FRANCISCO RODRÍGUEZ
México es un país de carteles, lo afirman todos los observadores que se han parado en este país. Aquí en el rancho grande, las quince empresas más poderosas del país y los dueños del efectivo circulante se encuentran atrás de todos los equipos de primera división del futbol profesional.
Manejan las contrataciones, la publicidad de las marcas cerveceras y de bebidas, sus franquicias, los boletajes, los precios de transmisión por televisión, los spots, las barras, las bardas, las cortinillas de anuncios, los supermercados, las derramas, todo lo que tenga que ver con ese espectáculo de multitudes que sólo quieren gritar en los estadios como válvulas de escape a la frustración social.
No se mueve la hoja de un árbol en este deporte si no está autorizado por los hombres más ricos del mundo y del país. Más que una competencia deportiva, el futbol, más los colores y las historias de los clubes, es una crónica de la explotación, como todo lo que convoque a las multitudes, que se cuentan por millones en nuestro país.
Las nóminas más altas de los futbolistas se manejan en México, lugar paradisíaco donde un jugador gana varias veces más que un profesional similar en cualquier lugar de Latinoamérica. Cuando se trae de fuera a un jugador, todo mundo gana en el coyotaje, menos la afición, por eso es por lo que no se promueve a los jugadores nativos.
El porqué de la pobreza del futbol profesional en México
Pero eso no es todo. Como se trata de un espectáculo de multitudes en serio, los dueños de los clubes obtienen mayores rentabilidades en el terreno de la política donde funcionan como generadores de optimismo y esperanza, de opio para las masas, recordando al clásico. Su influencia en los negocios y en la política no tiene comparación.
Por eso también la pobreza del futbol profesional en México. A pesar de ser el juego de conjunto de las multitudes, la selección nacional nunca ha logrado ubicarse entre mejores del mundo. Ni lo logrará jamás. El espectáculo futbolero que tenemos está al nivel del país, como el teatro, el cine, la industria, la corrupción, el comercio y la política, entre tantos otros.
Si el país está sumido en el pantano de la corrupción, ese también es el lugar del futbol. Lo malo es que en esta olla de presión es uno de los pocos desfogues de las masas. Las elecciones ya no sirven ni para eso, pues hoy son sinónimo de ejecuciones de periodistas, sangre de inocentes, secuestros y dolor. Todo entra en las reglas del juego.
João Havelange vendió el juego del futbol a las televisoras
Si hay algún deporte- espectáculo donde se maneje dinero en efectivo, sin controles, contabilidades y en grandes cantidades, ese es el futbol. Por la cantidad de dinero que maneja, puede rivalizar y triunfar sobre cualquier mafia, la de la droga, el juego, la política, el contrabando, o el tráfico de blancas, de niños, de órganos y de refacciones automotrices.
Los príncipes árabes siempre han estado interesados en el cargo de Presidente de la FIFA, porque un genio de los negocios con el dinero ajeno, el brasileño Jean-Marie Faustin Goedefroid de Havelange, más conocido como João Havelange, puso el ejemplo. Hijo de belgas comerciantes de armas, Havelange vendió el juego del futbol a las televisoras, lo convirtió en un espectáculo de multitudes, y extendió el deporte hasta Japón, China y la Conchinchina.
Convirtió a la Federación Internacional de Futbol Asociación en una máquina de hacer dinero. Actualmente la FIFA tiene más países afiliados y obedientes a sus designios que la misma Organización de las Naciones Unidas. Después de sortear todas las investigaciones del mundo sobre serios cargos de tráfico de armas, enriquecimiento ilícito y grandes sobornos, el parlamento brasileño propuso al Comité de Oslo lo nombrara Premio Nobel de la Paz.
