HOMO POLÍTICUS
PAVE SOBERANES
- Discurso de la Derrota Ante Malandros
Para qué sólo trasegar drogas —pensó en grande el Comandante H al inicio del gobierno de Adán Augusto López en Tabasco—, si podían cobrar a inmigrantes por entrar al país, permitir la fuga de reos peligrosos e incorporarlos a los proyectos de expansión, hacer a los policías delincuentes en sus días francos y comprar armas para secuestrar, robar, amenazar, torturar, extorsionar, asesinar…
Dantesco, orwelliano, kafkiano, hitleriano… Las historias de las hermanas González Valenzuela —el holocausto mexicano de los años 40, 50 y 60— son guiones de películas de El Santo ante el horror de la violencia institucionalizada.
«¿Tiene pertenencias?», preguntó el policía.
—Pocas, respondió el capturado.
Ya irán saliendo propiedades, riquezas y la verdad de esa fábrica del mal que dejaba mucho dinero. Tanto, como para financiar campañas electorales.
Es Hernán Bermúdez, cabecilla de La Barredora que, de acuerdo a investigaciones de la Fiscalía Especializada en Materia de Delincuencia Organizada, en seis años, a partir de 2019 y hasta marzo último en que escapó, corriendo adrede la especie de su falsa muerte como escudo institucional de protección, tan pronto le entregó el cargo de súper policía Adán Augusto López —«mi hermano», lo adoptó López Obrador—, empezó a construir su reinó de dinero ensangrentado en Tabasco.
No fue Latinus, Código Magenta ni TV Azteca, medios incómodos al régimen de la izquierda aburguesada, sino La Jornada, quien publicó, aún en páginas interiores, que Bermúdez empezó a ser operario de la banda delincuencial cuando López le tomaba juramento para cumplir y hacer cumplir la Constitución. «Y si así no lo hiciera…». Hoy el país entero lo demanda.
La cárcel estatal, originalmente útil contra delincuentes confesos de todo tipo, servía como calabozo particular contra los enemigos de los líderes —así, en plural— de La Barredora, a quienes encerraban por negarse a comprar gasolinas robadas, por no entregar sus propiedades, por no pagar las cuotas mensuales, inventándoles delitos. Cuando no les iba así de bien, los asesinaban.
Las escaleras se barren de arriba hacia abajo, aconseja López Obrador.
letraschiquitas
El subprocurador de Morelos, Edgar Maldonado, llegó a su informe semestral ante los diputados que lo designaron, con las manos vacías —aunque en la muñeca derecha cuelga una imagen religiosa de protección, que bien puede ser san Benito—: sin detenciones relevantes y sin ingresos a la penitenciaría, mientras la morgue se va llenando***. El discurso de la derrota fue la declaración del vicepresidente de Jiutepec, Eder Rodríguez, quien se rindió ante inseguridad y violencia. De paso, se mostró poco caballeroso —y hasta desleal e ingrato— con la gobernadora Margarita González-Saravia que le ha ayudado sin ver colores partidistas***. Atina el doctor Cipriano Sotelo, rector de la Universidad de Ciencias Jurídicas del estado de Morelos, al desvelar que los magistrados que integran el Tribunal de Justicia Administrativa no cumplen el artículo 109 de la Constitución, además de estar subordinados al poder Ejecutivo «a fin de mantener sus privilegios». Tal, dice, motiva juicio político y destitución.