Desde Filomeno Mata 8
Mouris Salloum George*
Nuestra soberanía nacional está en una hora de prueba.
Si algo acredita a la Filosofía, es su capacidad de observación y análisis, su acierto deductivo y su potencial profético.
Aristóteles, en sus estudios sobre la Política ateniense, planteó dos juiciosas advertencias: 1) Monarquía deviene tiranía, y 2) Democracia desemboca en anarquía.
El 1 de julio, los electores, en estricto rigor, votaron por la liquidación de la Presidencia imperial.
Tirios y troyanos han coincidido en que la sucesión presidencial da credibilidad a la aspiración democrática.
Lo que hemos visto en semanas recientes es que, en el proceso de transición, la lucha de los contrarios no cesa para permitir aterrizar en los necesarios consensos y poner piso al arranque de la próxima administración.
Sobre los intereses legítimos en acción, priman los poderes facticos que buscan atajos para perpetuar el estado de cosas que dieron pie a la tipificación del de México, como estado fallido.
Los sabios de la política sostienen que la naturaleza de la democracia, es el conflicto, siempre y cuando exista un poder reconocido universalmente que lo concilie y conduzca a la sociedad y al Estado al proceso de reconstrucción nacional.
Una de las excitativas durante las campañas presidenciales se centró en el verbo serenarse. Era de desearse que, una vez que la instancia jurisdiccional certificó los resultados de julio, la serenidad fuera el imperativo para volver las aguas broncas a su cauce.
No es lo que se observa en el escenario de transición: La agenda se nubla con expresiones estridentes que, en algunos casos, se manifiestan ya en acciones violentas entre los beligerantes políticos.
Si el fenómeno es umbral de la anarquía, todos debemos ponernos en guardia.
No es mero asunto doméstico: Los buitres del exterior acechan y, contra esta amenaza, sólo hay un recurso de autodefensa: La Unidad nacional. Es hora de poner la voluntad a caballo. Si no…
*Director General del Club de Periodistas de México, A.C.