Por: José Murat
No hay mayor valor que la vida humana y la sobrevivencia de las especies de todo el planeta, un valor que se ha puesto nuevamente en riesgo, en la Guerra Rusia-Ucrania y en otros lugares, por la irresponsabilidad de actores, directos e indirectos, que no han medido el alcance global, y no sólo regional, de sus decisiones políticas y militares. El mundo, y no sólo las partes beligerantes, está amenazado y no podemos dejar de señalar el riesgo que representa para todos.
Por supuesto que, como señalamos desde el principio, el principal responsable es el presidente de Ucrania, Vladímir Zelenski, un advenedizo de la política que no supo distinguir la enorme diferencia entre un actor de reparto y un Jefe de Estado. Sin un conocimiento mínimo de la historia de su país y de los delicados equilibrios de la geopolítica mundial, quiso tomar decisiones para realzar su escuálida estatura política.
¿A quién si no a un personaje ajeno totalmente a la accidentada historia de los últimos 100 años, y la conformación de los bloques geopolíticos y militares, se le podría ocurrir plantear la incorporación de Ucrania a la OTAN y poner, de esa manera, los misiles de occidente a las puertas de Rusia? ¿Que no sabía que su país formó parte de la URSS y que dos destacados jefes de Estado de la Unión Soviética estuvieron muy vinculados con Ucrania, Nikita Kruschev y Leonid Brezhnev?
¿No sabía que Ucrania fue la segunda República más importante de las 15 que integraban a la URSS, por su historia, su economía, especialmente su agricultura, y su ubicación geográfica de cara al Occidente?
Para cualquier gobernante con sensibilidad política y para cualquier analista medianamente ilustrado la reacción de Vladimir Putin iba a ser, como ocurrió, virulenta y sin concesiones ni zonas grises. No podía permitir que el bloque militar antagónico, la OTAN, se extendiera y tocara físicamente su territorio, como tampoco permitió John F, Kennedy, en 1962, que los misiles soviéticos estuvieran a kilómetros de Florida, en el territorio cubano.
Ahora es el gobierno de Estados Unidos, una administración a punto de fenecer, quien se suma a la insensibilidad, si no queremos llamarle irresponsabilidad, de poner en riesgo a la paz mundial, con la decisión impensable de autorizar al gobierno ucraniano el uso de misiles balísticos de largo alcance estadounidenses para atacar a Rusia.
El presidente Putin, como ya se esperaba, consideró la decisión del gobierno norteamericano, seguida del ataque con misiles ATACMS por Ucrania, como una medida no focalizada sino escalatoria. Ya Rusia había anunciado que, si Estados Unidos daba ese paso, el Kremlin consideraría a terceros países que armaran a Ucrania como partes beligerantes involucradas; que modificaría su doctrina nuclear para reducir las condiciones que ameritarían una represalia atómica por parte de Rusia y que respondería ante cualquier agresión como el gobierno ruso lo estimara adecuado. En seguimiento a dichas advertencias, el presidente Putin ha suscrito ya esa nueva doctrina nuclear y se ha activado una enorme tensión mundial, mayor que en otras ocasiones.
Lo que antes se observaba como una posibilidad remota, ahora ya se ve como un escenario real y catastrófico, sin ganadores y perdedores, sino en un esquema perder-perder, todos perdedores, como corresponde a una guerra nuclear con el potencial de ahora, multiplicado en su letalidad por miles.
Las guerras son, en efecto, eventos irracionales de suma negativa, pues todos pierden o lo que uno gana es muy inferior a lo que el otro pierde, y con un costo enorme para el que se asume como vencedor de la contienda. Pero ahora es peor: los perdedores podemos ser todos los seres humanos, con la amenaza de una conflagración nuclear mundial, un escenario fatal que creíamos superado con lo que llamábamos fin de la guerra fría. Es una locura que está nuevamente viva, a la vista de todos.
No olvidemos que hay otros actores mundiales que están pendiente de lo que ocurre en Europa, como China, quien tiene pendiente la recuperación de Taiwán, una isla que ha pertenecido histórica y milenariamente al imperio chino, y que sólo los intereses geopolíticos de Occidente lo despojaron, desde su perspectiva, de ese importante territorio, como también lo hizo Inglaterra con Hong Kong, que ya ha recuperado.
También está pendiente el desenlace de la guerra en Medio Oriente, entre Israel y una facción de Palestina, en la franja de Gaza, pero con cada vez más actores involucrados, en favor de ambos bandos.
Esta vez, en suma, no se trata sólo de las siempre lamentables vidas cegadas entre las partes directamente confrontadas en diversos puntos del planeta y los costos económicos concomitantes, hoy está en riesgo la existencia del ser humano. Es imperativo que la comunidad internacional se pronuncie y exija un acuerdo de paz en la guerra Rusia-Ucrania, pero sobre todo que se prohíba para siempre, en los instrumentos firmados y en la realidad concreta, el uso de las armas nucleares.
No es sólo un ajedrez político de los actores políticos dominantes y sus piezas adherentes, es la sobrevivencia del ser humano y de un planeta diversificado y vital, que nos trasciende a todos.