Claudia Rodríguez
Conforme los días transcurren, los mexicanos ya no sólo nos sentimos inseguros, también hemos llegado al extremos de sentirnos vulnerables, atemorizados y desconfiados.
Cada vez que se descubren los amarres y negocios millonarios de la clase política en actos que se han llamado de corrupción pero que de forma indudable también son delitos; la sociedad mexicana tiene la certeza cada vez más de que quienes nos gobiernan y administran, son criminales.
Es tal la transgresión, que al amparo de la mal llamada democracia y el poder gubernamental existe capacidad hasta para robar elecciones –violentar la voluntad ciudadana–, acción avalada incluso por los mismos órganos electorales.
La actividad delincuencial de la que hace un escándalo mediático el Gobierno federal, no surge de manera espontánea. Las grandes corporaciones criminales tienen siempre sin duda, la participación más que importante y señalada de la autoridad, en tanto que el delincuente en solitario se explica la mayor de las veces por su raquítico archivo de oportunidades de desarrollo y vida, auspiciada tal situación por las políticas de pauperización social del mismo Gobierno mexicano.
La violencia en medio de la que vivimos millones de mexicanos, tampoco es un acto lineal de lo que algunos llaman los malos o los criminales. Coexisten un sin número de factores para que la violencia se desate, pero también hay gran responsabilidad tras de ésta como la ineficacia y a veces la nulidad de acciones de las autoridades de todo tipo, no sólo las policiacas.
Es delincuencia y violencia también, que los funcionarios ante un acto de omisión que llega hasta lesiones de muerte, intente por todos los medios “lavarse las manos” y seguirse burlando de la sociedad que constitucionalmente debe proteger y brindar oportunidades. La corrupción criminal de las autoridades, también mata.
El cinismo es tal entre el Gobierno federal, que se atreven a presentar a favor de su acción de gobernar y administrar el territorio nacional, cifras de la macroeconomía como sello de bonanza, cuando los mexicanos incluso con empleo, cada vez tenemos acceso a menos satisfactores y de menor calidad.
La única forma en que Peña Nieto y todos quienes conforman su guarida de más de 40 ladrones, pueden darle continuidad a sus negocios utilizando el erario público, es vulnerando aún más a la sociedad con sus actos criminales y su gran y escalofriante grado de impudicia.
La delincuencia organizada ha pulverizado nuestros salarios, nuestro poder adquisitivo y nuestro seguridad, empujando a un grado superlativo de violencia y criminalidad.
Acta Divina… Cambiamos rostro de la economía en cinco años”: Enrique Peña Nieto, presidente de México.
Para advertir… Sí, por supuesto, el negocio todo, es para ellos.
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