Durante el período del llamado desarrollo estabilizador, el gobierno mexicano era observado por los analistas continentales de seguridad como un aparato experto en el tratamiento del narcotráfico. No es que reprimiera a las bandas de delincuentes. No. Los trataba como sus muchachos, como un mal necesario, algo con lo que tenía que subsistir para cubrir la cuota en la dependencia estructural con el Imperio.
No era tampoco prenda de nuestros orgullos. Tenía que proveer a los gabachos y ésta era la manera de hacerlo, en un país con más de 3 mil kilómetros de frontera con un Imperio atrapado por sus propios vicios, por su demencial actitud depredadora. Insaciable hasta la médula.
El sistema tenía metido en el coco que debía establecer una negociación constante, una supervisión permanente sobre las actividades del narcotráfico, pues esta estructura delincuencial se encargaba de producir alguna cantidad de opiáceos y alucinógenos y completaba las raciones con el transporte de la más sofisticada, que procedía del sur del Continente.
Era excesiva la demanda de los consumidores del gabacho. Gente sin fondo que tenía que atender, a través de sus aparatos policíacos del trasiego, a convalecientes psiquiátricos de guerras e invasiones depredatorias, y a las clases políticas herederas de sus clanes republicanos y demócratas, siempre insatisfechos, aburridos de bienestar.
Antaño, el Sistema tenía interlocutores válidos con el narco
Por ello, cuando los aparatos nacionales encargados de ese abarrote preparaban, para consumo de la opinión pública, algún operativo sobre esas materias, advertía a sus muchachos que debían respetar escrupulosamente a los conspicuos delegados que eran responsables de las zonas calientes en el territorio nacional. Eran tres los sujetos escogidos.
Carlos Hank González, en todos los terrenos del Golfo de México y Altiplano; Rubén Figueroa Figueroa, en el Pacífico y zonas montañosas colindantes, y Leopoldo Sánchez Celis, en el Norte y fronteras circunvecinas. Tres interlocutores válidos, insuperables . Una especie de gobernadores romanos en las provincias colonizadas, a cargo de un negocio del cual dependía la sobrevivencia. Después, se confirmó que de sus aparatos personales de guaruras, emergieron los barones del narco.
No era más que el apego escrupuloso al concepto teórico que hizo surgir en la antigüedad el sistema político de la res publica: los que ordenaban tenían que descansar la operación de las decisiones en tres interlocutores válidos que tenían el reconocimiento para la toma de decisiones, y eran portadores efectivos de las posiciones del aparato.
Felipe Calderón desató la guerra para legitimarse ante EU
Esto fue así desde que el mundo es mundo. Nadie podía descubrir el agua tibia. Una decisión aparentemente pequeña, como el definir a los interlocutores, válidos y respetados, salvaba al país de las sarracinas y de la mortandad que sembró Felipe de Jesús Calderón Hinojosa, el beodo consorte de la dama del rebozo, en su afán por legitimar ante Estados Unidos su presidencia usurpada en el 2006.
Un poco antes, Miguel de la Madrid, la cereza del pastel de cualquier tontería, había autorizado a su secretario de Gobernación para vender setenta franquicias a otros tantos delincuentes del trasiego, para operar a cielo abierto. No era por condiciones demográficas, sino a cambio de no hacérsela de tos al elegidito Carlos Salinas de Gortari.
Manuel Buendía, ejecutado. A punto de revelar “bisnes” de MMH
Las cúpulas nacionales de aquél tiempo se quejaban demasiado de la intromisión del periodismo crítico en esa área sensible de sus intereses. Eran otros tiempos. Manuel Buendía, una pluma que se extraña, estuvo a punto de revelar la complicidad del Presidente y de su secretario Manuel Bartlett con el trasiego, por lo que fue inmediatamente ejecutado por los sicarios de Gobernación, su fuente.
Con setenta franquicias en la operación de un solo asunto, ningún país puede tener el control efectivo sobre la droga. Por eso los gabachos se indignaron y decidieron montar gruesos expedientes de investigación penal internacional contra Bartlett, los mismos que le impiden pisar ese territorio, incluyendo escalas.
