CUENTO
En un circo de fama mundial, existía un pene que tenía “un defecto físico”, si es que puede llamársele así a eso. Lo llamaban “Jumbo” debido al gran tamaño de sus orejas.
Este pene tenía un origen muy triste. Tanto su padre como su madre habían sido arrojados como comida a los leones por el dueño de aquel circo, donde hace no muchos años antes Jumbo había nacido.
“¡Ya no me sirven de nada! ¡Ni siquiera pueden moverse ya, viejos inútiles!” Estas frases anteriores seguían resonando en los oídos de aquel pene huérfano.
Jumbo, que ahora ya tenía diez años, seguía sufriendo en su interior la ausencia física de sus padres.
“¡Mamá, Papá!”, gritó el pene aquel día trágico, hasta que la voz se le apagó. Ese día, al llegar la noche con sus estrellas y demás personajes, Jumbo en lo absoluto pudo dormir. El recuerdo de todo lo sucedido le seguía atosigando su alma de pene solitario. Así -sin más remedio que llorar- se la pasó el pene, hasta que de nueva cuenta llegó el sol con sus rayos hasta su jaula. El tiempo pasó…
Llegado a la edad de quince años, el dueño del circo acudió hasta la jaula del pene huérfano para decirle: “De ahora en adelante, tú serás la atracción principal de este circo”. Viendo que Jumbo ponía cara de extrañeza, el dueño se puso a explicarle al pene en qué consistiría su acto: “Haremos creer a la gente que puedes volar…”
Pero Jumbo, de tan honrado que siempre había sido, al instante se negó a aceptar aquello. Es por esto que, el dueño del circo, para tratar de hacerlo dócil, fue y habló con el personaje que tenía más fama de ser la más malvada de las domadoras. Su nombre era “Vagina”.
Jumbo guardaba un secreto en su interior. Por lo tanto, solamente esperaba el momento indicado para hacer uso de su nueva habilidad. Luego de tanto practicar en secreto, él ¡realmente había aprendido a volar! Pero su miedo era tan grande que, al final de cada función, al regresar a su jaula, él siempre volvía a prometerse: “¡Juro que mañana huiré lejos de este circo!”
Jumbo ya estaba harto de las humillaciones y golpes que su domadora la vagina le proporcionaba con su látigo todas las noches. Pero, más que los golpes físicos que la vagina le proporcionaba al pene, lo que en verdad más le dolía a éste era aquella humillación en la que su moral quedaba hecha añicos. Con total alevosía y ventaja, la malvada domadora le exigía a Jumbo penetrar en lo oscuro de su interior.
Jumbo, quien le temía mucho a la oscuridad, siempre se llenaba de terror cuando su domadora, como acto final, le pedía desaparecer por completo en su interior. “No. ¡Por favor, no!”, eran siempre las suplicas que Jumbo hacía todas las noches.
Los días fueron pasando con total normalidad, hasta que una noche, estando todavía en su jaula, Jumbo decidió que esta noche escaparía al fin lejos de aquella malvada vagina. Y, para no levantar las sospechas de su domadora, Jumbo se portó aquella vez mu dócil.
A diferencia de las otras veces, en el que había puesto mucha resistencia para salir al centro del circo, esta vez, al ser llamado por su domadora con aquel chiflido habitual y ya muy conocido por él, Jumbo, ocultando su alegría, con pasos lentos pero seguros, llegó hasta donde la vagina lo esperaba para darle órdenes de actuar.
Y, como todas las demás noches, Jumbo hizo esta vez los mismos malabares, hasta que, ya casi al final de lo que venía siendo su actuación, la vagina, con mirada muy lasciva, le pidió: “¡Ven Jumbo! “¡Ven a mí! ¡”Entra ya a mi oscuridad!”
Apenas y escuchó la palabra “oscuridad”, Jumbo enseguida se puso a temblar y a suplicar: “No, ¡No quiero!” “Por favor, ¡no esta vez!” De repente pareció olvidar todo lo que había planeado hacer esta noche. Viendo el terror que había en sus ojos, la malvada vagina se puso a insistirle: “¡Ven ya, penecito! ¡Ven, que te espero!”
“¡No!” “¡He dicho que esta vez no!” Tanta convicción hubo en estas frases anteriores, que hasta la vagina puso cara de estar muy sorprendida. Jumbo, al mirarla, creyó que ganaría. La vagina en verdad que ahora se mostraba inferior a él.
Jumbo estaba a punto de moverse de su sitio, cuando entonces el grito de la vagina lo asustó de nuevo. “¡Con que no me quieres obedecer!, ¿eh? “No. ¡Esta vez no!”, trató de reafirmarse el penecito. Su voz, que había comenzado siendo un susurro, pasados unos segundos, se convirtió en un auténtico ruido ensordecedor.
“¡HE DICHO QUE ESTA VEZ NO!” El público, que aunque se había tapado los oídos, logró escuchar lo anterior. Uno, dos, tres… Jumbo batió sus orejas en varias ocasiones, hasta que todos los presentes en las gradas y palcos privados lo vieron alzarse por el aire.
“¡Un pene volador!”, fue lo primero que algunos gritaron. “¡Increíble, pero es cierto!”, otros más. Todos sin excepción tenían la boca abierta de lo increíble que les resultaba mirar aquel espectáculo aéreo. En efecto, Jumbo ya le había dado unas cinco vueltas a todo el circo.
Después, cuando al fin llegó a la parte más alta de la carpa, aminoró su velocidad de vuelo. Abajo, su domadora no dejaba de gritarle: “¡Tú, pene ingrato; regresa ya aquí!” Jumbo, el pene volador, desde luego que no le hizo ningún caso. Sus miedos ya eran cosa del pasado.