Maradona, el más llorado en la historia de este espectáculo
Pero así es el futbol. Ha producido astros de categoría y de talla mundial. Uno de ellos, Diego Armando Maradona, sin duda el futbolista más llorado en la historia de este espectáculo. Relataban los presidentes argentinos que la manera de arengar a sus compañeros de equipo por parte del astro del barrio de Fiorito era:
“Vamos a ganar, porque quizá esta oportunidad sea la única que tengan los argentinos para ser felices”. Y los once salían a la cancha a dejar la zalea, a brindar hasta el último esfuerzo por conseguir el triunfo. Posiblemente esa sea la razón de que el pueblo gaucho se le haya entregado al Pelusa, al hijo del arrabal y de la miseria.
El día de su muerte, los más famosos estadios del mundo encendieron sus luces, y muchos de ellos desde entonces llevan su nombre. El Pelusa hizo historia, al lado de los grandes astros de todos los tiempos. En los anaqueles del paraíso conocido de la pobreza, en las gradas de la inmortalidad. Indudablemente fue un grande, haciendo a un lado cualquier congruencia conocida.
Su consagración se dio en la cancha del Estadio Azteca
Maradona se consagró en el campeonato mundial de 1986, celebrado en México. Desafortunadamente, en las semifinales, el público se vació en favor de la derrotada selección inglesa que sobre la cancha pagó todos los agravios, mordió el césped por la invasión de Margaret Thatcher a Las Malvinas. En aquella ocasión, Maradona marcó el ilegal gol de la mano de Dios, tan criticado y celebrado por toda la hinchada latinoamericana.
Valeria Lynch, la estupenda cantante argentina de altos registros y tesituras, inmortalizó su canción más aplaudida,” Me das cada día más”, poniéndole como escenario virtual las jugadas geniales de Diego Armando, como aquella del gol donde burló a más de seis defensores de la Pérfida Albión y los dejó viendo visiones sobre el pasto del Estadio Azteca. Inolvidable.
Imposible que se vuelva a dar un fenómeno de esta naturaleza
El Pelusa Maradona, adorado por cuantos le conocieron, está dentro del corazón de Argentina, tierra de tangos, populismos y héroes de fantasía. Un pueblo que tiene una manera muy suya de celebrar a sus enormes personajes, nacidos de la canción, el tango, la política en favor de los descamisados… y hoy del futbol.
La caracterología, la semántica, la afición popular, desborda y rebasa todos los conceptos del futbol. Para ellos, este juego bendito es parte intrínseca del alma nacional. Si no fuera así no se explicaría la enorme devoción por un astro futbolero como Diego Armando Maradona, dueño del corazón de los gauchos, desde las pampas hasta Chacarita.
Todas las celebridades argentinas de la cultura, que no es poco decir, de las artes, del espectáculo y de las letras, desde Jorge Luis Borges, hasta la divina Mirtha Legrand, expresaron a lo largo de estas décadas su admiración por Maradona, convertido en símbolo del orgullo y de las esperanzas colectivas de los gauchos.
Es casi imposible que se vuelva a dar un fenómeno de esta naturaleza. La Casa Rosada, negada hasta a Las Madres de Mayo, que lloran a sus desaparecidos por la dictadura de Videla, fue el escenario para las honras fúnebres del jugador. Miles de Diegos Armandos, bautizados así en su recuerdo, más cientos de miles de agradecidos desfilaron ante el ataúd, repitiendo la palabra “gracias”.
Aquí: el espectáculo invadido por la corrupción y el manipuleo
Es casi imposible que en México, la desaparición de un personaje concite tanta vehemencia. Nosotros sólo nos quedamos con lo peor del espectáculo: la corrupción, el manipuleo político, el veneno para el desfogue de las masas.
Es imposible no apreciar el fenómeno Maradona.
No se pueden cerrar los ojos ante lo evidente.
¿No cree usted?
Índice Flamígero: Preferible escribir sobre el espectáculo futbolero que del espectáculo montado en Palacio Nacional para “celebrar” los primeros dos años de la Cuarta Decepción. ¿Para qué comentar tantas mentiras? Aunque, con un poco de paciencia, ya las iremos comentando.
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