Rúbrica
Por Aurelio Contreras Moreno
Las ansias sucesorias están completamente fuera de control dentro del régimen de la autoproclamada “cuarta transformación”.
Sin pudor –y por supuesto, sin renunciar a sus cargos públicos y hasta aprovechándose de los mismos- los aspirantes a la postulación presidencial por el nuevo partido oficial se placean, hablan de sus ambiciones y hacen turismo electorero para la autopromoción de su imagen. Claro, a cargo del erario, de los impuestos de los contribuyentes con los que se pagan sus nada despreciables emolumentos.
Con la “bendición” del presidente Andrés Manuel López Obrador, Claudia Sheinbaum Pardo está en una desaforada campaña adelantada por el país, visitando otros estados para hablar de sus “logros” como jefa de Gobierno de la Ciudad de México, mientras la capital mexicana sufre por la violencia e inseguridad en ascenso, la falta de mantenimiento urbano y la desidia e impericia gubernamental que ya provocó que en las pasadas elecciones Morena perdiera en la mitad de las alcaldías.
Sabedora de la impunidad que la cobija para desatender sus responsabilidades, la “señora regenta” –porque se comporta como si fuera empleada del Ejecutivo federal y no como gobernante de una entidad federativa libre y soberana-, dejó a la deriva a la Ciudad de México desde la semana pasada para hacer proselitismo en conferencias mañaneras, tomas de protesta de gobernadores y en redes sociales, subiéndose a cualquier “barco” y opinando de lo que sea con tal de adquirir notoriedad mediática.
Lo último, rayano en la vulgaridad de la obviedad, fue la “espontánea” pregunta que le hicieron este lunes en Colima, sobre si una mujer debiera ya gobernar al país. “Desde hace mucho” contestó, y con un añadido: esa mujer debe dar “continuidad” a la “cuarta transformación”. Solo le faltó decir “y ésa soy yo”.
Haciendo su “luchita”, pero con la claridad de que no es el “elegido”, el canciller Marcelo Ebrard hace campaña en el exterior, buscando fotos lucidoras en los foros internacionales a los que el Presidente de México evita asistir y hasta haciendo su labor aceptablemente. Sin embargo, nada de eso le servirá en el ámbito de un gobierno y un partido absolutamente verticales, donde la “línea” y la “cargada” en la más pura tradición priista están más vigentes y enraizadas que en el mismo Revolucionario Institucional.
Para que Ebrard tenga alguna posibilidad de obtener la nominación presidencial, tendría que ocurrir un desastre de las proporciones del colapso de la Línea 12 del Metro, pero cuyos costos asumiera por entero Sheinbaum Pardo. Y en una de ésas, ni así.
El otro tirador dentro de Morena es el senador Ricardo Monreal. Un ex priista de vieja guardia, cacique en su estado y que también sabe perfectamente que no está en el ánimo del renovado “gran elector” heredero de la muy priista cultura del “dedazo”.
Pero a diferencia de Ebrard, que difícilmente se iría “por la libre”, Monreal ya lo adelantó: piensa estar en la boleta de la elección presidencial en 2024. Y más de un partido de los que hoy se han vuelto una oposición insípida e inocua estaría encantado de postularle. Y en una de ésas, hasta le podría dar un susto a la “4t”.
Que dentro de un partido se admitan abiertamente las aspiraciones y se trabaje dentro de los márgenes de la ley para alcanzarlas es totalmente legítimo. El problema es cuando se distraen recursos públicos humanos, materiales y financieros para concretar esos objetivos.
Y todavía peor, que digan que no son iguales a quienes hicieron lo mismo.
Calambres
En Veracruz bastó un “calambrito” de fin de semana para que el morenato gobernante se descompusiera y se lanzara contra el “intruso” que se puso a hacer política “a la antigüita”.
Así de frágil el proyecto oficialista.
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