La única medida: reducir al máximo el número de los interlocutores
Los gabachos ya estaban preocupados por la salud de sus cachorros políticos, casi todos internados en nosocomios de rehabilitación más parecidos a spas con all inclusive que a clínicas terapéuticas. Puro viejito se presentaba a las contiendas, porque los jóvenes dinásticos estaban más pachecos que un carrujo.
Fue entonces cuando los Estados Unidos tomaron la decisión de frenar la importación indiscriminada de droga procedente de México, porque ya atentaba contra la salud de sus juniors políticos el consumo exacerbado de los psicotrópicos de alta calidad, sobre todo la codiciada amapola negra guerrerense, que producía heroínas y ácidos de altísima calidad y efectos realmente increíbles.
Si tal era la preocupación, las medidas a tomar por el borrachín Calderón estaban más que focalizadas. Pero el beodo desató la guerra contra el narcotráfico bajo el retintín demagógico “para que la droga no llegue a nuestros hijos” y no: ¡era para legitimarse!, demostrando ferocidad y agallas contra el vicio, el mismo que lo tenía atrapado en Los Pinos.
La única medida que debía tomarse era retornar a la etapa anterior de control: reducir al máximo el número de los interlocutores. No se hizo, por la ambición desatada sobre los beneficios del trasiego a todos los niveles del círculo íntimo. Hoy, todos están metidos hasta el queque, y hay hasta fruncionarios involucrados criminalmente.
Oso…rio Chong no encuentra a los comandos de sicarios que arrasan
El toluquismo, como siempre, ha roto los estándares de la implicación y de la estulticia anodina. No sabe, no entiende, no ve lo que pasa a su alrededor. Los tolucos y pachuquitas sólo autorizan indiscriminadamente y reciben los moches de rigor. Pero olvidan el monitoreo, la supervisión, los techos y pisos de la actividad.
El Secretario de Gobernación Oso…rio Chong, protector de una flotilla de aviones que normalmente pernoctan en el Aeropuerto de Guadalajara, al servicio del transporte aéreo de la amapola negra de las montañas de Guerrero, opera también como el de los comandos arrasadores de los sicarios, a quienes no encuentra nunca.
Cuando los encuentra es sólo para vengarse en masacres escandalosas, liquidando sin piedad a los compas de los carteles, porque violaron las sacrosantas reglas del moche, del salpicado hacia arriba. Esta actitud exacerba a los franquiciatarios que arremeten en contra de los que enviaron a abatirlos… y así, hasta la eternidad.
Lo único: un sonsonete que ha producido muchos muertos inocentes
Simultáneamente, el gobiernito pide la cantidad de cien mil millones de pesos para poder echar a andar las oficinitas del Fiscal Anticorrupción. ¿Tan caros saldrán los esparadrapos y embutes para los nuevos comisionaditos, dispuestos a cualquier dislate? Los estados en quiebra anunciada, que se chinguen, que paguen su embute de corrupción, faltaba más.
Es la misma película que ya pasó en Tlatlaya, Tanhuato, Ayotzinapa, Apatzingán, Reynosa, y todas las plazas calientes que usted guste añadir. Es el mismo mecanismo. Un sonsonete que ha producido tantos muertos inocentes que la comunidad internacional nos ve como aterrada, azorada por tanta indignidad y truculencia.
Aquí no protegen periodistas; sólo a los narcos, sus contlapaches
El proditorio asesinato de Javier Valdez en Culiacán, cofundador del semanario Riodoce, el trigésimo oficialmente reconocido en el régimen nonato del peñanietismo, no sólo es abominable, sino atribuible a la complicidad maquinada entre fruncionarios y delincuentes de la peor ralea, de la más baja estofa.
Concede razón a las protestas internacionales y locales sobre la defensa de una profesión peligrosa en extremo, la más difícil del mundo, coinciden Reporteros sin Fronteras y The New York Times, aparte de todos los medios de comunicación del mundo. Es insoportable la permanencia en el poder de grupos que se benefician económicamente con el dolor, la tortura y la ejecución de civiles mexicanos.
