CUENTO
Hace ya muchísimo tiempo existió un alguien llamado Jehová, y era un político. Con el pasar del tiempo este ente empezó a reclutar a otras personas para que se le uniesen a su grupo. Y así es como aquel pobre hombre de intelecto reducido fue a dar dentro de esta secta.
Su cerebro fue lavado y limpiado de todo resto de pensamiento inapropiado para su nueva familia o grupo. Luego entonces pasó a convertirse en una especie de robot, en un algo que jamás volvería a utilizar su pensamiento con total libertad. Porque ahora Jehová era quien le controlaba todo su yo… incluidos -desde luego- todos sus pensamientos.
Y jehová se hizo rico, muy rico, gracias a todos sus adeptos, quienes nunca lo habían visto y mucho menos conocido, pero que presumían mucho de todo lo contrario. Siempre juraban y decían que Jehová estaba con ellos ¡todo el tiempo!…, y un montón de tonterías más… Jehová era un político que en lo absoluto se preocupaba por reclutar incautos, porque estos solitos venían hacia él, y le entregaban toda su persona…
Con el pasar de los años, muchos políticos le empezaron a copiar su estrategia a estos tipos que se hacían llamar: “Testículos de Jehová”. Entonces también ellos comenzaron a andar como loquitos, de casa en casa… promoviendo el voto a favor de sus partidos…
Cuando se acercaban las elecciones, todo se convertía en un circo, donde nunca faltaban los monos y los payasos, los cuales eran ellos mismos. Y después, imitando a los loquitos de Jehová , se adentraban hasta lo más lejos de cualquier pueblito perdido en medio de la nada… en busca de la última persona, para luego enseguida empezar a engatusarla con promesas como: “Si votas por mí, tendrás el cielo. Si votas por mi partido, tu vida brillará. Si votas por mí, tendrás el paraíso”, etcétera, etcétera. El tiempo siguió pasando.
Y un día, en el planeta tierra, cayó un meteorito. Y cuando éste chocó contra la superficie de este lugar, su impacto hizo que de aquí naciera un ser único, el cual era un niño.
Con el paso de los años el niño creció y se convirtió en un adulto… Y entonces empezó a sufrir mucho, porque al tener conciencia y memoria era el único que sabía la verdad. Sin embargo, muy a su pesar, no podía transmitírselos a los demás, porque ellos estaban descerebrados, igualitos que los testículos de Jehová.
Los años volvieron a pasar, y el sufrimiento del niño que nació de la explosión del meteorito creció, más y más. Y entonces llegó un día en que sintió ya no poder soportar más. Todo le causaba mucho dolor. Después, al mirar otra vez todo su mundo, se puso triste, ¡tristísimo! Porque entonces supo de que jamás podría despertarlos a todos ellos.
El niño adulto nacido del meteorito sabía que hacía mucho que a ellos les habían lavado sus cerebros, aquel lugar en donde solían radicar sus raciocinios…, por lo tanto -después de mirar por un buen rato el cielo infinito- todo lo que él hizo fue desear que cayese otro meteorito, para así ser aplastado todo su cuerpo y todo su sufrimiento contenido dentro.
“OH, MIND, OH, MIND… YOU LEFT´EM”, gritaba en silencio el niño adulto. “Why?, oh, Why…?!” (Oh, mente, oh, mente… Los abandonaste” “¿Por qué?, Oh, ¡¿Por qué…?!”
FIN.
ANTHONY SMART
Octubre/10/2017