Ignorantes de la vida que mienten a la historia y no piensan que el tiempo de vez en cuando se enoja, como cualquiera de nosotros. Furioso levanta los brazos y sus aspavientos hacen volar las hojas mal escritas.
Ingenuos que creen descargar la consciencia eliminando al adversario.
Que la complicidad es solo de momento y ese instante se puede rayonear, como si un destino lleno de errores pudiera presentarse en limpio.
Inocentes tramposos que confunden un hoyo con un cráter, que a la injusticia le dicen solución y a la cobardía la ven cada semana.
Humillar para ellos es costumbre y la ambición, su destino se tragó. Entonces se dan cuenta de que, demás, no sirve en lo importante, pues cualquier segundo de verdad los pone de cabeza en un soplido.
Son fanáticos del oro y de coronas; de joyas y diamantes, de castillos y pinturas, de todo aquello que limpie lo pasado y lustre el porvenir. Es la gran defensa que destila el pecado en sus entrañas, porque los años con el polvo, tejen eslabones que producen el milagro: dejar a punto la cosecha del engaño.