Con mayor razón si los inmolados son aquéllos que por su riesgosa actividad deberían ser protegidos en extremo por cualquier sistema. Por este no, porque protege a los narcotraficantes, sus contlapaches. Queda como sentencia a modo lo que escribió Javier unas horas antes de su sacrificio despiadado:
“Hacer periodismo –en México– es caminar por una línea trazada por los narcos y el gobierno”. ¿Así, o más claro, Peñita?
¿Usted qué haría?, pregunta el sicario que está enredado en la banda tricolor.
Índice Flamígero: Como colaborador de Norte de Ciudad Juárez que fui –hasta su cierre, por la inseguridad que priva en esa frontera– comparto íntegramente la posición de los compañeros periodistas que también se desempeñaron en el medio de Oscar Cantú: “… repudiamos el asesinato del colega Javier Valdez Cárdenas, ocurrido el pasado 15 de mayo en la ciudad de Culiacán, Sinaloa. Exigimos a las autoridades federales y estatales mexicanas investigar, identificar y llevar ante la justicia a los culpables de éste y otros treinta y cinco casos ocurridos en los últimos cinco años. Este cobarde crimen nos recuerda una vez más que los periodistas mexicanos trabajamos en una situación de emergencia en medio de amenazas y atentados por parte del crimen organizado y autoridades del gobierno, lo cual ha llevado al límite de colocar a nuestro país como el tercero en el mundo con más riesgos para ejercer nuestra labor, solo por debajo de Afganistán y Siria, naciones sumidas en conflictos bélicos. En México se han acortado los derechos fundamentales a la libertad de expresión crítica e información, de investigación y profundidad, y por tal razón exigimos al gobierno mexicano pasar ya del discurso a la acción. Recordamos también que han transcurrido 56 días del asesinato de nuestra compañera Miroslava Breach Velducea y ninguna autoridad ha dado resultados en la investigación. El pasado 2 de abril nuestra casa editora, Norte de Ciudad Juárez, en una muestra de protesta ante las nulas garantías para ejercer un ejercicio crítico y los frecuentes ataques, decidió cerrar sus publicaciones impresa y digital, luego del asesinato de Miroslava. Las agresiones mortales, así como la impunidad prevaleciente, ponen de manifiesto el alto riesgo que implica ejercer el periodismo en México y eso no puede seguir así. Solicitamos de manera urgente la intervención de organismos internacionales para exigir y presionar a las autoridades mexicanas, poner un alto a los cobardes asesinatos de periodistas en todo el país y que no queden impunes. ¡Nos Están Matando!” Y firman Carlos Omar Barranco, Salvador Esparza García, Antonio Flores Schroeder, Guadalupe Salcido Flores, Miguel Vargas, Francisco Luján y Guadalupe Parada. + + + Del muro en Facebook del periodista y amigo Gustavo Escudero: “¡Cuídense, por favor, colegas! ¿Cuánto durará la protección ofrecida por EPN? Y no es que no quiera amparar al gremio, sino que hay incapacidad del propio estado para hacerlo. No es echar la sal, pero, desafortunadamente el país seguirá girando. Incluso con mayor severidad. Al tiempo; válgase el eufemismo. Perdón por la comparación, no es mi intención ofender a nadie, pero al perro, digo, al Estado más flaco se le pegan más las pulgas. Al colega que esparce flores no le deberá preocupar; a los veraces, objetivos y de convicción les sugeriría que se cuiden resguardando hasta el contenido de las notas que vayan al cesto. Tal vez también hacer constancia escrita de los peligros desde tiempo atrás; revisen bien sus vehículos antes de abordarlos (a mí, allá por los 70s me cortaron el chicote de los frenos en una pendiente). Dicen que al que le toca le toca. Pero hay que cuidarse y recordar también, como en El Padrino I, que muchas veces el que llame a conciliar, ese va a traicionar.
Creo que mi mente está mal,
y me siento una pavesa,
me entristece la tristeza,
no creo el discurso oficial…”
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