Un día como hoy hace 150 años murió en Palacio Nacional, el Presidente de la República, el Licenciado Benito Juárez García. El Benemérito de las Américas ha sido uno de los dos presidentes indígenas que ha tenido México, el otro fue el chacal Victoriano Huerta. No en vano en esas rondas de la historia, el zapoteco Juárez entregó siendo presidente al Huichol Huerta un reconocimiento cuando el chacal estuvo becado en el Colegio Militar y le dijo: “De los indios que se educan como Usted, la patria espera mucho.”
Huerta pasó a la historia como un traidor y un asesino, Don Benito en cambio es un prócer de la patria, uno de los más grandes mexicanos y la figura central de nuestro convulso siglo XIX, sin embargo el juicio de la historia sin negarle sus altas virtudes e incuestionables méritos hoy a siglo y medio de su partida lo puede juzgar sin apasionamientos y reconociendo sus luces pero también sus sombras, hay que recordar que los hombres y mujeres que han forjado nuestra nación no son solo recias efigies de bronce o piedra, sino que fueron personas con vidas cotidianas, con yerros y virtudes que antepusieron sus intereses personales por el ideal de un México prospero e independiente, ahí precisamente estriba su grandeza.
Juárez nació en la marginación propia que caracteriza a los pueblos indígenas de México a partir de 1521, perdió a sus padres siendo apenas un niño y el español no fue su lengua materna, superando adversidades y dificultades llegó a la Ciudad de Oaxaca, donde su mentor Salanueva lo acogió y lo instruyó, pronto ingresó al seminario y dió cuenta de una inteligencia y determinación por encima del promedio, el joven pastor que aprendió español en su adolescencia ahora podía hablar y leer en latín y castellano, también leía en francés e inglés, hasta ahí su vida era un referente de éxito y tenacidad. Pero el destino le reservó un derrotero mayor, y a pesar del disgusto de Salanueva dejó el seminario e ingresó al Instituto de Ciencias y Artes de Oaxaca donde se convirtió en Abogado.
El joven zapoteco de inmediato destacó como jurista, masón y hombre culto, de ahí fue magistrado, gobernador de su estado, ministro en gabinetes presidenciales, presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y finalmente tras el golpe de estado de Comonfort y Zuloaga en 1858, Presidente de la República hasta su muerte el 18 de julio de 1872.
Como Presidente de México, Don Benito condujo los destinos del país en un momento trascendental, la Gran Década Nacional, que corrió de 1857 con la promulgación de la Constitución de ese mismo año, hasta el triunfo de la República sobre la intervención y el imperio en 1867.
Juárez fue un hombre determinado y el paladín indiscutible del partido liberal, encabezó los esfuerzos para la creación e implementación de las Leyes de Reforma, la eliminación de los fueros de reminiscencias virreinales y la separación iglesia-estado que un país como México no fue cosa menor, lideró a los liberales en la Guerra de Reforma, enfrentando no solo a enemigos formidables como Miramón, Osorno y Mejía sino peligrosos como Leonardo Márquez, a pesar de no estar en la primera línea de fuego su vida corrió peligro como en aquella ocasión en que estuvo a punto de ser asesinado en Guadalajara el 13 de marzo de 1858 y fue salvado por Guillermo Prieto que detuvo a los victimarios al grito de : “!Los valientes no asesinan!”
Durante la Guerra de Reforma trasladó su gobierno a Veracruz, donde precisamente promulgó las Leyes de Reforma, al triunfo sobre los conservadores y cuando el país merecía la paz, llegó una dificultad aun mayor, los conservadores derrotados se aliaron al Segundo Imperio Francés y Napoleón III invadió México, Juárez no se arredró y organizó la defensa del país, la victoria del 5 de mayo de 1862 nos dio un respiro pero un año después los franceses tomaron la Ciudad de México, Juárez con el archivo de la nación, una reducida escolta y la dignidad de la patria a cuestas, subió a un desvencijado carruaje y peregrinó vestido siempre de levita al norte sin nunca rendirse y sin nunca abandonar el territorio nacional, nunca tampoco cejó en la lucha aun a costa de los enormes sacrificios de atravesar desiertos, de tener a su familia en el exilio y la muerte de varios de sus hijos pequeños.
Los franceses instalaron en el trono títere de México a Maximiliano, para 1867, Juárez con determinación y después de incontables dificultades venció a la intervención y el imperio, apegándose a Derecho mandó a Maximiliano al paredón el 19 de junio ese año, en ese momento México envió un mensaje de autodeterminación al mundo y ganó un sitio en el concierto de las naciones. Después de poca más de cuatro décadas se consolidó la independencia nacional. Mucho se ha idealizado y romantizado a Maximiliano, pero en estricto sentido sus ambiciones personales ensangrentaron al país de 1862 a 1867. El 15 de julio de 1867 Juárez izó de nueva cuenta la bandera nacional en el zócalo capitalino. Ahí inició la República Restaurada época de enorme identidad nacional que concluyó con el ascenso del porfiriato.
En contrapartida a todo lo anterior, Juárez se negó a abandonar la presidencia, enfrentando incluso rebeliones como la de la Noria, sin embargo, aún en esa faceta autoritaria tuvo suerte, pues murió a tiempo, en funciones y antes de que el velo de la tiranía cubriera su trayectoria, hoy a 150 años de su muerte debemos recordarlo como el hombre que se perpetuó en el poder y no dio muestras de cederlo, pero sobre todo como el que también nos legó la Reforma y restauró la República.
Finalmente aprovecho estas líneas para externar mis condolencias a la Armada de México por la caída en cumplimiento de su deber de 14 marinos el pasado viernes, que su sacrificio no sea estéril y que fecunde también las mejores causas de México.