José Luis Parra
En el ISSSTESON, antes de que llegara Luis Osuna, los medicamentos se surtían con rezos, no con recetas. El almacén tenía solo el 45% del cuadro básico y el resto era buena voluntad y farmacias con horario de castigo. Hoy, el director presume que han alcanzado el 85% de abasto y que el 93% de las recetas se surten con recursos propios. Bien por él. Aunque hay derechohabientes que aún deben hacer una especie de viacrucis farmacéutico, y no para encontrar la cura sino la pastilla.
Lo interesante no es la cifra, sino el origen del problema: las licitaciones se hacían tarde, como si el dolor pudiera programarse. El desabasto no fue culpa de un asteroide, sino de la burocracia institucional que creyó que planear compras era para la ciencia ficción.
Pero el contador Osuna llegó con calculadora y bisturí. Empezó a comprar antes de que se acabara el presupuesto o la paciencia. Y el almacén se llenó.
Medicina sin show
A diferencia de otros directores de instituciones públicas que gustan de inaugurar hasta el tope de papel de baño, Osuna habla con números, no con cortinas para selfies. En entrevista con el semanario Nuevo Sonora, dice que en Guaymas y Nogales se están haciendo cirugías que antes eran exclusivas de Hermosillo. Incluso reprograman operaciones y movilizan pacientes como si fueran piezas de ajedrez en un tablero estatal.
¿La clave? Regionalización. No una promesa de campaña, sino una estrategia operativa. Sonó a disparate cuando la propuso, pero ahora tienen quirófanos funcionando en el sur, ambulancias nuevas (donadas, claro) y hospitales en remodelación. Y como no hay presupuesto para milagros, se aliaron con clínicas privadas que cobran menos de lo que gasta el ISSSTESON por mantener un paciente hospitalizado con sábanas arrugadas.
La cirugía cuesta 25 mil pesos, dice Osuna. Lo que no cuesta es admitir que antes costaba el doble… y salía peor.
Las dolencias del sur
El sur de Sonora sigue oliendo a abandono. En Obregón, conseguir un médico es como conseguir boletos para ver a Luis Miguel: caro, escaso y sólo para privilegiados. Osuna asegura que están reclutando a jóvenes especialistas, aunque muchos prefieren las comodidades del consultorio privado a la incertidumbre de una plaza pública.
Pero hay esperanza. En Navojoa, el plan es levantar un hospital ancla sobre las ruinas de una vieja policlínica. Dos quirófanos, veinte camas, unidades de hemodiálisis y neurodesarrollo. Todo con presupuesto raquítico, pero ambición quirúrgica. Dice que estará listo el próximo año. Ojalá no lo terminen justo para la próxima elección.
La salud se improvisa (pero bien)
El ISSSTESON no está esperando milagros fiscales. Sabe que no llegarán. Osuna, con su perfil financiero, no promete lo imposible. No dice “vamos a transformar el sistema de salud”, sino “vamos a usar lo que hay”. Y eso, en tiempos de discursos inflados, es casi una grosería.
Ha conseguido ambulancias, ultrasonidos y clínicas especializadas sin necesidad de estirar la mano al Congreso. Usa alianzas con sindicatos, convenios con privados, y hasta imaginación presupuestal. A veces, hasta la austeridad puede tener bisturí.
Hay clínicas nuevas, atención domiciliaria, planes de expansión y hasta unidades de estimulación temprana para neurodivergencia. Y sí, hasta una clínica del dolor está en diseño. Porque este sistema duele.
El mensaje final
El ISSSTESON sigue siendo una institución enferma, pero al menos ya no está en cuidados intensivos. Con suerte y dirección, podría volver a caminar. Osuna sabe que no todos los médicos son santos ni todos los pacientes ángeles. Pero tiene claro que si no se opera con sentido común, se muere con burocracia.
Hoy presume cifras, pero también admite pendientes. Le habla claro a la derechohabiencia y le pide al personal del ISSSTESON compromiso. A cambio, él les ha dado salarios dignos y un poco de esperanza.
¿Será suficiente?
Tal vez no.
Pero por lo menos, ya no están rezando frente a un anaquel vacío.