MOISÉS SÁNCHEZ LIMÓN
¿Usted le cree a Andrés Manuel López Obrador? Yo tampoco.
Considerar inservible y desechable todo lo hecho en anteriores administraciones, porque éstas, que no las obras e instituciones, arrastran estelas de corrupción no es necesariamente una postura ni oferta de cambio producto de los consensos.
La insistente y recurrente negación de la realidad nacional, de lo que ha mantenido al Estado mexicano por sobre todos los reveses sexenales, lleva implícita una postura radical, apoyada en un factor personal que presume contar con todo el apoyo de la sociedad mexicana para refundar al país. Hay que decirlo.
Repetir neciamente una exigencia que no comparte la mayoría de los mexicanos, pero presumir que sí, porque las engañosas y veleidosas encuestas estiman que tiene un alto porcentaje de preferencia del voto, entraña soberbia y la negación de lo que tenemos en México. No todo es negro, no todo es corrupción.
Y es que, mire usted, es importante asumir una postura frente a la avasalladora corriente que se suma a la oferta y promesa de Andrés Manuel López Obrador, cuyos asesores y operadores han llegado a la convicción plena y absoluta de que los mexicanos están de su lado, todos los mexicanos, hartos de los gobiernos de todos los colores y siglas.
Sin duda hay hartazgo; sin duda existe inconformidad social y, más aun, es evidente que no se alcanza a definir quién de los candidatos presidenciales tiene la mejor oferta de gobierno, porque la estridencia de las descalificaciones no permite tener claridad en ese escenario.
Hay comunicadores que están convencidos de que la oferta de Andrés Manuel López Obrador es la mejor y echan campanas al vuelo en la consideración de que Ricardo Anaya y José Antonio Meade no tiene nada qué hacer en las campañas; vaya, los dan por derrotados.
Y en las redes sociales el combate es abierto, especialmente colmado de insultos de simpatizantes, operadores o troles de López Obrador, contrastantes sobremanera con los mensajes de seguidores de Anaya y de Meade, de Margarita Zavala y de Jaime El Bronco Rodríguez.
Contra mensajes de defensa de la oferta razonable están aquellos que invocan más de lo mismo y asumen indignante que haya quienes simpatizan con los candidatos que no son de la esfera de Morena y socios en esta tarea de desbrozar el terreno rumbo a un triunfo que ya asumen consumado.
¿Sabrán los asistentes a los mítines del candidato presidencial de Morena por qué deben pronunciarse contra la Reforma Educativa y la negativa a la construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional de México, por citar dos casos relevantes?
¿Distinguirán las contradictorias declaraciones de Andrés Manuel? Porque, más allá de filias y fobias, los de la Reforma Educativa y el Aeropuerto Internacional, carecen de sustento en su viabilidad porque si López Obrador llegara a la Presidencia de la República, debe ceñirse a la opinión y decisión de los otros dos Poderes de la Unión.
Porque, aun cuando ofrece que será producto de la iniciativa preferencial del Ejecutivo, al inicio del periodo legislativo del Congreso de la Unión, no sería en automático la abrogación de la Reforma Educativa ni mucho menos prosperaría por decreto, procedimiento ilegal en todo caso.
Y, una cauda de amparos contra la decisión de cancelar las obras del Aeropuerto Internacional de México, frenaría en el Poder Judicial esa medida de insistente y tozuda oferta del candidato de Morena.
¿Sabrá de estos impedimentos los seguidores y aplaudidores de quien se asume victorioso e imagina que ya cedió al pueblo la residencia oficial de Los Pinos?
Hoy no se trata de mandar al diablo a las instituciones. No. Hay una actitud cotidiana de anunciar que, como Presidente, cancelará la que dice mal llamada Reforma Educativa.
Dice que habrá justicia para cesados injustamente y libertad para presos políticos. Pero, a quienes cesaron fue precisamente a aquellos que abandonaron a su suerte a millones de estudiantes de los niveles básico, primaria y secundaria, para participar en la embestida contra dicha Reforma.
¿Al diablo las instituciones? No, López Obrador manda al diablo lo que considera inservible y desechable. Pero, vaya, aunque simplista, la analogía con la Chimoltrufia lo pinta demagogo y poco consistente en la oferta de campaña. En serio, en serio, todo indica que también a sus asesores los manda al diablo y a los recalcitrantes seguidores de su proyecto evita desmentirlos, les da manga ancha para decir barbaridades.
Y así no puede consolidarse una oferta de gobierno. Bien, respetables quienes simpatizan y apoyan a la causa de Andrés Manuel López Obrador; mal que cierren los ojos ante tanto despropósito y no llamen a la cordura a su candidato, cuyos pasos tienen el tinte de la anti campaña. ¿Por eso se molestó con Lorenzo Córdova? Digo.
sanchezlimon@gmail.com
www.entresemana.mx
@msanchezlimon