, le había procurado a Don Andrea Emanuelle tributos generosos para engrandecer la familia Morone con apoyo de otras familias lejanas, Marcelino era sin duda uno de los activos más importantes para Don Andrea Emanuelle, Doña Beatriche lo sabía y no le gustaba nada el protagonismo robado, no al “Pejedrino” sino a ella misma.
Entre sus planes y lealtades Marcelino Eberardo cobijó a Santino Nietini entre otros, ambos ejemplificaban lo que sin duda para Doña Beatriche debería ser el futuro de la familia Morone, personajes ambos cultos, finos, diplomáticos natos, de buen vestir, buen decir, sin duda alguna corruptibles, pero no eran producto de su voluntad ni mucho menos títeres de sus hilos como si lo era Don Andreas Emanuelle Lupino Lavoratore o incluso Claudia, la nena huérfana que Don Andrea arropó desde muy temprana edad y que solo añoraba enorgullecer a su padre adoptivo por sobre todas las cosas, Doña Beatriche lo sabía y a pesar de la inexistente consanguinidad con Claudia la trataba complaciente como hija propia al grado que Claudia apoyaba su criterio en el de la esposa del “Pejedrino”, con ello Claudia era reducida también a los deseos compartidos con el Don pero a la sombra de la voluntad de Doña Beatriche.
Todas las intrigas anteriores eran sin duda un craso error, entre la familia Morone había descontento, las luchas entre los capos de la familia había llegado a extremos intolerables, el descontento entre ellos aumentaba, la deslealtad era evidente y había justificación en todo ello pues el mismo “Pejedrino” prometió a cada capo los mismos beneficios antes solo obtenidos por los Panini y por los Prione.
Sin embargo era ya incuestionable que capos de familias ajenas trabajaban en el territorio y a nombre de los Morone, que además lo hacían ya descaradamente a complacencia de Don Andrea Emanuelle, tal situación era una señal del principio de una caída inminente del poder en manos de los Morone. El “Pejedrino” no sabía como explicar a los principales capos de la familia que el poder obtenido había sido un poder ya corrupto y por tanto necesariamente compartido con las familias Panini y Prione, había sido un trato con el mismo diablo.
Así lo advertía Nietini, e igualmente desde la sombra el signore Alessandro Mareno y Doña Beatriche quienes concertaron con Don Giammatei una estrategia para deshonrar a Santini y a su vez derrumbar el proyecto para formar su propia familia, un escándalo al escenificar la detención de un tributario de la familia Morone invitado a la fiesta nupcial.
Para Don Giammattei era lógico intuir que el signore Alessandro Mareno tenía el apoyo de Doña Beatriche y conocía muy bien el efecto de una mujer con astucia pero ambición desmedida detrás de un hombre con arrogante confianza en si mismo, como el Pejedrino, la apuesta era sencilla, además en ello había un fuerte componente económico por parte de la familia Morone para acallar el escándalo y la deslealtad evidenciada por Santino Nietini, sobre todo ante el resto de los capos y soldati de la familia Morone.
Así los tributos a la familia Morone serían resguardados obligadamente en su totalidad por el mismo Nietini ante la espera de la decisión de Don Lupino Lavoratore.
Esa misma tarde, en antesala a su presentación ante los pezonovantes del norte, el “Pejedrino” advirtió la mirada aguda y desafiante de Doña Beatriche quien le preguntó sutilmente que acciones tomaría con Nietini y supo que las horas de Santino estaban contadas como parte activa de la familia Morone…
¿Continuará?..
-V.Roccas.