A la Iglesia católica, a los añorantes del porfiriato, a los entreguistas y a los rateros, recordar a Benito Juárez, todavía les produce ñañaras. Son los rostros históricos que representan los orejas de la dictadura, los amantes de la dominación extranjera, los enemigos de la Nación soberana, los redactores de la contra historia.
Para ellos, el México de Juárez queda a 210 años… pero luz, de distancia. El uno por ciento de los nacidos en este territorio todavía porta el crestón, guarda el luto histórico por la muerte de absurdos privilegios, que les propinó la existencia de un zapoteca, que con la legislación de Reforma, cambió de Colonia a República este abarrote.
Un aborigen que eliminó –al menos lo intentó– los fueros y privilegios de los derechos de casta, de los estamentos privilegiados desde la Conquista, sobre la dignidad del pueblo llano. Que guerreó a los conservadores para recuperar el patrimonio nacional en manos de los curas, que les fusiló a su Maximiliano, a pesar de los ruegos de Víctor Hugo.
Un niño de calzón de manta y de huarache, sin lengua castellana, que se abrió paso entre los impenetrables recovecos de una sociedad dominada, anclada en un pasado extraño y remoto, hasta llegar a diseñar la Nación que deseaba para el futuro. Ejemplo inmanente para las generaciones futuras.
A pesar de lo que opinen los anexionistas, el clero impostor, los porfiristas y los enemigos del progreso, dondequiera que se encuentren –que están en todos lados–, la energía, el carácter de Juárez es el espejo en el que debemos mirarnos en estas horas aciagas de nuestro país.
Juárez hizo germinar la semilla de la libertad en tierra seca. Salvó a su Patria de perniciosos intereses imperiales, que a raíz del fusilamiento de Maximiliano cayeron en desgracia y fueron pulverizados para siempre de la faz del planeta. Juárez marcó el inicio del derrumbe de Austria-Hungría. No entender esto, es no darle la dimensión histórica que tiene.
“No entregar voluntariamente lo que nos exigen por la fuerza”
A muchos les escuece recordar las palabras del Benemérito después de fusilar a Maximiliano, protegido por el Vaticano de Pío Nono, el Imperio francés de Bonaparte y de los Montijo, las armas de los imbatibles zuavos, el poder de las transnacionales más importantes de su tiempo, tomó una decisión y se convirtió, según palabras de Jesús Urueta, en la conciencia nacional.
“Que el enemigo nos venza y nos robe, si tal es nuestro destino; pero nosotros no debemos legalizar un atentado entregándole voluntariamente lo que nos exigen por la fuerza. Si la Francia, los Estados Unidos, o cualquiera otra nación…
… se apodera de algún punto de nuestro territorio y por nuestra debilidad no podemos alejarlo de él, dejemos vivo nuestro derecho, para que las generaciones que nos sucedan lo recobren”.
Tenía razón. El Derecho Internacional Público reconoció años después que el saqueo de los patrimonios soberanos, puede y debe ser impugnado ante los tribunales correspondientes. No prescribe el derecho a esta acción, lo único que precluye son las agallas de “las generaciones que nos sucedan”. Los que tienen la conciencia limpia, porque no la usan.
William Faulkner, nativo del Medio Oeste estadunidense llegó a decir: “La sabiduría suprema es tener sueños bastante grandes, para no perdernos de vista mientras se persiguen”. Siempre está latente la posibilidad de reclamar territorios perdidos por la violencia.
Desde el 2000, nos sometemos por migajas a Estados Unidos
Pero más tarde llegaron Los Beverly del Bajío y, en la misma voz del alto vacío Vicente Fox, llegó a lastimar los oídos de los bien nacidos aquella frase inmunda de que, para hacer transas, “nuestro país era como una autopista libre, sin costos, sin tarifas, para los interesados en cualquier tipo de negocios”.
Someterse, por migajas, a los intereses estadunidenses, enajenar el patrimonio petrolero, deshacerse de porciones de territorio, y enterrar la posibilidad de crear cualquier empleo, ha sido la consigna los últimos cuarenta años, llevada hasta la exaltación paranoica por el peñanietismo ordinario.
Corifeos de ramplones, ridículos y tramposos, con los arrestos arrugados ante un lenguaraz xenofóbico y vengativo que hasta nos quiere hacer la guerra si no pagamos el costo del Muro de la Tortilla, y aquí, nuestros mandarines, escondidos bajo el escritorio, sin rezongar, no vaya a ser que gane ¡y hasta los fusile!
La derecha gobernante exhibe su voracidad y su ignorancia
Pero acá en el rancho, se muestran como capataces impíos, como señores de horca, cuchillo y derechos de pernada sobre jovencitos y jovencitas. Como aduaneros intransitables del moche, salvaguardas de los monopolios privados, lavadores de los dineros del narco. Asesinos de la libre expresión y de la Patria.
La derecha gobernante exhibe toda su voracidad y, al mismo tiempo, desnuda toda su ignorancia. El gobierno no es lo suyo. En términos juaristas, su triunfo, incluida su impunidad, es moralmente imposible.
Escenario de inequidades y de rapiña de la tolucopachucracia
Han transcurrido 210 años desde el nacimiento del bien llamado Benemérito de las Américas; grandes cambios se han operado en el mundo contemporáneo y nuevos acontecimientos han ensombrecido el cielo de México, que él tanto amara.
Su importancia consiste no sólo en su propio valer, sino en gran parte, en la oportunidad de su mensaje que sobrevive y que permanece inalterable por haber enseñado cómo se redime y alcanza el epíteto de imperecedero. Es el Juárez viviente, el que trasciende lo que constituye su pensamiento vivo.
No debemos postergar ningún esfuerzo porque su luz se difunda por todas partes y penetre la choza de los desheredados, haciéndolos participar de la felicidad que les corresponde en este mundo, que no ha sido creado para que sólo lo disfruten algunos privilegiados y mercachifles, cómplices del poder.
En este escenario de inequidades y de rapiña de mexiquenses y pachuquitas es importante recordar a Juárez, porque su figura es ejemplo de valores que nos enaltecen como pueblo, nos ofrecen pautas de conducta.
Juárez, ante la desgracia que vivimos los mexicanos, es imagen de optimismo, de decisión emérita; símbolo que une y alienta a la comunidad, que no se equivoquen, aún estamos conformando.
Juárez es, en el mejor de los casos, la garantía de que ¡no se irán limpios los enemigos internos de la Patria! Sea.
Índice Flamígero: El epigrama que hoy nos comparte El Poeta del Nopal versa sobre La guarra Xóchitl, en el banquete de los carroñeros publicado aquí el viernes anterior: “En singular cofradía, / el sabio y el ignorante, / agnóstico o protestante, / el clero y la burguesía, / bajo la mirada guía / del imperturbable Jefe; / pero en el teje y maneje / hubo una acción reprobable: / de manera inexplicable / ¡nadie invitó al pobre Peje!”.
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Buena nota Don Paco, ojalá que no sea la voz que clama en el desierto, este mensaje y análisis, debe llegar a los espíritus bien nacidos, de éste lado del planeta. No deben extinguirse los ideales de ese gran mexicano de todos los tiempos, enhorabuena