* Las instituciones de salud del Estado viven acosadas por el robo hormiga de medicamentos, instrumental quirúrgico y equipo, o por actitudes lindantes con el fraude y la corrupción, al desviarse el presupuesto a otros fines
Gregorio Ortega Molina
Los empleados son, a fin de cuentas, el vivo reflejo del comportamiento de sus patrones. Lo mismo sucede en los servicios públicos: los burócratas replican, en usuarios y derechohabiente, idénticos modelos de conducta que los altos funcionarios tienen para con ellos.
Los problemas de las instituciones de salud del Estado son múltiples, pero todos tienen un origen humano: la carencia de recursos puede obedecer a la mala aplicación de lo que se tiene, o a que se carece de casi todo porque hay robo hormiga de medicamentos e instrumental y equipo, o porque el presupuesto de adquisiciones se lleva a otros destinos, oscuros, lindantes con la corrupción y el fraude.
Ya hace tiempo que en el ISSSTE dan, a los pacientes de enfermedades crónicas, recetas resurtibles hasta por tres ocasiones. Su supone que el cuadro de medicamentos fue establecido por especialistas y de acuerdo a las enfermedades de los derechohabientes. Pues bien, medicina para los hipertensos, infartados y diabéticos escasea desde el mes de junio. La propuesta de descargar la agenda de consultas de los médicos resultó inoperante.
Si un paciente llega tarde a la consulta, la pierde. La tolerancia reside exclusivamente en el criterio del médico tratante y lo apretado del tiempo. 15 minutos para escuchar, auscultar y diagnosticar. Sin embargo, los médicos tratantes pueden llegar hasta 60 minutos tarde a su “empleo”, y si un derechohabiente reclama, de buen modo, puede recibir un apoyo en respuesta, o un “hágale como quiera”.
Es cierto, están saturados, pero esa falta de recursos, médicos y tiempo, no es pretexto para que descuiden a los enfermos. Me cuenta un paciente infartado y operado en el 20 de noviembre, que en el área de consulta externa del hospital han pretendido darlo de alta de los servicios de cardiología, y él se defiende como gato boca arriba, porque las secuelas del infarto y la necesidad de cuidar que la endoprótesis vascular o “stent” permanezca en óptimas condiciones requiere observación continua, y no se debe dar de alta en esas condiciones.
Me indica mi corresponsal y paciente del ISSSTE, que está consciente de las dificultades por las que atraviesa México, que más se recrudecerán después de los aumentos en los bienes y servicios proporcionados por el Estado, sin dejar de lado la falta de confianza, pero que se puede quitar presión con trato humano, con diálogo, con información, con tolerancia similar a la que tiene la institución por los médicos, pero no, me dice, y afirma que los tratan como pericos a toallazos.
¿Será?