José Luis Parra
En Sonora se mueve el ajedrez político con piezas prestadas, reubicadas y algunas francamente desarraigadas. El nombre de Luis Donaldo Colosio Riojas suena fuerte para la gubernatura del estado en 2027, pero no por méritos regionales, sino por el viejo truco de la proyección nacional con código postal transitorio.
Colosito, como se le conoce con afecto y suspicacia entre los sonorenses de memoria larga, no quiere a Sonora. Ni siquiera la conoce. Vivió su infancia y juventud en el norte… pero de Nuevo León. Magdalena de Kino solo le sirve para las fotos solemnes y la peregrinación emocional cuando hay cámara y agenda. Aun así, el joven senador está dispuesto a regresar “a casa” si eso le permite lanzar su cohete rumbo a la candidatura presidencial de 2030. Un clásico: el nopal que sólo visita cuando tiene tunas.
La jugada, sin embargo, tiene nombre y apellido: Alfonso Durazo. El gobernador sonorense, aliado de la 4T pero no exactamente de Claudia Sheinbaum, estaría tejiendo su propia red sucesoria. ¿Apoyará al supuesto “sobrino” Colosio solo para incomodar a la presidenta? ¿O usa su nombre como cortina de humo para colocar a alguien de su total confianza? Que nadie se sorprenda si en esta partida, Colosio sólo sea un peón con apellido ilustre, utilizado para distraer al respetable mientras se negocia en serio tras bambalinas.
Durazo no quiere tutelas. Ni de Sheinbaum, ni de Palacio Nacional. Quiere dejar sucesor sin tener que consultar a nadie. Porque, aunque en teoría la gubernatura de Sonora está en manos de Morena, en la práctica se rige por la ley del más astuto. Y Durazo, pese a sus silencios, ya ha demostrado que no está para seguir órdenes ajenas cuando de su estado se trata.
O si Colosito es su carta de negociación para arribar a la ansiada Secretaría de Gobernación.
Puequé. Todo es posible en este juego de espejos.
En este juego de vencidas, la senadora Lorenia Valles, con sus raíces en la CTM y su pragmatismo de vieja escuela, podría emerger como carta de negociación. Mientras tanto, Heriberto Aguilar, el otro aspirante, parece haber quedado huérfano de padrinos. Sin estructura y sin bendición presidencial, su destino apunta al archivo.
Por otro lado, el PAN sigue apostando por Antonio Astiazarán, alcalde de Hermosillo, como carta opositora. Un eventual pacto con Colosio no sería impensable. Los partidos son lo de menos cuando el objetivo es el poder. Y Movimiento Ciudadano, que juega al ni de aquí ni de allá, podría ofrecerle al joven Colosio la plataforma que en Nuevo León le fue negada por Samuel García, también aspirante presidencial con ínfulas de influencer abandonado.
Así las cosas: un sonorense que no quiere a Sonora, un gobernador que no quiere que le impongan sucesor, una presidenta que quiere colocar a Javier Lamarque y una senadora lista para entrar si los demás se anulan mutuamente.
Y en el fondo, como eco constante, el apellido que pesa más que los proyectos: Colosio.
Símbolo, mito, y ahora… ¿trampolín?





