HOMO POLÍTICUS
PAVE SOBERANES
- Sale a Protestar Contra su mal Gobierno
Con una carga simbólica a causa de la violencia estructural, el presidente municipal José Luis Urióstegui protestará este sábado contra su gobierno. No hay registro en el globo azul de que un ejecutivo gubernamental marche para exhibir su reprobación. Su movilización, empero, aunque electorerista, la ha denominado «por la paz», es decir, contra las violencias —Cuernavaca es número 12 entre las 50 ciudades más peligrosas del mundo.
Como el obispo Ramón Castro que ha marchado 11 años y que recién en mayo congregó a 25 mil fieles, Urióstegui —sin cruz pectoral ni anillo episcopal— se exigirá a sí mismo cese la portación y uso de armas, los homicidios y feminicidios, la incidencia delictiva al alza que en cuatro años no ha podido evitar y menos acabar, porque no ha querido. La movilización, aún militante, busca legitimidad social dentro de la debilidad.
La paz es honestidad, concordia, armonía, eficacia, conciliación, acuerdo, amistad, unión, convivencia pacífica, paz social que no hay en Cuernavaca. Si un gobierno ha dejado de hacer por la seguridad, es el de Urióstegui. Mientras pretende visibilidad política, el momento de desgaste gubernativo desvela anarquía. Hay castigo, es decir, violencias contra quienes lo llevaron al cargo dos ocasiones y contra aquellos que no votaron por él, que fueron los más.
Extorsiones perpetradas por sus agentes de vialidad e inspectores municipales, nuevas cantinas con volumen a decibeles altos que no deja dormir y que provoca males a la salud mental de los vecinos, cierre de tiendas populares en perjuicio de miles de clientes y empleados —¿le suena el cierre de Nissan?—, banquetas sin libre tránsito para ancianos y discapacitados, porque el ambulantaje ha crecido exponencial y peligrosamente. El conjunto —la suma de violencias es violencia institucional y estructural— es el deterioro de la calidad de vida de los cuernavaquenses.
Hasta asesinato de árboles facilita su gobierno, como el desarrollo de unidades habitacionales, siendo Cuernavaca una de las ciudades menos habitables del país, desaprobado el jefe y el cuerpo edilicio mismo y con niveles de corrupción que ni Antonio Villalobos [MORENA] ni Cuauhtémoc Blanco [PSD] se atrevieron a perpetrar a esos volúmenes casi industriales.
El cuchillo uriosteguista tiene doble filo: ganar atención mediática mientras visibiliza lo que las familias de Cuernavaca perciben porque sienten: incongruencia e incompetencia. Las familias de Cuernavaca pueden leer la marcha como admisión de fracaso sin equivocarse. Sus aliados se llenarán la boca de exigencias a los gobiernos federal y estatal, sin ver el elefante en la sala, o peor, el sepulcro blanqueado.
La paz no se decreta, como tampoco un buen gobierno y abierto, sino que se construye con políticas públicas consistentes, con vocación y voluntad, es decir, con profesionalismo. El discurso de paz será un símbolo vacío, aunque en realidad debajo de la camisa se lleve el acrónimo del PAN con miras al 2027 que llegará en medio de una crisis de legitimidad, porque en Cuernavaca la violencia estructural es un hecho tangible.