Claudia Rodríguez
Ahora que el instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), presentó los resultados sobre los números de desocupación en México, la cual por cierto se agudizó en el reciente mes de enero; es de llamar la atención que del total de la Población Económicamente Activa (PEA), el 56% se encuentra en la informalidad.
Más allá de la política y la politiquería, hay asuntos que requieren la atención de políticas públicas inmediatas, más cuando es un asunto hasta de afectación a los derechos humanos por no tener un empleo periódicamente remunerado, y a la vez, sin garantía de seguridad social alguna. La informalidad también, es muestra de la inexistencia de un Estado de Derecho funcional que lleva a que la economía muestre tasas de crecimiento menores y cada vez más bajas, lo que a la larga se convierte para todos los involucrados, en un problema de severísimas consecuencias.
La falta de empleos inscritos en la formalidad laboral no es un asunto de análisis llano, los estudiosos han destacado al menos cinco variables que la explican o que la detonan:
La primera, la más benigna, es aquella que se origina de una necesidad de flexibilización de condiciones entre el empleador y el empleado; sobre todo cuando el objeto del trabajo no requiere ni ocho horas diarias, ni semanas completas. Sin embargo, no se deja de lado la incertidumbre y la posible falta de trabajo.
La cara más notoria de la informalidad, es claro, la evasión fiscal; si se puntualiza el uso de los bienes públicos, sin que se retribuya. No sólo se trata de individuos aislados; en México cada vez más, se sabe de la existencia de mercados paralelos ilegales de grandes proporciones que generan ganancias multimillonarias.
Evadir como particular, es casi tan común y corriente, sin consecuencia ni fiscal ni penal, ya que las autoridades no tienen la capacidad de perseguir a todos los infractores de la ley. Es más fácil perseguir a alguien establecido que a quien sólo ofrece productos y servicios sin domicilio publicitado.
Lo peor de la informalidad como falla del Estado, es cuando se asocia a la extorsión criminal, no sólo por criminales callejeros, sino incluso por las mismas autoridades; por lo que quienes podrían ser personas físicas y morales ante la ley, prefieren la clandestinidad de la informalidad
Otra de las feísimas caras por la que existe la informalidad, es cuando esta subsiste como moneda de cambio de apoyo político específica y así, un número considerable de trabajadores informales viven con la amenaza velada de ser incorporados a la formalidad si no se cumplen con ciertas rentas o designios de uno u otro grupo de poder, casi siempre asociado a un partido político.
Los más afectados de la informalidad, al final somos los contribuyentes cautivos, que nos sentimos extorsionados por una autoridad recaudadora que no retribuye como cobra y asigna recargos y multas por no cumplir.
No es tarea fácil enfrentarse al monstruo que por sexenios abrevó la informalidad que rebasa en porcentaje a la formalidad en el empleo.
Acta Divina… “Crezcamos juntos”, el programa puesto en marcha por el ahora ex presiente Enrique Peña Nieto, en el 2014, con la finalidad de abatir la informalidad; trajo como resultado, el crecimiento de la misma.
Para advertir… Y México, es así, el paraíso de la informalidad de catastróficas consecuencias.
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