Javier Peñalosa Castro
Inconcebible, resulta el cinismo con que se conduce el actual gobierno. El ejemplo más reciente de ello ha sido la aprobación y promulgación de la llamada “Ley Chayote”, surrealista resultado del apercibimiento de la Suprema Corte al Congreso para que legislara en materia de contratación de publicidad oficial en los medios, y que terminó siendo un esperpento que legaliza los peores “usos y costumbres” que han caracterizado la relación del gobierno con periódicos, revistas, estaciones de radio y televisión, páginas de Internet, blogs, redes sociales y un interminable etcétera.
Así, la intención de poner límites al poder omnímodo y al reparto de prebendas a publicaciones obsecuentes (el gobierno no paga para que le peguen, como dijera Jolopo) resultó exactamente lo contrario de lo que se buscaba, y terminó por aprobarse un engendro que sólo beneficiará a regímenes totalitarios y textoservidores de ocasión.
Durante esta segunda semana de mayo también menudearon los lugares comunes a que estamos tan acostumbrados con pretexto del día de las madres. Carretadas de admiración y ofertas populistas (¿no que los “neoiliberales” pasaban de ellas?), que compitieron en el imaginario colectivo con las preparadas para la ocasión por los establecimientos mercantiles. Referencias manidas y cursis para la “autora de los días” de Anaya, Meade y El Bronco fueron moneda de cambio este diez de mayo a falta de propuestas o planteamientos.
Mientras tanto, los dueños del dinero siguen muy preocupados por las declaraciones de quien puntea en las encuestas contra el faraónico aeropuerto que, contra viento y marea, se construye en el lecho del lago de Texcoco, a un precio incalculable, lo mismo por los recursos que el erario ha comprometido en esta obra (y para los que ha echado mano incluso de los menguados fondos de afores como PensionIssste, que si bien no garantizan un retiro digno para la burocracia, si sirven para rescatar empresas como ICA, que resurgió como el ave Fénix —desde sus cenizas— gracias a esta ayuda) que por el daño que representará para el entorno en el Valle de México, y en especial en el del vaso del antiguo lago.
Sin embargo, los representantes de las cúpulas patronales, que se habían envalentonado para atacar a López Obrador y se tiraron al piso para que los medios y sus opinólogos los levantaran, han terminado por acercarse a Andrés Manuel López Obrador a través de sus asesores en temas económicos. La posición de AMLO al respecto no ha variado. Si el aeropuerto es tan buen negocio, que lo paguen quienes acumulan miles de millones de dólares, y que han hecho su fortuna al amparo de concesiones y contratos del gobierno y ha reiterado que se acabaron los privilegios concentrados en manos de menos de diez empresarios consentidos por el neoliberalato.
Y mientras, el gobierno en turno hace cuanto está a su alcance por lograr la aprobación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte antes de los comicios. Si ello no ocurre, lamentan, el tratado se quedará como está, y estará a merced del capricho de Donald Trump, que podría optar por abandonarlo, como hizo con el acuerdo nuclear que tenía suscrito su país con Irán, o bien podría ser revisado por un eventual gobierno lopezobradorista, al que, como está visto, ven como una amenaza a sus canonjías y un freno a su rapacidad.
Otro que siente llegar la lumbre a sus aparejos es Peña Nieto. A tal grado que, a sabiendas de que con ello viola el principio de equidad y la ley, que impide a miembros del gobierno opinar sobre temas electorales durante el proceso, ha llamado, una y otra vez a los mexicanos a que no voten por López Obrador, y sugiere que sufraguen por el anticlimático José Antonio Meade, quien ni con todo el respaldo del gobierno y sus cómplices en el mundo empresarial, ni aun con la maquinaria del fraude —aplicada en el Estado de México y Coahuila— a su servicio, logra hacer despertar a las decenas de adormecidos acarreados que le arrima la gerontocracia priista, reunidos en actos que parecen sacados de las memorias de Fidel Velázquez.
Sin embargo, Ternurita Mit carga con la pesada losa de la corrupción y el descrédito que pesa sobre personajes como el propio Peña Nieto, sus excompañeros de gabinete Gerardo Socavones Ruiz Esparza y Rosario Estafa Maestra Robles y, como si fuera poco, el dirigente sindical con peor reputación en la historia, Carlos Robero Deschamps — cuyos hijos se muestran a bordo de Ferraris y de jets privados en las redes sociales y él mismo luce relojes de precios inauditos— y el nada probo gobernador de Veracruz, Miguel Ángel Yunes, quien lucha por todos os medios a su alcance por entronizar a uno de sus hijos como su sucesor en el trono que heredara de Javier Duarte y Fidel Herrera. Peor aún, cuando es necesario, avala la honestidad de cada uno de ellos.
Y mientras esto ocurre, y sigue corriendo el plazo para la elección presidencial, los candidatos se preparan para el segundo debate organizado por el Instituto Nacional Electoral, que tendrá lugar el domingo 20. Habrá que estar preparados para una reedición del encuentro anterior, en el que Meade, Anaya, Zavala y Rodríguez dedicaron buena parte del tiempo que les fue asignado a golpear a López Obrador, en tanto que el tabasqueño, al más puro estilo de Mohammed Alí, se dedicó a esquivar los golpes y a lanzar algunos jabs.
Habrá que ver a qué nuevas (o prehistóricas) triquiñuelas recurre la nunca mejor definida mafia del poder en su intento por burlar la voluntad popular de nueva cuenta.