KAIROS
Francisco Montfort
La elección de 2024 presenta singularidades trascendentes. No porque sea la “más grande nuestra historia” (aunque lo sea). Tampoco porque sean dos mujeres las principales contendientes (que sí es un hecho histórico).
La más importante novedad radica en que, por primera vez desde Álvaro Obregón, un presidente en funciones participa directamente en los comicios. El señor López es un actor más importante que la señora Sheinbaum. Su omnipresencia convierte a estos comicios en una reelección de facto o por lo menos en un plebiscito sobre su mandato.
La situación política de 2018 convirtió aquella elección en una “revancha de la clase política” tradicional contra los políticos técnicos que habían propugnado la primacía del Estado de derecho, según la interpretación del ensayo de Fernando Escalante Gonzalbo (México: el peso del pasado. Ediciones cal y arena. México 2023).
Además del acuerdo, ahora bastante claro, entre Enrique Peña Nieto y el señor López para atajar el posible triunfo del Ricardo Anaya, que amenazaba con castigar los excesos del presidente y sus amigos, el priista creo un ambiente insoportable para casi todos los mexicanos de bien.
El mexiquense había exacerbado el malestar de la sociedad mexicana con sus indecentes actos de corrupción, en el gobierno federal y en los gobiernos de los estados, aunado al débil crecimiento económico de un modelo de desarrollo que no pudo disminuir radicalmente los malestares de la economía informal, la desigualdad y la pobreza.
Existe evidencia de las traiciones del PRI tradicional, a los candidatos de su propio partido: por ejemplo, en Veracruz, en donde Fidel Herrera acordó apoyos de votos y recursos para la movilización política con Ricardo Monreal, mientras que Javier Duarte ofrecía dinero a las campañas de Morena en el mismo estado y a la campaña presidencial, para detener el triunfo del PAN.
En aquel fatídico año el PRI se traicionó. Y con ello vació de electores a esta fuerza política. Con este acto el señor López obtuvo un enorme caudal de votos, muy por encima de los que hubiera obtenido con su propio partido. A este caudal se le sumaron votos de ciudadanos que estaban hartos del gobierno de Peña Nieto, votos de ciudadanos que simplemente se sumaron a una fuerza que lucía imbatible.
Las condiciones han cambiado. Ahora la corrupción gigantesca corre a cargo del gobierno del señor López y de los gobiernos de los estados de Morena, de su gobierno son los malos resultados que han provocado desencanto de la ciudadanía en materia de seguridad pública, de salud, de obras y servicios públicos, medioambientales y súmele.
Por esta situación el señor López busca afanosamente repetir el ambiente que le fue favorable en 2018. Lo hace a base de propaganda. Busca introducir en el imaginario colectivo supuestas hazañas de su gesta política y gubernamental. Y se presenta en esa propaganda como el Cid Campeador de una nueva etapa histórica.
En esta campaña de propaganda juega un papel secundario su “corcholata”. Es simple comparsa o flaca marioneta. Aunque, para efecto del futuro del país, esta calca de la figura presidencial resulta muy peligrosa.
El señor López rompe con un lugar común del nuevo populismo. Según se ha repetido ad nauseam es indispensable en el populismo una “figura carismática”.
Aceptando sin conceder que esa calidad la tiene el actual presidente, designó como sucesora a la persona con menor carisma, en realidad anti carismática, con menores luces intelectuales y éticas de su colección de corcholatas.
El señor López actúa como Hugo Chávez en Venezuela. Busca heredar el poder a la figura menos carismática, menos capaz política y culturalmente para que no opaque su figura. También se asegura que sea la figura más ortodoxa, inflexible, autoritaria para asegurar su legado.
Por eso su urgente necesidad no sólo de intervenir en el proceso electoral directamente y a través de sus secretarios de despacho y otros funcionarios. Con su propaganda (que no marketing político) pretende “estar en la boleta” imaginaria del elector en lugar de la figura sin gracia de su corcholata.
Esta es la mayor singularidad de esta elección. Esta es la elección más desigual e injusta de nuestra democracia. Este es el mayor desafío para Xóchitl Gálvez y su campaña. ¿Contra quién luchar? ¿Contra Morena, la señora Sheinbaum o contra el señor López? ¿Contra todos? El caso es que Morena no tiene una imagen consistente como partido.
El caso también es que la señora Sheinbaum no representa una figura propia, sino una matruska escondida en un muñeco más grande: el real contendiente. El caso finalmente es que el real contendiente no va a figurar con su foto en la boleta.
Esta situación provoca una elección de Estado: la más desigual y desproporcionada a favor de Morena, el señor López, la señora Sheinbaum.
francisco.montfort@gmail.com