“Ah. ¡Con que te crees muy valiente, ¿eh?!”, lo retó desde su lugar su domadora. “¡Pues ahora verás!” Dicho lo anterior, metió su mano en la bolsa de su chaleco negro. Luego la volvió a sacar, para solamente reírse con más maldad que antes.
“¡Pene volador! “¡Ahí te van mis polvitos mágicos!” La vagina sopló el polvo que tenía en la palma de su mano. Jumbo, ahora, hacía cuanto podía por tratar de atravesar el pequeño orificio que había en el centro de la carpa; pero su cuerpo resultaba demasiado grueso para aquello.
Mientras todo esto él hacía, las gentes en las gradas seguían muy atentas con la mirada este espectáculo, el cual creían que formaba parte de todo el show.
“Vamos, ¡Vamos!”, rogaba el pene a la carpa. “¡Cede ya, o la vagina me encerrará!” Pero la carpa estaba tan tesada que, más que ser de plástico parecía ser de piedra.
“¡Vamos, por favor!” Ahora Jumbo trataba de hacerle un hueco a la carpa con su cabeza. Una y otra vez retrocedía hacia atrás, para luego enseguida aporrearse contra aquella lona. Así se la pasó por más de diez minutos, hasta que -¡boom!- sucedió.
Como si de un elefante se tratase, el cuerpo del pene cayó golpeándose contra el suelo del circo. Sus orejas, debido al impacto, habían alzado mucho polvo alrededor. Mirándolo otra vez con toda esa malicia en sus ojos, la vagina, mientras iba acercándosele, le dijo: “¿Ves que no puedes huir de mí?”
Jumbo, el pene que había caído desde lo alto, entornó los ojos, llenos de una mezcla que parecía incluir algo de resignación y mucho de “inferioridad”. Más sin embargo, a pesar de lo ya dicho, sus ojos, de cuando en cuando, también parecían brillar con un dejo de valentía pura.
Instantes después, al quedar frente a él, la vagina su domadora, le puso a su cuello la misma cadena que Jumbo había usado desde su nacimiento. La cadena siempre le había resultado muy pesada. Pero no había nada que él pudiese hacer para librarse de ella, ¿o sí?
Puesta ya la cadena en su cuello, la vagina domadora empezó a jalar de ella con todas sus fuerzas. Ella hacía esto solamente para lastimar más el pobre pene, quien de por sí ya se encontraba muy lastimado. Jumbo, a pesar del dolor que todo esto le ocasionaba, decidió mantenerse quieto en donde estaba.
Viendo que Jumbo se resistía a avanzar, la vagina mandó a que entonces trajeran su jaula. Transcurridos unos minutos, varios empleados del circo se aparecieron con aquel recipiente que estaba hecho en su totalidad de acero. Viendo los barrotes en los que su cuerpo quedaría preso otra vez, Jumbo, el pene volador, sintió una tristeza y un dolor indecible.
Las gentes que habían venido esta noche a ver a Jumbo volar, no sabían si reír o llorar por lo que ahora miraban. Jumbo era el único que sabía toda la verdad.
Su vida siempre había sido una cárcel. Cuando él no estaba en su jaula, otro lugar peor era el que él tenía que habitar: el interior de su domadora y malvada vagina.
Resignado ya ante su destino inevitable, Jumbo avanzó hasta la puerta que siempre había sido su cárcel. Pero, cuando se encontraba a punto de dar el último paso que lo encerraría de manera definitiva – porque después de su intento de escapar esta noche, el dueño del circo había decidido también tirárselo a los leones como comida- Jumbo escuchó a sus espaldas ¡una voz que enseguida le pareció un poco familiar!
“¡Ya estoy aquí para salvarte!”, dijo la voz. Volteando lentamente la cabeza hacia atrás, Jumbo, al instante reconoció a su superhéroe, quien llevaba puesto un traje azul de plástico, y el cual le cubría todo el cuerpo, a excepción de los ojos, en los cuales Jumbo pudo ver su propia salvación.
“¡Pero si es nada más ni nada menos que Súper Viagrón!”, expresó lleno de júbilo el pene caído. “¡Sí! ¡Él mismo!”, respondió Súper Viagrón, con total orgullo. “Y he venido a ayudarte. ¡He venido para levantarte!” “¡No lo puedo creer!”, dijo Jumbo, quien, después de morder un pedazo de la pierna de Super Viagrón, enseguida infló todo su cuerpo para nuevamente alzarse por los aires.
Unos instantes después, Jumbo, el pene volador, ya volaba lejos de su domadora la vagina. Todos los espectadores habían abandonado sus lugares para salir a ver volar a Jumbo, quien ahora se alejaba, más y más. Abajo, Super Viagrón, no paraba de animar a su amigo: “Vuela ya, ¡vuela ya lejos de esta malvaba!”
La vagina, con los ojos al borde de las lágrimas, y haciendo todo tipo de berrinches, no paraba de decir: “¡No puede ser! ¡No puede ser! ¡Ese pene era mío!” Y, volteándose hacia Super Viagrón, trató de descargar toda su ira, gritándole: “¡Maldito seas Super Viagrón! ¡Maldito seas tú y Jumbo!”
Pero Super Viagrón ya no la escuchó, porque entonces había desaparecido por donde se había aparecido: de la Nada.
Y fue así como -con la ayuda de Super Viagrón- Jumbo, el pene caído se alzó por los aires, huyendo lejos, y para siempre, de la malvada domadora que siempre había sido aquella vagina. Batiendo sus enormes orejas de pura alegría, Jumbo, finalmente logró escapar a su tan ansiada y hermosa LIBERTAD.
FIN.
Anthony Smart
Abril/15/2019
Julio/16/2021