El surgimiento de candidatos independientes no es en México una expresión espontánea de libertad cívica. Es, desafortunadamente, un desgajamiento de expresiones y figuras ciudadanas que huyen de sus partidos originales buscando postulaciones que auguran descomposición y mayores calamidades, en el mejor de los casos.
Son cuadros preparados en matrices reaccionarias que, por cubrir cuotas para sus grupos internos de interés político, se quedan en el camino. Los llamados independientes no han tenido más alternativa que refugiarse en conglomerados económicos y en factores reales de poder para lograr sus propósitos, no atendidos en los partidos “de interés público”, financiados con nuestros impuestos para ese fin.
Su caldo de cultivo es la desesperación colectiva por el desempeño del gobiernito que ha llevado al país a la ruina. Hasta ahí, está bien: por algún lado tenía que salir esa pus, ya era demasiado consecuentar a una pandilla de descastados.
Grueso éxodo de inconformes
Pero puede salir más caro el caldo que las albóndigas. Estamos frente a una diáspora política, un grueso éxodo de inconformes que por convicción rechazan públicamente el desastre económico, político y social del país, pero que caen como presas en las garras de aprovechados que también quieren participar en la depredación rampante.
En los casos emblemáticos que hasta ahora hemos visto, se trata de un paripé bien montado por los grandes tiburones. Y así puede seguir, reproduciéndose el esquema al infinito, mientras los verdaderos independientes no surjan de una coalición de partidos que hagan frente común contra la rapiña de la tolucopachucracia.
Y es que esa calaña ha provocado no sólo la colombianización en extremo de la vida económica y social, sino la de la política. Pablo Escobar, el sexto hombre más rico del mundo hace unas décadas, fue una fuente inagotable de postulación de civiles a todos los cargos de representación nacional en ese país hermano.
Acá, igual. Financiando sus campañas, lo mismo hizo El Chapo Guzmán.
Habrá más burros… y más olotes
Los culpables directos son el grupo de depredadores que dice nos gobierna. Pero también los partidos políticos que se coludieron con ellos en busca de supervivencia, de canonjías y prebendas salidas de nuestros bolsillos. No han mirado más allá de sus narices. Parece que el único objetivo es arrasar con lo que queda, antes de que se lo acaben.
Los verdaderos favorecidos son los oligarcas, los dueños del dinero en efectivo que están dispuestos a financiar cualquier “hazaña cívica”. Los que ya se aprendieron el caminito de sumar poder político a su desmedida ambición económica. Los que saben que, ante el desastre, pueden triunfar.
Los que están convencidos que no es una inversión a fondo perdido, sino una apuesta que los convertirá en un Estado informal, frente a un Estado derruido.
Mientras, la gente seria detecta que la pulverización del sufragio tiende a consolidar a los poderes regionales, pero en última instancia, consolidará el mantenimiento federal endeble del statu quo, porque en este terreno, mientras más burros, desgraciadamente más olotes. La coalición Verde-PRI- Panal-PT- PES mantendrá un 40% de votos, imbatible desde el punto de vista que se quiera.
Los poderes regionales, los grandes lavadores y los monopolios privados, los mismos que han sido beneficiados con las concesiones , autorizaciones sin freno, permisos y dinero del erario a lo largo de nuestra historia, reciben con beneplácito y grandes esperanzas este desquiciamiento político, son los pescadores a río revuelto. Los electores se quedarán como el chinito, “nomas milando”. Es la hora de los buitres.
Oligocracia mafiosa que vive de los “moches”
No tardan en aparecer los candidatos independientes de los financieros que trafican con nuestro dinero en casas de cambio, bancos y en la Bolsa de Valores, que serán tripulados, desde lo oscurito, por los zedillistas y cordobistas que manejan a placer, sin cortapisa jurídica esos instrumentos del engaño y el fraude a mansalva.
Por otro lado, es cierto que México se tardó en llegar. Desde hace por lo menos cuarenta años cambiaron los regímenes políticos y electorales en el continente latinoamericano. Un sinfín de Constituciones abrieron sus estructuras para desechar los presidencialismos monolíticos y monocordes.
Dieron paso franco a la participación de candidatos independientes a puestos de elección popular, de la misma forma que comprobaron que el parlamentarismo carecía de eficacia para resolver los ingentes problemas.
Pero el aventurerismo político rampante asomó sus fauces en apoyo a regímenes políticos que ya estaban agotados, y éstos recibieron un impulso mayor al que se creyó atacar en su momento. Desafortunadamente, los independientes triunfantes, sirvieron sólo como mozos de cuadrilla de los ganadores de siempre.
Pero también es cierto que en aquellos países jamás existieron poderes informales, al margen y favorecidos por el gobierno, con el monumental y desaseado ritmo y cuantía de acumulación, como los que existen hoy en nuestro país. Miles de millones de dólares sin supervisión ni límites, formados con apapachos oficiales.
Nunca gozaron del hermetismo de la complicidad que campea en México. Jamás soñaron en tener poderes de Califato, ante la mansedumbre de una oligocracia mafiosa que sólo vive para recibir los porcentajes de los “moches”, insospechados para el ciudadano común, muchos de los cuales siguen pensando en que no hay otra opción.
El Bronco, tripulado por los más ricos de los ricos
Hoy, no sólo tenemos al segundo hombre más rico del mundo, sino a un grupo de desaforados que acumula una miríada de millones cotidianamente, burlando todas las confianzas, perforando todo el tejido social.
Una formación cívica deficiente, alentada por un aparato educativo gubernamental que nunca ha sabido cómo se llama durante los últimos sexenios, despolitizó a conciencia las bases sólidas y confiables de la rebeldía ciudadana. Destrozó la conciencia nacional, un valor antes ponderado.
El mentado Bronco neoleonés, tripulado por sus valedores, ha recorrido medio país, abandonando sus responsabilidades, en busca de cándidos que se someterán, más temprano que tarde, al juego de los más ricos entre los ricos de Monterrey. El inefable Jorge Castañeda, con el aliento de Salinas de Gortari, convertido en gurú de los incautos.
La seducción del poder del dinero de los multimillonarios, es francamente irresistible para los políticos que no encuentran espacio en sus refugios originales: partidos políticos que sólo han optado por salvar su pellejo, al costo que sea, a la medida de sus funestos objetivos.
¿Sabrán los incautos a qué juegan? El gobiernito jamás se los va a decir. A él le harán el caldo cada vez más gordo, y desgrasado de compromisos esenciales de todo poder público.
La serpiente se mordió la cola.
Índice Flamígero: ¿Cuándo hablará El Niño Nuño de temas educativos? Hasta ahora, con su reforma administrativa –que no educativa–, sus declaraciones son sobre salarios, descuentos, despedidos, sin indemnización…
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