Desde Filomeno Mata 8
Por Mouris Salloum George*
Ensayemos un diagnóstico: Hay personas morales, muy inmorales. Son corporativos que entran en el rango de armas de destrucción masiva.
Veamos con la lente incisiva: La Medalla Domínguez se instituyó para distinguir a mexicanos “por su ciencia o su virtud en grado eminente” como servidores de la Patria.
Retorno al primer párrafo: Desde hace décadas, la minera Peñoles ha sido acusada en La Laguna de envenenamiento humano por sus emisiones de gases de plomo y arsénico.
El dueño de esa minera es Alberto Bàilleres. Hace tres ediciones, el Senado le otorgó la Medalla Domínguez por eminentes servicios “a la Patria”.
Entremos en materia: esta semana, Forbes reveló la lista de los hombres más ricos del mundo. En ella aparece Bàilleres: 10 mil 700 millones de dólares.
Báilleres es patrono del ITAM, coloquialmente conocido como alma mater de los “itamitas”.
En la década de los 80, los itamitas sentaron sus reales en el sector público. Para 1993 ya tenían colocados 69 Caballos de Troya.
Las plazas preferidas por los itamitas, son las del Banco de México y del gabinete económico. Desde el 88, cinco de sus mariscales han ocupado Hacienda.
Es típico que los económicamente poderosos no se conformen con manejar el poder político por interpósitas personas. Siempre corren el riesgo de que los condotieros desdoblen su personalidad y se sientan, de veras, dueños del poder.
Cuando Salinas dio palo al corporativismo sindical para sustituirlo por el corporativismo empresarial, los itamitas jugaron un papel PRImordial en el diseño del Estado neoliberal, blindándolo contra las acechanzas de los populistas.
En la actual refriega por el poder presidencial, el PRI ha tomado como bandera impedir el retorno al pasado, con un discurso que prefigura otro tipo de populismo: de derechas.
Celoso custodio de las reformas estructurales, el PRI no encontró entre sus militantes aquél en quien confiar la continuidad del modelo neoliberal. Sonó la hora de los itamitas para hacerse del poder constitucional.
En el descarte, el ITAM tuvo dos poderosos prospectos: Luis Videgaray y José Antonio Meade. (Recuérdese que Pedro Aspe fue sacado de la jugada en 1993).
Videgaray falló en el pilotaje del buque insignia del sexenio: la Reforma Energética y sus rendimientos fiscales. A noviembre pasado, no había acreditado su aprendizaje en el manejo de la diplomacia.
La opción más calificada, para los sinodales extrapartido, los itamitas, fue la del todavía en noviembre secretario de Hacienda. El PRI lo hizo suyo.
Duchos en la transa financiera, sin embargo, a los itamitas no les están cuadrando las cuentas sobre la intención del voto del llano. Ni el PRI ni su candidato logran remontar el cuarto y el tercer sitio en las encuestas.
Los estudios demoscópicos coinciden en que Meade y el azul Ricardo Anaya combaten cuerpo a cuerpo por la medalla de plata. El oro se ve remoto. Las sirenas de alarma suenan que da pánico.
¿Hay terremoto político en puerta? Hay que dejar que se inicien las campañas: No de salto de obstáculos, sino a campo traviesa: la resistencia es vital.
*Director General del Club de Periodistas de México, A.C.